Obra de Gina Intveen
Hacia un nuevo espíritu de época
Por Conrado Yasenza*
(Para La Tecl@ Eñe)
I
Ha pasado el campeonato mundial de fútbol, ese interregno ecuménico que ocurre cada cuatro años y se espera – al menos desde el mundo futbolero – con casi la misma pasión e inocencia con que se va hacia un encuentro amoroso por vez primera. Ha pasado, sí, pero desde su inicio y durante el transcurso del campeonato, algo ocurrió con la Selección Nacional en la escena mundialista. Son tiempos de relato, aunque este término-concepto sea ya una suerte de parodia comunicacional a la que se alude para resumir un conjunto de hechos – ¿qué es un hecho? – de relativa periodicidad y fuerte anclaje a la coyuntura; ese “relato” que vendría a suplir en la escena mediático-periodística la idea de “espíritu de época”, aquel zeitgeist que moldea cierto clima intelectual, cultural y político de un período histórico determinado. Pero volviendo al equipo Nacional, ese relato se afincó en la silenciosa construcción de una épica basada en la conjura del ánimo individual, en el despliegue dentro y fuera del campo de juego de una opaca vivacidad de conjunto, de juego colectivo en el que los hombres, los jugadores, aplacaron el fulgor de cada estrella en función de las necesidades del conjunto y en pos del logro supremo: La Copa del Mundo. Esa épica tuvo entonces su relato: Es hora de poner los valores colectivos por sobre los individuales, de reemplazar el yo por el nosotros, de dar en lugar de esperar recibir.
Y como todo relato es un acto político que evidencia una relación entre el lenguaje y el territorio, o la Nación, o el mundo, esa épica futbolera constituye un acto político que, vamos a decirlo, el ex-director técnico del Seleccionado, Alejandro Sabella, nunca se propuso ocultar. La Patria es el Otro, y su equivalencia, el Equipo es el Otro. Con ese zeitgeist temporal – disculpen el oxímoron – ese equipo llegó a disputar la final del mundo donde obtuvo el subcampeonato. Así, a través de un hecho político, quedó atrás otra huella epocal en la que los segundos puestos no se festejaban. Digamos, ser segundo fue como vivir afuera. Allí otro clima de época que, entiendo, recordarán.
Entonces, ¿podría inferirse que este seleccionado es resultado de un “espíritu de época”? Nada más simple que afirmarlo rápidamente como si nos encontrásemos en un set de televisión. Pero digamos que, en alguna medida, el sereno pero confiado modo en el que el Sabella se expresa, tratando de ir un poco más allá del juego en sí mismo y abrazando el sendero de lo conceptual, puso en evidencia que el acto político medraba a medida que los partidos se jugaban, a medida que se avanzaba en el certamen, para concluir en una argamasa del habla y el lenguaje que arrojó otro potente ideolema: El equipo es el otro como la Patria es el otro y como también la patria es el lenguaje o “un mundo”. Así, este equipo de fútbol que reconoce el subcampeonato, se inscribe en ese clima de época en donde los valores colectivos, solidarios, humanos, han tratado de erigir una ética de la época, con sus más y sus menos. Quizás sea un resquicio por donde se filtra la idea de revalorización de la política. No se asuste aquel que ve en estas líneas una reivindicación del uso del deporte para fijar un proyecto político justamente porque el momento político e histórico es otro y las reivindicaciones sociales que surgieron como conflicto fueron arrojadas a la sociedad para que ella reelabore el disfrute del uso del lenguaje y sus correlaciones ideológicas, es decir, un acto político que vendría arropado con nuevas maneras expresivas, y desde abajo. Tal vez ese sea el mayor logro del kirchnerismo como movimiento: aquí están los problemas, hagamos de ellos las soluciones porque la Patria somos todos – o casi todos. Un hallazgo de la episteme, también.
II
Luego, entre tanto, siempre y subrepticiamente, la realidad de la coyuntura impuso agenda y los buitres ya no fueron sólo por la carroña inerte sino por la “vaca” viva. Desembarcó una task force barbárica que hace de la ceremonia del té una fiesta acechante de perversión e indolencia; una fuerza bruta para la cual el territorio es ya la globalidad financiarizada; una flota escoltada por caranchos locales que escriben solicitadas, que se entremezclan y ocultan en una fauna que une cualquier balurdo ideológico; un centralismo porteño que cada día mide mejor y que desea salir corriendo a pagar todo lo que haya que pagar, asesorado por expertos que nunca terminan de sorprendernos en el giro total que realizan para quedar siempre un poco más allá de la derecha.
Nada parece contenerlos, ellos si van por todo y en todo el mundo. Cuentan, claro, con la catilinaria mediática que todo lo agrieta, lo estruja, lo globaliza hasta que concluye que el episodio – grave – de un párvulo brutal y acostumbrado a quebrar lo que convive en sociedad, se transforme en un problema de índole social con raigambre en la pobreza y la desigualdad. Pobreza y desigualdad que existen como deuda pendiente, como razón de vida para proyectar la mejora urgente, pero que no es asimilable a la barbarie del barrabrava institucional.
No hay Brics, ni Unasur, ni Celac, ni Xi Jinping, ni Putin, ni hombres y mujeres de a pie que les importe. Por eso son una Task Force, y una muy poderosa, ya que es la que gobierna al imperio que rige a nivel mundial. Les encanta la potencia de las letras fuertes: Task Force; Tea Party. Su lenguaje es el de la usura, que es en el mundo de hoy, un lengua universal. Y el corifeo vernáculo los ama y sigue repitiendo: “estamos fuera del mundo”, “estamos fuera del mundo”… ¡Y si se pudiera estar por completo fuera de ese mundo…!
Pero hay otro mundo que, en su larga marcha, hace al andar. Otros imperios, tal vez Orientales y Sudamericanos – el mais grande do mundo tracciona en ciertas ocasiones con la proa puesta en Europa y otras latitudes, proponiéndose como líder negativo para la región, al tiempo que se expresa como el socio más importante con quien comerciar, y allí vamos. Quiero decir, todos los acuerdos y convenios que se celebren deben ser minuciosamente analizados. Son gigantes y con ansias de expandirse.
Quedará también, como breve apuntación, aquello que párrafos arriba mencioné como deuda interna: Mejor redistribución de la riqueza; una eficaz reforma impositiva, reformulación de las escalas en el pago del mínimo no imponible; reducción de la pobreza, la indigencia y el trabajo en negro y no registrado; mayor industrialización genuina para intentar reducir el déficit de balanza comercial; control de la escalada inflacionaria, y resolver – teniendo en cuenta el marco internacional – la inquietante serie de diez meses seguidos de retracción económica. Y podría seguir: minería, agroquímicos, Monsanto…. Y los goles que se hacen en contra y que han abierto el debate hacia el interior del FpV: Berni y su estampa de héroe civil-militar, que tira abajo cuevas de narcotraficantes al tiempo que reprime la protesta social.
Es fácil escribirlo y muy difícil llevar a cabo la tarea de abordar lo que falta.
Un dato final: Es curioso, y debe llamarnos a la reflexión, que a diecisiete meses de dejar el Gobierno, el país cuenta con una Presidenta y su gabinete, que trabaja para obtener los mejores resultados ante la grave situación que enfrentamos, todos, como sociedad, pensando no en diciembre de 2015, sino mirando más lejos, hacia el futuro que también es de todos, mientras gran parte de la oposición política – que no aprende de las lecciones recibidas a través del voto y desde los medios financiero-comunicacionales – vocifera pestes variadas y terroríficas mientras deambula por los pasillos que recorren – y que han recorrido – para conducirse con la solvencia del inmaduro hacia los senderos que para ellos se bifurcan siempre en la misma dirección: la receta predigerida y el alimento (neo)liberal. Cierto pavor recorre el pensamiento al imaginarlos en el Gobierno.
Y no era mi deseo, porque cómo agota la coyuntura y la editorialización.
*Conrado Yasenza: Licenciado en Periodismo y Poeta
** Gina Intveen: Artista Chilena Contemporánea