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La complejidad del escenario político.

Una vez más declinamos debatir profundamente sobre el largo plazo a medida que nos adentramos en el tiempo preelectoral que va perfilando, con todos sus interrogantes, las alternativas del futuro político expresado en tres figuras centrales: Scioli, Macri y Massa. Para el Kirchnerismo, algunos nudos problemáticos del escenario político manifiestan con obsesión su presencia: ¿Cómo mantener la vigencia del kichnerismo luego de los tres períodos continuos de gestión? Esta pregunta focaliza en un cuerpo principal y voluminoso: la distribución del poder político y la titularidad del Estado. Por delante está la difícil tarea que consiste en avanzar en la propia evolución para seducir a parte del no kichnerismo y marchar a una construcción institucional que abra las ventanas para el debate y la participación.

 

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

A medida que nos adentramos en el tiempo preelectoral van perfilándose, con todos sus interrogantes, las alternativas del futuro político. Con la proximidad de las fechas electorales, los principales actores del oficialismo y la oposición van desplegando sus estrategias para aprovechar lo que viene. Una vez más declinamos debatir profundamente sobre el largo plazo. Dificultad que se oculta en su modalidad retórica elaborando un porvenir abstracto como simulacro de su falta. Algún día tomaremos conciencia de que el coyunturalismo es funcional a las hegemonías.

 

Algunos nudos problemáticos del escenario político manifiestan con obsesión su presencia: ¿cómo mantener la vigencia del kichnerismo luego de los tres períodos continuos de gestión? Esta pregunta focaliza en un cuerpo principal y voluminoso: la distribución del poder político y la titularidad del Estado.

 

El kichnerismo está muy volcado hacia sus padres  fundadores y por lo tanto la sucesión siempre es una defección, una falla sobre lo óptimo. Más agudamente, si no hay herramienta organizacional sólida, el kichnerismo depende de los PJ locales para las elecciones. Su propio armado cuenta con una militancia fervorosa e inigualable, pero que no asegura, per se, el triunfo electoral. Su vigencia depende de una figura excepcional. El peronismo es paradigmático en esto.

 

En un plano más estructural hay una contradicción entre la necesidad de proyectar las prácticas reformistas más allá de las reglas de la democracia burguesa, que suponen un cronograma estricto;  el  valor cultural –aprendido desde la escuela- de la alternancia; y el desgaste del poder. Los populismos   fuerzan a la continuidad; es más, fuerzan a la eternidad porque tienen un proyecto utópico de sociedad que se recrea sobre sí misma, con un formato bastante indeterminado luego del fin de los metarrelatos.  Sin embargo,  en el panorama regional, hay alternancias internas y externas. Por ejemplo, en la construcción del PT con Dilma como candidata de Lula. El Frente Amplio uruguayo con un modelo más parecido a una partidocracia socialdemócrata que al kichnerismo, o el chavismo o al Mas boliviano. El socialismo chileno tampoco es comparable al modelo argentino o la denominada Revolución Ciudadana de Ecuador. O sea, la región es un tablero heterodoxo con propósitos parecidos en su generalidad, pero bien distintos en el método de construcción, y en la valorización de la democracia republicana. Pero todos estos modelos, más rígidos o más flexibles están sometidos a los vaivenes de la evolución de las hegemonías mundiales y su impacto sobre la realidad local. Justamente, y a pesar de la crisis del 2008, vigente aún en la UE y Japón; el capitalismo se sigue mundializando, obligando, con la valorización de su moneda, la afectación del comercio exterior mundial y la monopolización tecnológica, condicionando las economías periféricas por muy grandes que estas sean. Brasil está retomando un sendero de recetas neoliberales que preocupa seriamente a la alianza progresista de la región.

 

El precandidato Daniel Scioli es el que mejor sintetiza, en el campo popular, ese derrotero mundial y la contradicción local entre la continuidad y el cambio. Es el mejor, fruto de su actitud oriental de callar, de la mansedumbre frente a Néstor y a Cristina, para proyectar confiabilidad a parte de la población y a los factores de poder, incluida una porción de los electores no kichneristas. Sobre él caen las interpelaciones por las diferencias con el núcleo duro oficialista. 

 

Su silencio calla sus demandas al gobierno nacional, que queda en el ámbito privadísimo de su entorno. Su objetivo es alcanzar la presidencia de la Nación, luego de los importantísimos servicios prestados (léase electorales) a Néstor y Cristina.  Siendo un peronista reconocido por sus pares, el gobernador no logra tampoco un apoyo activo de un PJ institucional que vive un largo aletargamiento. Fue rescatado de la crisis del 2001 del naciente kichnerismo luego de que Néstor probara la transversalidad. Pero hoy, ninguna liga de gobernadores ni estructura partidaria se posiciona por encima de CFK.  

 

Queda lejos, pero siempre a disposición manipulable, el ritual del 17 de octubre, la columna vertebral del movimiento, la comunidad organizada, el manual de conducción y tantas otras memorias. Para peor, agitar sus banderas sirve para seguir concitando el cofre de sufragios de muchos argentinos, sobre todo del interior del país. O sea, el peronismo institucional sigue manejando buena parte de las esperanzas de muchos argentinos, pero sin la palabra y la presencia de esos argentinos.  La desaparición, hoy, de movimientos nacionales en el mundo, no excluye la necesidad de acumular poder social detrás del proyecto; y es excesivo pedirle a Cristina que exprese in totum la construcción del porvenir. Aunque muchas veces CFK nos da a entender que con ella sola basta; o nos dice que seamos nosotros los albañiles. Pero, reconozcamos que la mirada de la Jefa paraliza a muchos esperando que ella haga lo que no va a hacer.

 

Se sospecha, con fundamentos, que Scioli es permeable a las corporaciones, a las recetas neoliberales; y a una actitud meramente formalista por los derechos humanos.  El kichnerismo debería admitir que su ADN no incluye herencia alguna, o está aún lejos el horizonte de la oportunidad de poder para la juventud. El Gobernador es tan genuino heredero de las diferencias con el núcleo duro como heredero de este proceso reformista del que somos parte.   

 

También está Randazzo, el segundo más preferido para las PASO del FpV/PJ; acompañado de un conjunto de otros precandidatos menores que no alcanzan una competitividad suficiente. Es importante evaluar en términos de consideración de las propias fuerzas que si bien hay un núcleo duro del kichnerismo que según estimaciones es de alrededor del 30%, tomando como antecedentes las elecciones anteriores, este núcleo tiene a su vez otro núcleo que actúa con toda disciplina y un contorno más débil que depende del candidato que se elija. Hay un voto a Randazzo que surge de la negatividad a Scioli, y no de sus propios méritos, que sin duda los tiene en cuanto a la gestión. En este contexto, en que aún no sabemos si la presidenta Cristina Fernández de Kirchner va a elegir a alguno en particular, o dejará que la disputa se resuelva en las PASO; es esperable que algunos precandidatos se bajen de su postulación,  polarizando aún más las primarias entre Scioli y Randazzo.

 

Por otra parte, es posible inferir que los gestos actuales de la Pta. además de la defensa de sus gobiernos,  desembocarían en una candidatura en la provincia de buenos aires. Esto mantendría a CFK en el primer plano de la campaña como una continuidad que sin duda eclipsará cualquier otro intento.

El kichnerismo muestra reiteradamente que la democracia liberal es conflicto y que la política es la disputa diaria. Esto se sostiene con una lucha por el poder en forma cotidiana, con la necesidad imperiosa de establecer objetivos en el escalamiento o marchas atrás que impone la lucha. Para sostener el propósito del Proyecto hay que construir mayorías que superen el caudal electoral propio.

 

Si se supone que el futuro se apoya exclusivamente en las superestructuras surgidas sobre todo en los últimos años, esto es insuficiente ante un adversario que se despliega con la versatilidad de los dominios económico, mediático, cultural y también político. Un adversario estructural que adopta mil rostros, y que puede ser transversal y aparecer en la casa de Macri o en la casa de cualquier otro candidato.

 

Hasta el 10 de diciembre el control parlamentario kichnerista acompañó en gran parte de los doce años de la gran obra legislativa. También hay una cooptación de parte de sectores del Estado que no están bajo la disputa electoral que responderán al proyecto.

Pero todo este sistema político reformista no se completaría si no tuviera en el vértice superior la presencia de una centralidad exclusiva y excluyente. Esta estructura singular debe sostener los dos planos: el corto plazo y el largo plazo. Las elecciones próximas y el futuro de una sociedad más equitativa en un modelo indefinido de algún tipo de capitalismo.   

 

Si bien tomamos conciencia del protagonismo del Estado, como garantía de equidad social, hay objetivos estratégicos en materia productiva por alcanzar tales como la reindustrialización, la desconcentración de la economía y la argentinización. Según el INDEC, todavía las 100 empresas de mayor tamaño explican el 67,7% del valor agregado; y de las 500 más grandes en el 2010, el 64,3% tenían capital extranjero en su composición societaria. La economía social no es prioritaria todavía en la agenda; y falta librar la madre de todas las batallas: la cultural.

 

Se trata de acentuar los objetivos del camino en la lucha contra las corporaciones y por la autonomía nacional y la igualdad; ese camino no se agota en Clarín (aunque no hay que defeccionar en la adecuación a la ley de medios; además de exigir la resolución  del proceso penal por Papel Prensa), porque hay otras corporaciones que dominan mercados estratégicos. El estar en el mundo supone algunas concesiones (Griesa es la consecuencia de una de ellas), y evitar cualquier forma de maximalismo propio del discurso universitario.

 

La modalidad del llenado de las listas de los candidatos ratifica la decisión de que el kichnerismo confirma su rumbo limitadamente frentista. Queda por delante la gran tarea de la arquitectura orgánica de la lucha popular. El filósofo Cornelius Castoriadis tiene una definición extraordinaria como crítica a la democracia burguesa: “La selección de los más aptos es la selección de los más aptos para hacerse seleccionar”. El avance de la insignificancia  – pag. 22 - Bs.As. – Eudeba – 1997.  Si el reformismo es profundamente democrático frente a una derecha elitista, deberíamos ocuparnos de la intervención popular y la organización del pueblo. Y sí; la presencia de cuadros extraordinarios como Néstor y Cristina que cubren una etapa inaugural y fundamental, y  también son puentes que ligan la vieja con la nueva época, para clausurar definitivamente las prácticas políticas  que crearon las oligarquías para controlar al pueblo, y que el peronismo vino a enterrar.

 

Hoy, la realidad mundial postmoderna señala la inexistencia de los movimientos nacionales y la crisis de los partidos políticos junto a la ausencia de un sujeto histórico de los países dependientes. No hay duda que el motor político central actual es CFK, pero hay que avanzar sobre el no kichnerismo para el triunfo electoral, y construir política en los diversos frentes de masas. El Proyecto no puede permitir la división de los trabajadores, ni de los estudiantes, ni la irrepresentatividad de la empresa nacional.

Del otro lado, y en función del desgaste del kichnerismo,  la alternativa de fin de ciclo reformista se organiza para asegurar el renovado encastre con una visión subordinada a los dominios mundiales.   

 

El reciente acuerdo entre el PRO y la UCR muestra esta voluntad de reconversión epocal y armado mayoritario opositor, para lo cual la UCR sacrifica su condición  del Partido Nacional para convertirse en un archipiélago encasillado en los territorios destinado a ser colonizado por Massa o Macri. 

 

En este escenario, Scioli se hace imprescindible por su eficacia electoral agregando valor con sus votos independientes. En el caso de que el gobernador o Randazzo alcancen el gobierno se planteará que la jefa del  kichnerismo y el presidente no se unificarán en una sola persona; y ese es un problema a observar.

 

Y en el caso de que ganara Macri, tendría un efecto ordenador sobre el horizonte político, encolumnando rápidamente a la oposición k y progresismo no k.  Con el peligro interno de contar con un aliado, los radicales, poco propensos a la fidelidad en las  alianzas. Queda Massa, hoy alicaído, que si obtuviera la presidencia constituiría un peligro mayor para el kichnerismo por su posibilidad de cooptación del peronismo. Su proyecto, en los papeles, no difiere sustancialmente  del de Scioli, y tampoco del de Macri; hay intersecciones entre los tres que expresan, por un lado, la necesidad de alternancia democrática, bandera de la clase media, y por otro, el reposicionamiento ante las hegemonías mundiales y una actitud armónica para resolver las controversias.    

 

Por delante está la gran tarea, difícil por supuesto, que consiste en avanzar en la propia evolución para seducir a parte del no kichnerismo; marchar a una construcción institucional que abra las ventanas para el debate y la participación. Hay que rescatar la transversalidad que nunca debió ser abandonada. Como dijo Cristina el 17 de octubre del 2008 “… porque en esta larga historia que hemos hecho desde el 45, aprendimos que con nosotros no basta y que es necesario convocar a todos los argentinos".

 

 

* Sociólogo y Analista político

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