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Casi todos marchan.   Algunas reflexiones sobre el espacio público y la disputa por el poder de la representación.

 

 

 

Los sucesos de los primeros meses del 2015  demuestran que el espacio público es, más que nunca, la arena donde se disputa el poder político del país, el lugar donde las formas de enunciación y los repertorios de la protesta social ‘eligen’ visibilizarse para imponer su imagen a los diferentes dispositivos mediáticos.

 

Por Alejandra Cebrelli*

(Para La Tecl@ Eñe)

Los sucesos de los primeros meses del 2015  demuestran que el espacio público es, más que nunca, la arena donde se disputa el poder político del país, el lugar donde las formas de enunciación y los repertorios de la protesta social ‘eligen’ visibilizarse para imponer su imagen a los diferentes dispositivos mediáticos, cada vez más lejos de la falsa neutralidad y de la imposible (aunque siempre declamada) objetividad periodística.

 

 

 

La dudosa muerte del fiscal Nisman transformada en un obsceno espectáculo por los medios y por las redes sociales fue el pretexto para que la derecha tomara la calle para protestar con carteles que pedían ‘justicia’ y con letreros en contra de la Presidenta, en realidad, la verdadera razón de esta marcha. Es indudable el odio que despierta la figura de Cristina Fernández (sólo comparable con el que recibió Evita en su momento) en estos sectores sociales privilegiados, encabezados por jueces, terratenientes, empresarios y esa clase media que con ellos se identifica y que Arturo Jauretche denominaba, no sin ironía, ‘el medio pelo argentino’.  Ni la solidaridad ni el compromiso mueve a estas personas a apropiarse de una práctica política habitualmente relacionada con las masas populares: la movilización en el espacio público. Claro está que las estéticas, las lógicas y los protagonistas asumen ribetes particulares, indudables marcas de ‘distinción’, de las cuales se hacen eco los medios concentrados. 

 

Las apropiaciones no terminan ahí: los protagonistas son los dueños de la verdad, del patriotismo y, en lo no dicho, de la Argentina. Ayudados por el clima, los poderosos salieron a la calle con paraguas, evocando sin ninguna inocencia la representación escolar del 25 de mayo: el pueblo frente al Cabildo porque, en 1810, quería saber ‘de qué se trata’.  

 

 

Rápidamente, las tapas de los diarios de referencia nacional dieron cuenta de la estrategia, destacando la analogía ya sea en el titular como en la fotografía o en ambas. 

 

 

Al igualar una marcha a todas luces golpistas con la heroica leyenda del ‘primer grito de libertad’, se oblitera la ideología que atraviesa esta protesta también disfrazada de popular y presentada, además, como la quintaesencia de la argentinidad.

 

 

El titular de la versión amarillista del grupo Clarín, pone en evidencia la equiparación entre esta gente y los patriotas que pusieron la piedra fundamental de la actual Argentina creando el Primer Triunvirato y, de paso, el Himno Nacional, cuyas primeras palabras sirven de título a la tapa del diario Muy.

 

 

 

El día 1 de marzo (1 M) fue, en más de un sentido, un día peronista. Salió el sol y los manifestantes provenientes de muchos sectores sociales pero con un fuerte componente popular salieron a celebrar la democracia. Desde la convocatoria, algunos militantes ingeniosos habían subido a las redes sociales una convocatoria que jugaba con un dicho popular: Una bandera vale más que mil paraguas. Nueva apropiación (la patria, en realidad, es de todos los ciudadanos y ciudadanas) y algo de humor puestos al servicio de la defensa de la democracia. Otra manera de tomar de la palabra, de identificarse con un símbolo nacional, imposición de una imagen de patria donde el protagonismo lo tiene la gente toda, en particular, la que por siglos fue acallada e invisibilizada.

 

 

Han pasado unas semanas. El 12 de mayo se realizaron las PASO en Salta en las que se enfrentaron el actual gobernador, Juan Manuel Urtubey (aliado del kirchnerismo y en busca de su tercer mandato), y el senador Juan Carlos Romero (exgobernador por tres períodos, estrechamente relacionado con el massismo y, además, uno de los dueños del diario El Tribuno). Se utilizó por octava vez la modalidad de voto electrónico, la misma que en las elecciones pasadas habían dado como resultado una ‘paliza’ al urtubeysmo y el triunfo al Partido Obrero. Esta vez las urnas le dieron la victoria al oficialismo a nivel provincial y nacional.

 

Al Dr. Romero la derrota le cayó mal, sobre todo porque el martes 14 lo había convocado la justicia para analizar su desafuero para que respondiese por el delito de enriquecimiento ilícito. Entonces, algo había que pergeñar.

 

Ese mismo martes amaneció la ciudad cubierta con carteles que denunciaban un supuesto fraude electoral (acusación que hasta ahora no se hizo efectiva en la Junta Electoral) mientras el diario propiedad de los Romero publicaba bajo el título: Convocan a una marcha contra el "fraude electrónico”, aclarando día (el jueves 16) y lugar (la Plaza 9 de Julio). 

 

Se trata, irónicamente, del mismo lugar donde, cuando era gobernador, el actual senador mandó a reprimir con violencia a los docentes en huelga, un triste episodio conocido como ‘La noche de las tizas’.

Es indudable que en este año de elecciones la disputa por el poder de la representación se está dando en el espacio público. La ciudadanía ha decidido expresarse en calles y en plazas. Con o sin razones, con mayor o menor compromiso con la verdad y con la justicia, apropiándose de los símbolos patrios en la lucha por quién se queda con la representación nodal de la argentinidad, la gente no sólo sale a la calle sino que convocan a los y las vecinas para protestar utilizando los repertorios simbólicos, estéticos y retóricos más variados. Habrá que aprender a leer detrás de las simulaciones y de las apropiaciones de la historia y de las formas legítimas de la protesta popular. Y pronto. Porque la verdadera disputa no se va a dirimir en la calle o en los medios (por más empeño que pongan). La verdadera lucha se dará en las urnas y, más allá del resultado, será un triunfo de la democracia. Ojalá.

 

*Docente de periodismo y de análisis de discurso de la Universidad Nacional de Salta. Miembro de Redcom, AAS y Comuna.

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