El Estado argentino futuro y el mapa de actores económicos
La historia muestra que el camino hacia el desarrollo tiene tres pilares: una macroeconomía más o menos estable, una relación manejable entre inflación y redistribución equitativa, y un nivel de endeudamiento que no ahogue la posibilidad del Estado de implementar políticas de desarrollo industrial y social. Es verdad que en la coyuntura actual esto debe hacerse cuidando la mejora continua y de largo plazo del balance de pagos, y para ello se necesita planificación antes que un salto al vacío.
Por Hernán. P. Herrera*
(Para La Tecl@ Eñe)
Javier Ramos Cucho - Serie Anaplastología
El Estado en estos 12 años tomó posición, no fue imparcial, como siempre. Nunca es imparcial, pero la pregunta es qué parcialidad le pedimos.
No es lo mismo sostener el poder adquisitivo del salario, proteger la industria, cuidar que no haya una inundación de bienes importados, tomar posición en empresas estratégicas, tomar partido desde el BCRA, favorecer la redistribución del ingreso o mejorar la infraestructura productiva y para la competitividad de la economía, que liberar todas las amarras a las fuerzas del capital para que esté tenga su propia capacidad “regulatoria”.
Detrás de estas lógicas de acción estatal los actores se configuran cuidando sus intereses. A veces en conjunto y a veces por separado.
Sucintamente, se puede hacer un repaso de los intereses de corporaciones y sectores. De modo que la Unión Industrial Argentina (UIA) prefiere un tipo de cambio alto, con sueldos en dólares bajos, para mejorar la competitividad de sus productos en el exterior. Es cierto que muchas veces el mercado interno ayuda mucho al consumo de productos industriales, pero lo es también que esta entidad prefiere mejorar la competitividad hacía afuera antes que mejorar sueldos hacía adentro. Este sector precisa al Estado para protegerse y a la transferencia de recursos desde el campo, para comprar bienes de capital.
La Sociedad Rural Argentina (SRA) puede convivir con un tipo de cambio mucho más bajo que la industria. En este caso, el sector gran productor rural, prefiere una economía más fría, con menos Estado, más abierta pero más exclusiva. Para poder exportar, y obtener las divisas de sus negocios sin interferencias ni redistribuciones.
El sector comercial lógicamente prefiere un mercado interno fuerte, pero la dirigencia del sector tiene negocios grandes y muchas veces prefiere comprar y vender afuera. El sector servicios está cruzado por empresas transnacionales, que sobre todo, lo que les interesa es remitir dólares en calidad de giro de utilidades…
En la tabla siguiente se puede ver la performance por sectores en los últimos 10 años. Como se puede apreciar, esa performance no es homogénea.
Fuente: INDEC: Dirección Nacional de Cuentas Nacionales - Sobre valores constantes de 2004
La intermediación financiera parece incontrolable, los niveles de crecimiento superan por mucho a todos los demás sectores. Incluso en estos últimos 3 años ganó una barbaridad en la participación sobre el PBI. El BCRA ha establecido nuevas líneas de créditos productivos y regulado el sector pero la diferencia con el resto es aún abrumadora. Entre 2004 y 2014 todos los sectores crecieron, sin embargo, el Estado tiene mucho por hacer en materia de regulación y conducción para favorecer al conjunto de los sectores sin que haya tanta heterogeneidad.
No cabe duda que debe darse mayor aire a la industria nacional, con más tecnología y más y mejores trabajos. No cabe duda a su vez que debe buscarse un balance de pagos sustentable, con mejoras en la cuenta corriente, es decir en una economía real que tenga al mundo como cliente.
Pero nada de esto se puede hacer de un día para el otro. Un poco por el contexto internacional y otro poco porque no se debe retroceder en bienestar social y capacidad de intervención del Estado, tanto en asignación de recursos de la economía como en locomotora del desarrollo productivo (ejemplos: YPF, producción para la defensa, infraestructura, etc).
Los atajos que propone la ortodoxia no van a lograr que la industria manufacturera repunte, no al menos sin dañar el poder adquisitivo de los trabajadores y el vigor del mercado interno.
Las decisiones económicas requieren negociación con los actores empresarios. Para que inviertan. Porque son el agente que, junto al Estado (y no contra), le dan impulso a la economía. Hay distintas formas de negociar, y eso requiere gobernabilidad y capacidad de gestión, como se ha demostrado estos 12 años, más allá de que en esta bisagra se deba avanzar con algunos matices para seguir mejorando la capacidad de la Argentina de crecer con inclusión o ampliación de derechos sociales.
Cosas tales cómo promover sectores industriales estratégicos, sustituir importaciones, proteger la industria local, administrar el comercio exterior, administrar el tipo de cambio, promover el crédito productivo, desarrollar la producción de hidrocarburos desde el Estado, etc., o mejorar el nivel de ahorro, que se vienen realizando en los últimos años deberán profundizarse y perfeccionarse, que es todo lo contrario a pensar en un cambio en el sentido que sugieren ciertos medios y ciertos foros de empresarios.
La historia muestra que el camino hacia el desarrollo tiene tres pilares: una macroeconomía más o menos estable, una relación manejable entre inflación y redistribución equitativa, y un nivel de endeudamiento que no ahogue la posibilidad del Estado de implementar políticas de desarrollo industrial y social.
La discusión de fondo radica en cómo mejorar la preferencia de los distintos sectores para invertir, cómo darles algo de los que reclaman, sin perjudicar a los sectores trabajadores y / o vulnerables. Hasta aquí la respuesta fue cuidar a la gran masa popular, al mercado interno e ir buscando políticas focalizadas para beneficio de sectores o actores estratégicos.
Es verdad que en la coyuntura actual eso debe hacerse, además, cuidando la mejora continua y de largo plazo del balance de pagos. Todo lo cual es perfectamente posible con voluntad política, tal como ha quedado demostrado durante estos 12 años de gobierno kirchnerista. ¿Qué sentido tiene tomar un atajo para el desarrollo si el resultado inmediato es atentar contra el bienestar logrado?
El apuro debe dejar lugar a la planificación.
*Politólogo