Acerca del cipayismo vernáculo
Las garras de los buitres
Buitres, caranchos, chimangos, siempre al acecho, merodean buscando su presa. Argentina del 2001, el país en default, arrodillado, como había asegurado José Dromi. La República, presa apetecida por buitres. Argentina luego de las reestructuraciones de 2005 y 2010, y hoy ante el fallo del juez neoyorquino, Thomas Griesa, aliado de los fondos buitre. Pero en la historia del país y de los pueblos, los dominadores siempre contaron con aliados internos, ansiosos de compartir el botín, o por lo menos de aprovechar la carroña que pueda quedar después de la depredación.
Por Rubén Dri*
(para La Tecl@ Eñe)
Dedos de oro - Ernesto Bertani **
“Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. José de San Martín
Narra Gramsci que durante la guerra de los Treinta Años, 45 caballeros húngaros se apoderaron de Flandes y como allí “la población había sido desarmada y desmoralizada por la larga guerra, lograron durante más de seis meses tiranizar el país”. En realidad, continúa Gramsci, “en cualquier ocasión es posible que surjan 45 caballeros húngaros, allí donde no exista un sistema protector de las poblaciones inermes, dispersas, forzadas al trabajo, y por lo tanto no en condiciones, en todo momento, de rechazar los asaltos, las correrías, las depredaciones”.
Sin embargo, continúa razonando nuestro autor, a todos o casi todos esto les parece imposible, lo cual es signo evidente de “inocencia política” y entonces se pregunta: ¿Pero es acaso que, proporcionalmente son más numerosos los ingleses en la India de lo que fueron los caballeros húngaros en Flandes?
Pero, y aquí viene lo que se aplica a nuestra realidad: “los ingleses tienen sus partidarios entre los hindúes. Eso se conoce con el nombre de cipayismo”. Los cipayos eran los soldados hindúes que participaban en el ejército inglés mediante el cual el imperio británico sometía al país.
La política de dominar a un país con la colaboración de ciudadanos del propio país dominado, la ejercieron los ingleses con maestría, y de allí proviene la denominación aplicada a quienes contribuyen con el dominador para la dominación del propio país, pero los ejecutantes de esa práctica conoce ilustres antecesores, entre los cuales podemos citar a los persas, quienes preferían que la dominación se realizase con funcionarios del propio país dominado.
Efectivamente, los neobabilonios cuando dominan a los hebreos, destruyendo Jerusalén en el 587 aC, exilian a los sacerdotes que gobernaban y, en su lugar, colocan a funcionarios babilonios. Es el célebre destierro de Babilonia que inmortalizó Verdi en la ópera “Nabuco”. Los persas, al vencer a los neobabilonios en el 539, hacen que los sacerdotes exiliados vuelvan a su país para ejercer el gobierno del país dependiente.
El cipayismo se ejerció de forma diferente a lo largo de la historia y, en ese sentido, la de nuestro país es rica en variedades cipayas. La “Vuelta de Obligado” hoy es para nosotros un símbolo de la defensa del país en contra de la dominación extranjera, pero esa dominación contó con numerosos cipayos que fueron marcados a fuego por San Martín: “Pero lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española, una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.
Entre esos “ilustres” cipayos a los que se refiere San Martín se encuentran Salvador M. del Carril, Florencio Varela, Valentín Alsina, Lavalle, que es convencido a pesar de sus reparos, Agüero y Rivadavia que, desde Río de Janeiro, da su aprobación y el gran Sarmiento que reivindica con orgullo tamaño cipayismo: “los que cometieron aquel delito de leso americanismo, los que se echaron en los brazos de la Francia para salvar la civilización europea, sus instituciones, hábitos e ideas en las orillas del Plata, fueron los jóvenes, en una palabra ¡fuimos nosotros!”.
Así el cipayismo no ha dejado de estar presente a todo lo largo de nuestra historia, en la medida en que, desde el movimiento emancipador de mayo de 1810 hasta la fecha ha sido una larga lucha para liberarnos de la dominación extranjera, británica, en primer lugar, y norteamericana después, hasta el presente. Esa lucha, como toda lucha, ha transitado y seguirá transitando por diversas etapas, triunfos y derrotas, momentos calientes y otros, de relativa bonanza.
La dictadura cívico-militar genocida y la plena implementación del proyecto neoliberal en la década del 90, llevaron al país a la vergüenza, a la humillación, a la destrucción. El 2001 se inició con la explosión popular que puso a la luz del día la devastación a la que había sido reducido el país. ¡Que se vayan todos! Era el clamor de desesperación, sin horizonte. Un país endeudado hasta las raíces, propicio para que los buitres aterrizasen para llevarse los míseros restos que quedaban, los que, a su vez, podían ser revitalizados cuando el país se recuperase de la postración.
Desde ese momento la lucha es, precisamente, por la recuperación del país. La tarea se presentaba como absolutamente imposible si no se encontraba la manera de comenzar el desendeudamiento. En el 2003 comienza la lucha titánica para lograrlo. En el 2010 se desarrolla el segundo episodio. Un país que comienza su salida del infierno, que atraviesa el purgatorio y avizora la aurora de la liberación, pero que, a la salida del túnel lo esperan los buitres, ilustres representantes de la dominación imperial, dispuestos a hacer valer las carroñas que habían levantado en el 2001.
Dictadura genocida y entrega del patrimonio nacional en la década del 90 significaron un endeudamiento del país para toda la eternidad, de manera que a la deuda externa se le sacó la x y se transformó en eterna. Volvía a plantearse el mismo problema que tuvieron los campesinos de siempre, los de la más remota antigüedad, los habitantes del suelo de Canaán en el 1200 aC. Desde entonces, desde siempre, los sectores expoliados, deudores a perpetuidad se levantaron en contra de la opresión, en contra de los tributos
Los profetas proclamaron que no debía haber deudas, que éstas debían ser condonadas. Lo sabía Jesús de Nazaret, campesino él, y organiza un movimiento cuyos componentes aprendieron a rezar “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Porque no debían existir deudas, en la medida en que éstas debían ser condonadas, según habían proclamado los grandes profetas hebreos.
En el 2003 asume Néstor Kirchner. ¿Qué hacer con la deuda que no nos permite asomar la cabeza? ¿Qué hacer con ese imperio del capital especulativo que nos ha puesto el pie encima? ¿Cómo deshacer ese nudo gordiano que nos tiene amarrados? Reestructuración de la deuda es el nombre que tiene la batalla que se inicia. Táctica y estrategia, valor e inteligencia van dando sus frutos.
Néstor con osadía reestructura la deuda produciendo la quita mayor de la historia de las deudas, aceptando que la discriminación entre deuda legítima e ilegítima ya era imposible de discriminar, luego de los diversos gobiernos constitucionales que habían aceptado la deuda en su conjunto y, especialmente en la década del 90 habían elevado su monto a cifras siderales. El blindaje y el megacanje constituían un cepo que ahogaba todo proyecto posible.
Curvas peligrosas -Ernesto Bertani
La reestructuración funcionó. La absoluta mayoría de los acreedores la aceptaron, salvo el minúsculo grupo de fondos buitre. Minúsculo en número, pero mayúsculo en poder económico, político y mediático. Agazapados, esperaron el momento para saltar sobre su presa, la República Argentina que, luego de descender hasta el quinto infierno, había remontado la cuesta, mostrando una gran vitalidad.
Los buitres son muy semejantes a los caranchos. La diferencia fundamental consiste en que los buitres se alimentan de la carroña, de los desperdicios, mientras que los caranchos lo hacen sobre seres vivos, por ejemplo los pollos, que constituyen una de sus víctimas preferidas. Pero el accionar es semejante. Ambos esperan el momento de arrojarse desde las alturas sobre su presa.
Sobe ello siempre tengo fresco el recuerdo de una de esas acciones de los caranchos que tuvo lugar en la casa de mis padres, en las afueras de la antigua Federación (Entre Ríos), ésa que desapareció bajo las aguas del “progreso”. En casa siempre hubo gallinas y, en consecuencia, pollos, presa preferida por las comadrejas y los caranchos. En una ocasión, a la hora de la siesta veraniega, un carancho se tiró en tirabuzón desde lo alto del cielo, agarró literalmente un pollo, se volvió a elevar y se lo llevó a un “curupí” que elevaba sus ramas a orillas del arroyo “Las Garzas”. Mi padre inmediatamente fue a buscar la escopeta y con ella se largó tras el ave depredadora. Demás está decir, que volvió para “las casas” con el cadáver del carancho.
Ello no nos sorprendió, porque la puntería del viejo era conocida. Contaba mi hermana menor que en cierta ocasión sobrevolaba a gran altura uno de esos animales de presa, esperando la ocasión de arrojarse sobre alguno de sus bocados. Mi padre con la escopeta seguía los movimientos del ave de rapiña, hasta que en un momento sale el tiro y el ave se desploma. Uno de nuestros primos presente, no podía creer lo que veía. “¡Y lo bajó!”, fue su exclamación.
Buitres, caranchos, chimangos, aves de rapiña, siempre al acecho, merodean buscando su presa. Argentina del 2001, una Argentina postrada, en default, arrodillada, como había asegurado José Dromi, el ministro de Menem, que de esa manera pretendía justificar la entrega del patrimonio nacional, sabrosas coimas mediante. Argentina, presa apetecida por buitres, caranchos, chimangos y otras aves de presa.
Pero entre estas aves de presa y las que se arrojaron sobre la Argentina en su momento inerme, hay una diferencia fundamental. Aquellas no contaban con ayuda alguna en su tarea de hacerse con la presa. Para ello debían exponer el cuerpo, como se dice, con el peligro de encontrarse con una escopeta manejada con brazo firme y ojo de halcón.
Éstas, en cambio, las que se lanzan sobre Argentina, cuentan con aliados ansiosos de compartir el botín, o por lo menos de aprovechar la carroña que pueda quedar después de la depredación. A esos los llamamos “cipayos” como hemos explicado. Evita los llamaba “vende patria”. Éstos siempre han existido como hemos visto, pero asombra la cantidad y el fervor con el que desarrollan su tarea.
Por la función que desempeña como jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri merece estar al frente del ejército cipayo. Sin medias tintas, ha dicho que había que “ir con el juez Griesa y hacer lo que él dijese”. Ello quiere decir que hay que facilitarle el trabajo a los buitres, juntándoles la carnada buscada. Imaginemos que tal cipayo llegase a la presidencia. ¡Dios mío! El país volvería a ponerse de rodillas.
Lanata, por su parte, no se queda atrás. Nunca se queda atrás. Con indisimulada alegría, “tenemos que aceptar el resultado”, o sea, el veredicto de Griesa, es su rotunda afirmación. Dicho resultado se debe “a la impericia de los funcionarios del gobierno”, el cual, por otra parte, pretende “malvinizar” el problema, afirma con mucha satisfacción la primera voz de “A dos voces”. González Fraga, por su parte, se anota llamando la atención sobre lo peligroso que es agredir a Griesa.
Nelson Castro en una de sus magistrales entrevistas, en primer lugar anoticia a la audiencia de la importante manifestación a favor del juez Campagnoli, lo que muestra la preocupación de la ciudadanía por las instituciones, y luego pregunta al economista Luis Espert sobre el tema de los buitres. Éste aclara: “No hay buitre sin deuda”, profunda verdad que él viene a sacar a luz. Segunda verdad: “No hay deuda sin déficit”, otra gran verdad que él viene a develar, y finalmente –hic Rhodus, hic saltus-, “no hay déficit sin exceso en el gasto público”, o sea, en la Asignación Universal por hijo, en Procrear, en las viviendas, en la Educación, en la Salud, etc. Por lo tanto el culpable de que haya buitres es “la clase política”, o sea, el kirchnerismo. Pero, por otra parte, “no todos los que reclaman son buitres”. Muchos reclaman “de buena voluntad” lo que se les debe.
Un lugar destacado en el cipayismo vernáculo le corresponde al ex directivo argentino del FMI nada menos que en la época del blindaje y del megacanje, Claudio Loser, quien se encargó de darle letra al grupo de tareas de los fondos buitre.
La lista sigue, se hace interminable en una serie que realiza el infinito malo del que habla Hegel.
Pero hay un cordobés que merece figurar como el último eslabón “visible”, no el último “real”, porque éste no existe. Es el gran Alfredo Leuco que saca a relucir toda su maestría en lo relacionado al humor cordobés y simula escribir al juez buitre una carta en inglés, en la cual toma a chacota lo que puede ser una catástrofe para el país. Por esta vez, un chiste cordobés no sólo no nos causa gracia, sino que provoca vergüenza ajena. ¡Cómo se puede ser tan miserable!
*Filósofo nacido en Argentina, teólogo, profesor e investigador en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
**Ernesto Bertani: nació el 3 de febrero de 1949, en Buenos Aires. Utiliza el aerógrafo para trabajar sus obras que realiza sobre géneros de tapicería y casimires.