Sumas y restas
Los tres precandidatos principales a presidente, según las encuestas, se parecen entre sí y expresan un momento que sería la consecución o no del kirchnerismo por otras vías y otros estilos. Hay un voto preferente y mayoritario hacia el centro, pero ese centro está presionado a no correrse hacia el neoliberalismo ni abandonar los procesos iniciados. La derecha y los conservadores, por su propia impronta, sólo se plantean salvar las coyunturas que se centran en locuciones que van desde defender las instituciones hasta garantizar la libertad
Por Ricardo Rouvier*
(para La Tecl@ Eñe)
A medida que se acercan las primarias nacionales de agosto, se van perfilando las diversas propuestas políticas con la modalidad de alianzas con mayor o menor amplitud de las fuerzas políticas. En momentos en que el gobierno y sus principales candidatos están obteniendo beneficios de la coyuntura, los opositores apuran sus acuerdos. Porque la imagen de CFK crece a niveles aceptables considerando que se transita por el último tramo del mandato. La intención de voto para el principal candidato del oficialismo Daniel Scioli se ubica en primer lugar en el ranking.
Si bien, esta competencia no está terminada, hoy el oficialismo puede tener esperanzas para lograr una “continuidad”. El entrecomillado se debe a que ya en notas anteriores hemos planteado que no existe ninguna continuidad pura del kirchnerismo por fuera de la titularidad de sus padres fundadores. Por lo tanto, hablar de continuidad obliga a aclaraciones. Y entre las voces principales del oficialismo se habla de continuidad desde varios sentidos.
Un escenario de triunfo del kirchnerismo con Daniel Scioli presidente, abre una incógnita de tensión política que solo podrá ser contestada en forma eficaz por la realidad misma. Cualquier especulación previa puede ser pura conjetura debido al complejo entramado de una situación que podría ser inédita. La sola idea de un doble poder entre el Jefe del Gobierno y la Jefa del kirchnerimo es una problemática muy seria que los kirchneristas discuten detrás de las cortinas. Por otra parte, una incidencia importante del escenario sería una candidatura de Cristina Fernández a algún cargo legislativo nacional o del Mercosur, además de su jefatura política.
El oficialismo parte de la ventaja de ser la primera minoría en ambas cámaras antes de las elecciones que vienen; y la proporcionalidad indica que si el kirchnerismo obtuviera un 33% de los votos, aunque no gane la presidencia, lograría mantener un poder legislativo significativo y determinante de la gobernabilidad futura.
También es cierto que no es esperable que cualquier candidato repita la mejor elección de estas últimas décadas. El 54% que obtuvo en el 2011 CFK es casi inigualable en esta época. Para ello se combinaron por lo menos dos factores: voto ideológico kirchnerista más aprobación de gestión por parte de muchos independientes. Ante esta realidad, y la fortaleza política de esto doce años, creció en el imaginario de la oposición que el oficialismo es imbatible, y eso disparó la necesidad de efectuar alianzas electorales, no programáticas, sino puramente electorales. Sumatoria de votos con vocación aritmética; vencer y dar por finalizado el ciclo. Con poco tino, con poca materia gris respecto al ¿Qué Hacer?
Suponer que la tradición radical se congenia con Macri, que es la nueva derecha, es sólo posible pensarlo como una transición, nunca como un plan estratégico a veinte años. Inclusive el radicalismo más liberal-conservador tiene una prosapia, poco pertinente para alguien que está pensando solamente en las funciones indelegables del Estado.
El massismo nació sobre una exigente promesa: Ser la síntesis superadora del kirchnerismo y también del peronismo. Una especie de neoperonismo cuya modernidad está expresada en los estilos, la actitud coloquial, amigable y sonriente. Un conservadurismo popular, más moderno que el que domina desde hace décadas algunas provincias argentinas.
Hubo intentos para provocar el éxodo del kirchnerismo y del peronismo tradicional hacia las arcas del Frente Renovador. Las elecciones del 2013, en que legítimamente el Intendente Massa ganó sobre Martín Insaurralde, fue una oportunidad. Pero, dicho movimiento no solo no ocurrió masivamente, excepto algunos casos aislados, sino que de alguna manera fue funcional a la operación CARRIO-PRO-UCR que entonces no era ni soñada. Ahora, hay algunos que se van hacia el macrismo y otros que vuelven al seno siempre generoso de un peronismo que sobrevive porque no practica la memoria.
Hay que decir que el posicionamiento de Massa era complicado desde el principio y solo podría crecer si el kirchnerismo no se recuperaba luego de aquel enero del 2014 o este enero del 2015. Aquella devaluación y la muerte dudosa de Alberto Nisman, acompañada de una denuncia extemporánea pero legitimada por un fiscal de la Nación, ponían al gobierno cerca de ser jaqueado por la oposición. Pero no ocurrió por dos razones: 1) Porque el oficialismo tiene una voluntad y una inteligencia superior a su adversario; 2) porque su adversario es el más débil desde 1983 a la fecha.
El kirchnerismo ordenó el mercado financiero, bajando las expectativas de corridas cambiarias, y disolviendo la denuncia del Fiscal muerto, y la misma muerte dudosa del funcionario. Hoy, se puede decir que ninguna de las dos cosas recaen sobre los candidatos del oficialismo.
La habilidad del kirchnerismo para destrabarse y soltarse las manos debajo del agua, digna de un Houdini, es llamativa y sorprende a sus fiscales políticos o no políticos. La dificultad del massismo es que no termina de ser opositor o de ser oficialista. No es ninguna de las dos cosas, y esto desorienta a sus seguidores. A la partida de algunos de sus dirigentes hay que agregarle que otros que permanecen están paralizados ante el desánimo.
Lo del CARRIO -PRO-UCR, como una alianza no peronista, tiene mayor solidez y parece que será finalmente el principal adversario en las elecciones. Unieron dificultades de sus componentes con el fin de fortalecerse. El radicalismo no tiene una figura nacional que reúna la proporción de popularidad y votos de Macri. Y el Jefe de Gobierno porteño no tiene la territorialidad necesaria para plantar adherentes en los territorios y luego defender las urnas. Además, la situación del poder legislativo del PRO requiere que para gobernar el país de apelar a las alianzas y concertaciones. En síntesis, tenemos núcleos de problemas e incógnitas en todas partes pero con una diferencia. Si ganara Scioli, por ejemplo, el problema estará en la relación del kirchnrismo duro con el gobierno, y las políticas de un Gobernador que no abreva en las recomendaciones de Kicillof, sino en economistas menos heterodoxos.
En síntesis, el peronismo está renovando su matrimonio con el kirchnerismo, y eso lo achica a Massa como alternativa. La ubicación de Aníbal Fernández como candidato a Gobernador, es una jugada de ajedrez con contenido ideológico. Es la ratificación del peronismo que afirma que la presidencia se puede ganar o perder, pero la Provincia de Buenos Aires no caerá en manos de la alianza opositora, ni del massismo que pueda cooptar luego voluntades. La salida de Bossio no hace más que confirmar lo dicho con anterioridad: El titular de la ANSES puede tener recursos cuantiosos pero no tiene el linaje peronista suficiente. Hay que saber plantarse ante los grandes intendentes; y eso lo puede hacer mucho mejor Aníbal Fernández o Julián Álvarez.
En el tránsito se va despejando el camino que quedaría solo para dos grandes fuerzas políticas: El peronismo/kirchnerismo por un lado, y la alianza no peronista por el otro. Si Massa cayera más en el consenso, Scioli podría ganar en primera vuelta; sino es así, y se mantiene dividido el voto peronista, hay que pensar en el balotaje. La primera sería una propuesta de centro izquierda populista en la que el kirchnerismo asegura la ideología y la utopía, el peronismo los votos y Scioli le agrega votos de afuera, independientes que se apoyan en su imagen de confianza. La primera experiencia de transversalidad fue liderada por Néstor Kirchner y concluyó cuando el gobierno descubrió la importancia del caudal de votos del peronismo de las regiones, y el voto negativo de Cobos. Luego, el kirchnerismo se peronizó y mantiene ese perfil acentuando la debilidad de influencia de las agrupaciones kirchneristas no peronistas.
La alianza opositora principal expresa a la centro derecha y a los sectores que en el centro pendulan hacia derecha o hacia el progresismo según las coyunturas. Con el actual nivel de consumo y de firme gobernabilidad, el tercio que oscila es tentado parcialmente por el cambio, como otro tanto por la continuidad, sobre todo si el titular es un candidato como Scioli, que tiene un ADN neoperonista.
Es verdad que los tres precandidatos principales según las encuestas se parecen entre sí y expresan un momento que sería la consecución o no del kirchnerismo por otras vías y otros estilos; en este cambio coinciden todos. Hay un voto preferente y mayoritario hacia el centro, pero ese centro, sobre todo en el peronismo/kirchnerismo, está presionado desde la militancia y desde el kirchnerismo duro, a no correrse hacia el neoliberalismo ni abandonar los procesos iniciados en el 2003. Pero, si bien esta presión existe y existirá con Scioli o sin Scioli, es importante para toda fuerza reformista definir hacia dónde va y cómo hacerlo. La derecha y los conservadores por su propia impronta solo se plantean salvar las coyunturas, y no nos dicen otra cosa que asegurar las instituciones y garantizar la libertad. Sólo los reformistas o revolucionarios cuestionan el statu quo inclusive el propio sobre el cual están parados.
13 de Mayo de 2015
* Sociólogo y Analista político