top of page

Buenos Aires Cooperativa

La ciudad de Buenos Aires,  la ciudad más rica de la República Argentina cuyo producto bruto per cápita es equiparable al de muchos países del primer mundo, presenta grandes contrastes entre el sur y el norte de la Capital Federal.  La intención de esta nota es tratar de demostrar que, como dice un refrán, si se quiere se puede. O sea que no es fatal que esas diferencias abismales entre el norte y el sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires permanezcan para siempre

 

 

Por Edgardo Form*

 

(para La Tecl@ Eñe)

Jorge Pietra-Zonas limítrofes

Nobleza obliga, comienzo estas líneas saludando la continuidad de La Tecl@ Eñe, un medio que nos nutre con variados aportes y tiene la virtud, entre otras cualidades, de circular democráticamente a través de las redes sociales y sin avisos publicitarios.

 

Dicho esto, intentaré justificar el título de esta nota con algunas reflexiones y propuestas.

La ciudad de Buenos Aires tiene grandes contrastes. Por ejemplo, si uno camina por la avenida Vélez Sarsfield a partir de la avenida Caseros, en dirección hacia la Recoleta, podrá constatar la brecha económica y social que existe entre el sur y el norte de la Capital Federal.

 

A lo largo del recorrido cambian las fachadas de los edificios, las vidrieras de los negocios y los productos exhibidos, la indumentaria de los transeúntes, el estado de las veredas y hasta los olores que se respiran.

 

Ni que hablar si uno se da una vuelta por la villa Rodrigo Bueno y luego se dirige hasta Puerto Madero. A menos de dos kilómetros de distancia coexisten en Buenos Aires la pobreza y la opulencia.

 

Estos son, apenas, dos ejemplos de las diferencias abismales que hay en la ciudad más rica de la República Argentina, cuyo producto bruto per cápita es equiparable al de muchos países del primer mundo.

 

Uno puede calmar su conciencia pensando, como dijo un presidente privatizador durante la década perdida de los 90, que “pobres hubo siempre”. Pero quienes tienen sensibilidad social y cultivan el valor de la solidaridad no se resignan ante la realidad y procuran transformarla.

 

Obviamente, cuando se trata de producir cambios profundos hay que tener en cuenta un conjunto importante de variables. Una de ellas es la resistencia que inevitablemente opondrán quienes gozan de privilegios a la hora de repartir equitativamente lo que les sobra. Porque el único camino para terminar con la pobreza es distribuir la riqueza concentrada cada vez en menos manos.

 

Para lograr este cometido hay que tener suficiente fuerza social y política organizada, es decir poder, pues de lo contrario semejante empresa transformadora se tornaría inviable. Si se logra conjugar la voluntad de cambio con el poder para llevarlo a cabo, hay que contar con un plan estratégico viable y capaz de ser sostenido en el tiempo. Porque hacer de Buenos Aires una gran cooperativa puede insumir unas cuantas décadas, pero es un sueño posible de llevar a cabo.

 

Lo que sigue es una enumeración parcial de lo que este ciudadano considera que se puede hacer, partiendo de la experiencia acumulada por el movimiento cooperativo a nivel mundial y en nuestro propio país a lo largo de más de un siglo y medio.

 

Para comenzar, habría que instrumentar la educación teórica y práctica del cooperativismo en todos los niveles del sistema educativo.

Al respecto, la Ley de Educación Nacional contempla estos contenidos en su artículo 90, pero hay un gran retraso en la formación del cuerpo docente en esta materia.

La siembra de los valores de la ayuda mutua y el esfuerzo propio, así como el ejercicio de la democracia desde el pre escolar hasta la universidad contribuiría a la formación de ciudadanos más comprometidos con el bien común y la justicia social.

 

Otra política de largo plazo y de vital importancia por su incidencia en las conductas de la ciudadanía, es difundir contenidos solidarios a través de todos los medios de comunicación. Y no nos referimos solamente a las informaciones periodísticas que den cuenta de las múltiples y exitosas realizaciones del cooperativismo y el mutualismo, sino la incorporación de sus valores esenciales en los programas de entretenimiento y en las propias telenovelas.

 

Imaginemos una serie de TV en alta definición, con buenos actores, con un excelente guión, con la mejor estética posible, con las tensiones y los conflictos propios de la dramaturgia de excelencia, donde prevalezcan los buenos tipos y de una manera explícita o implícita estén presentes los valores éticos y morales de la solidaridad y el amor al prójimo.

Esto es tan solo un ejemplo, pero es parte de lo que debería incluir una política comunicacional dirigida a disputar el sentido común en el marco de la batalla cultural por un mundo mejor.

 

Sigamos… Hay que instrumentar todas las medidas necesarias para garantizar el ejercicio de la democracia participativa. Es indispensable que la ciudadanía se haga cargo de todas aquellas cuestiones que le incumben, tales como la seguridad, la higiene del barrio y la comuna, el mantenimiento de los espacios públicos y también la prestación de los servicios de energía eléctrica, transporte de pasajeros y abastecimiento popular, entre otros.

 

Estamos pensando en una gestión tripartita de las empresas prestadoras de servicios públicos, con participación de la representación estatal, de los trabajadores y de los usuarios y consumidores. A modo de ejemplo, podría citar la red de subterráneos, donde los pasajeros sufrimos con frecuencia las demoras e interrupciones, escaleras mecánicas que no funcionan, baños en mal estado o simplemente clausurados, entre otros padecimientos.

 

Si en lugar de mantener la concesión de Metrovías, o sea la empresa del grupo Roggio, los subtes estuvieran gestionados directamente por el gobierno porteño – no el de Macri, claro está, sino uno de otro signo político -, mediante un directorio integrado por los trabajadores de la empresa y la representación de los usuarios organizados en una asociación específica, estamos seguros de que la prestación del servicio sería más eficiente. Porque en ese caso, en lugar del negocio con fines lucrativos se garantizaría el cumplimiento del objeto social del transporte subterráneo.

 

Un ejemplo similar puede aplicarse a las empresas recolectoras de residuos, a los hospitales y otras entidades cuya función es atender a las diversas necesidades de la comunidad en tiempo y forma, administrando los recursos presupuestarios con absoluta transparencia y expuestos al control cruzado de la representación tripartita.

 

En materia de seguridad también es posible la cooperación, creando comisiones comunales en las que participen los responsables de las fuerzas de seguridad y los vecinos integrantes de las juntas y los consejos consultivos, para establecer mecanismos de prevención de los delitos contra la integridad de las personas y sus propiedades.

 

La enumeración podría seguir hasta completar cada uno de los ítems que forman parte de la compleja arquitectura de una ciudad como la nuestra. Por supuesto que en materia de vivienda también es posible y necesaria la forma cooperativa, para dar respuesta a la emergencia habitacional que padece medio millón de habitantes en este territorio de doscientos kilómetros cuadrados.

 

Como se comprenderá, la intención de esta nota es tratar de demostrar que, como dice un refrán, si se quiere se puede. O sea que no es fatal que esas diferencias abismales entre el norte y el sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires permanezcan para siempre.

 

Y no es que se nos ocurren estas ideas porque estamos en campaña electoral y pretendemos seducir la voluntad de los electores. Estas reflexiones y propuestas pretenden ser un aporte para el debate, la construcción de consensos, el impulso de proyectos colectivos y las realizaciones necesarias para que todas y todos gocemos del buen vivir en la Capital Federal de la República Argentina.

 

 

*Dirigente cooperativista, diputado de la Legislatura porteña.

bottom of page