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Quema de muñecos y debate en torno a los  organismos de DDHH.

 

Los muñecos repudiables.

La Ronda - Silvina Patano

En la vigilia de los actos realizados en conmemorativos del 39 aniversario del golpe de Estado de marzo de 1976, un grupo de hijos de desaparecidos por la dictadura de La Plata, quemó un muñeco de papel con la figura de Hebe de Bonafini. El repudio a esa ofensa abrió el debate sobre el rol de los Organismos de Derechos Humanos y sus vínculos con el gobierno.

 

 

Por Rodolfo Yanzón*

(Para La Tecl@ Eñe)

Los actos por el 39 aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 aumentaron la tensión ya existente en el ámbito de los derechos humanos. Más allá de las diferencias que hace años llevaron a los organismos a realizar dos marchas, sigue siendo un aliciente ver en ambas las nutridas columnas colmadas de jóvenes y el persistente reclamo de memoria, verdad y justicia.

 

Los actos recordatorios se llevaron a cabo en distintas ciudades del país con similar éxito. En La Plata se quemaron muñecos de papel representando al Gral. Julio César Milani y a Hebe de Bonafini de la Asociación Madres de Plaza de Mayo (AMPM). La quema del muñeco es una tradición para festejar el cambio de año que realizan los vecinos de Berisso, Ensenada y La Plata desde los años 50 y guarda relación con otras experiencias latinoamericanas en las que se los incinera bajo la denominación de “años viejos”, rellenos con cartón, papel y ropa vieja para representar, de manera caricaturesca, algunos episodios del año en personajes alusivos. La quema de muñecos trascendió a otros ámbitos, fundamentalmente al político, para criticar o reclamar, como sucedió la última noche de diciembre de 2001, luego del tendal de muertos y heridos que dejó la represión de un gobierno en fuga. En esa ocasión, los momos fueron dedicados fundamentalmente a Carlos Menem, Fernando De la Rúa y a Domingo Cavallo, sin olvidar el siempre presente tío Sam.

 

La quema de muñecos del último 24 de marzo desencadenó una catarata de críticas sobre las agrupaciones que asistieron a la marcha, tanto las de derechos humanos como las de izquierda. La quema fue reivindicada por un grupo que se autodefinió como Hijos La Plata, desvincularon al resto de las organizaciones y dijeron que la intención fue provocar un debate sobre algunos posicionamientos de sectores de derechos humanos. Posteriormente, H.I.J.O.S. La Plata repudió el hecho y aseveró que quienes lo llevaron a cabo no representaban a la organización; es decir, no negaron que la quema la haya producido un grupo de hijos de desaparecidos y muertos por la dictadura, pero sí que representaran a la filial La Plata.

 

Numerosos fueron los actos de apoyo, las salutaciones y los reconocimientos a la trayectoria de las Madres de Plaza de Mayo y en especial de Hebe de Bonafini, de quien –de quienes- salvo represores y dinosaurios afines, nadie puede negar una historia de lucha y compromiso. El pañuelo  blanco ha alcanzado un lugar de reconocimiento y respeto no sólo a nivel nacional, y no hay quema ni muñeco que lo pueda ensombrecer. El hecho es repudiable, por la falta de respeto a mujeres que tuvieron la valentía de organizarse para enfrentar a la dictadura y que forman parte de la lucha del pueblo argentino erigiéndose en uno de sus símbolos más preciados. Y es repudiable porque se dirige en sentido contrario al alegado, ya que obtura todo debate y reduce el conflicto –que lo hay- a bravuconadas de exaltados que apelan a descalificaciones autoritarias. Con todas las críticas que puedan formulársele, Hebe no es ni por las tapas equiparable a un represor, ni a Menem, ni a Cavallo, ni  a De la Rúa. Los epítetos macartistas de quienes por diferencias políticas endilgaron la quema al resto de las organizaciones surcaron por la misma senda autoritaria.

 

Las diferencias con Hebe de Bonafini, con la AMPM o con otros organismos de DDHH, tienen que transitar por el cauce del diálogo y el debate y no por el de la descalificación. En ese plano, la primera crítica  que se hace a la AMPM es la de haber abierto sus puertas a los hermanos Shoklender, introduciendo a la organización en actividades cuanto menos turbias (las miserables manifestaciones posteriores del hermano mayor son capítulo aparte). Sin embargo, fue la misma Hebe la que dijo que su organización se había volcado al trabajo social y que pasó a ser aliada del gobierno, lo que es respetable. En cambio preocupa el doble rol de organismos que pasaron a ser aliados del gobierno manteniendo su rol de ONG en el ámbito de los DDHH. Si se organiza una marcha para recordar el golpe de Estado y se vitorea al gobierno de turno, además de no incluir a todos quienes están comprometidos con la democracia, diluye la función de los organismos, daña su autoridad y su voz. Esa es otra crítica, la de la falta de independencia que deben tener los organismos de DDHH como parte de la sociedad civil, cuya obligación es la de interpelar, criticar y cuestionar las acciones de gobierno en las áreas que corresponden. Mal puede ejercer ese rol un organismo de DDHH cuyos miembros pasaron de ser militantes a funcionarios o legisladores oficialistas. Hasta principios de los 2000, los 24 de marzo fueron una fecha en la que los organismos no sólo exigían justicia por los crímenes de la dictadura, sino que cuestionaban la realidad, incluso los hechos de corrupción de funcionarios de gobierno. Hoy todo eso parece bastante lejano, y no porque en parte se haya dado respuesta a los reclamos de justicia por los crímenes de lesa humanidad.

 

La circunstancia de que por segundo año consecutivo los organismos de DDHH afines al gobierno (valga el oxímoron) sostengan que Milani debe seguir en su cargo mientras no haya jueces que prueben su responsabilidad criminal, divide aguas de manera inevitable, tanto porque cambiaron un criterio mantenido durante años (militar sospechado, militar que no ascendía), como porque por no criticar al gobierno terminan durmiendo con el enemigo. Si un tribunal probara la responsabilidad penal de Milani, debería condenarlo. En cambio, mantenerlo en el cargo hace a la confianza política, que no puede existir a partir de las sospechas que hay sobre Milani y el avance en los distintos procesos penales, en los cuales se ha llegado a pedir su indagatoria. Rota la confianza política, no es necesaria la decisión de un juez. Eso es para el ámbito judicial, no para el político. Y respecto de las madres de las víctimas por las que está acusado Milani ¿no deben recibir adhesiones y reconocimiento? Dicho de otro modo y pensando en algunos que acompañaron a Hebe estos días, ciertos apoyos se entienden más por el acercamiento al gobierno que por su lucha. Ese es otro grave riesgo: la apropiación oficial de los símbolos y de la lucha de un pueblo.  

 

Otra muestra de alineamiento incompatible con el rol de ONG de DDHH fue la mención a la aceptación del Secretario de Seguridad, Sergio Berni, del uso de las pistolas Taser, decidido por el gobierno de Mauricio Macri. Los organismos se limitaron a manifestar su desacuerdo en vez de reclamar el respeto a los DDHH, tanto en el accionar como en el discurso. Y con un funcionario que sobradas muestras ha dado en sentido contrario, expresar sólo un desacuerdo no parece la mejor postura.

 

Entonces, cuando hablamos de muñecos quemados ¿cuál es el muñeco más repudiable y qué es lo que realmente quema?

 

 

*Abogado- Fundación Liga por los Derechos Humanos.

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