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Los dos planos

En tiempos de democracia liberal estable, el kirchnerismo/peronismo enfrenta la encrucijada de la interrelación entre dos planos, de corto y largo plazo, dependiendo mucho de circunstancias contextuales que corresponden a la relación de fuerzas y a la potencia del sistema estructural hegemónico que resiste los cambios. Para construir poder en ambos planos se necesita mantener el gobierno y construir para el proyecto nacional y popular por fuera del control del Estado. Pero si se perdiera el gobierno, debería fortalecerse la organización del poder popular. Con respecto al proyecto se puede avanzar o retroceder, con respecto al gobierno se lo puede tener o no tener. Pero hay una diferencia obvia: la propuesta ideológica es permanente, y supera cualquier contingencia de dominio político.

 

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

El kirchnerismo como el peronismo en sus momentos de ejercicio del gobierno, lleva sobre sus espaldas una doble misión: administrar la coyuntura, gestionar el Estado; y plantear en la sociedad el proyecto nacional y popular. Claro, hay excepciones como en el menemismo, en que el proyecto originario es sustituido y traicionado.

 

El proyecto trasciende los períodos constitucionales, lleva la impronta de la continuidad y del porvenir. La interrelación entre los dos planos, de corto y largo plazo, depende mucho de circunstancias contextuales que corresponden a la relación de fuerzas y de la potencia del sistema estructural hegemónico que resiste los cambios. Cuando hablamos de lo estructural hegemónico sería un error del lector suponer que estamos hablando dentro de los límites de un grupo económico o político nacional. Es más, esa lectura violentaría una interpretación seria del problema, confundiendo una particularidad con el sentido global del mismo. La relación entre ambos planos a veces son paralelas disciplinadas, y otras veces hay cruces entre ambas, sobre todo si uno -como el kirchnerismo- enuncia un porvenir ligado a una tradición histórica, aunque no lo especifique taxativamente. Ni libro rojo, ni libro verde, ni Comunidad Organizada. Futuro abierto a la disputa política.

 

Esta duplicación de planos abre senderos, pero también devela obstáculos fuera y dentro del escenario en el que estamos viviendo, y que se sucede desde el 2003 a la fecha.  A veces, las coyunturas permiten avizorar el horizonte de la utopía, y otras veces nos coloca en la hiperrealidad de las encrucijadas. El proyecto nacional y popular es persistencia generacional, el gobierno es día a día. También en esto no hay uniformidad de ritmo.

 

En un plano político-institucional correspondiente al régimen, tenemos un tiempo finito con fecha precisa de vencimiento. En el otro tenemos el desafío de la vigencia, la permanencia y -no hay que olvidarlo- la acumulación. Sobre uno está la ley tan clara, tan taxativa que no genera interpretación alguna.  La continuidad, para ellos es sistémica, es la perpetuidad del status quo, para nosotros la continuidad es asegurar en segmentos de tiempo, lo que falta recorrer para realizar el proyecto. Poseer el gobierno es una parte importante de un proceso más amplio y profundo, y cuyo eje fundamental es construir políticas de poder social para impulsar la historia hacia la justicia social y la felicidad del pueblo. No se puede despreciar el gobierno, pero no hay victoria sin poder popular. Si decimos pueblo, el pueblo debe estar, sino es meramente discursivo.

 

El kirchnerismo no es una revolución, pero si es una reforma. Ni el kirchnerismo/peronismo, ni el peronismo no kirchnerista son plenamente antisistema; aunque el peronismo en su condición de “hecho maldito” ha desplegado tácticas revolucionarias.  

En tiempos de democracia liberal estable, el kirchnerismo/peronismo enfrenta la encrucijada de la interdependencia entre ambos planos. Necesita mantener el gobierno por razones obvias, y tiene que construir para el proyecto nacional y popular fuera del control del Estado. Pero si se perdiera el gobierno, debería fortalecerse en la organización del poder popular. Con respecto al proyecto se puede avanzar o retroceder, con respecto al gobierno se lo puede tener o no tener. Pero hay una diferencia obvia, la propuesta ideológica es permanente, y supera cualquier contingencia de dominio político de tal o cual.

 

Ahora bien, hasta la fecha la resolución de la cuestión institucional, que tiene que ver con la continuidad institucional que involucra a candidatos y elecciones, el kirchnerismo/peronismo no tiene aún un candidato. Por lo menos CFK no ha designado ni señalado alguno. Es más, la situación preelectoral asigna más posibilidades a candidatos no K dentro de las propias filas o fuera de ellas. El voto peronista está fragmentado, y el consenso propio no alcanza.

 

Mientras tanto,  la administración del país sobrelleva una serie de desafíos provenientes de lo económico con su repercusión social y política. Estos desafíos coyunturales, inciden significativamente por la fuerte intromisión del corto plazo en el proyecto de largo plazo. Nuestro país vive una situación de desaceleración en lo productivo, caída en la creación de empleo, derivado de un enfriamiento de los mercados, una alta necesidad de divisas, dificultades en lo fiscal y en el ritmo inflacionario, disminución del superávit comercial en los últimos meses. La propia encerrona generada en la contradicción capitalista de la decisión sobre la deuda externa.  

 

El gobierno apeló, lógicamente, a algunas herramientas que ofrece el sistema capitalista dentro del cual se encuentra comprendido. Ante las acechanzas inmediatas recurrió a lo posible, lo cual es políticamente aconsejable, manteniendo el discurso autonomista. La reestructuración de la deuda y su relación con los organismos multilaterales,  tiene por fin acceder al mercado de capitales y obtener inversiones.

 

Por supuesto que el sistema internacional nos recibe con los brazos abiertos, a pesar de las contradicciones generadas por el fundamentalismo del juez Griesa, que afecta al todo del sistema financiero internacional.

 

La situación, la disputa,  podría ser más equilibrada si hubiera acumulación orgánica de fuerzas detrás del proyecto. Pero eso no es así y durante estos años bastó, o se creyó que bastaba, con el poder electoral ocasional, con la capacidad decisionista del gobierno, con el apoyo del peronismo burocrático, los bloques legislativos y de una militancia fervorosa. Desde hace años que venimos solitariamente avisando que es insuficiente. Hoy tenemos que actores históricos indispensables, como los empresarios nacionales y la clase trabajadora organizada, no se encuentran encuadrados en el kichnerismo y son fundamentales para el proyecto.

 

Construir poder en ambos planos

 

El régimen político cumple su cronograma, y el año próximo inexorablemente el kirchnerismo sufrirá una pérdida irremediable. La Presidenta no podrá ser reelegida, por lo tanto, se hace muy dificultoso asegurar alguna forma de continuidad. Continuidad en riesgo por varios motivos: primeramente hoy no se cuenta con las mayorías electorales del 2011, y en segundo lugar, hay algún candidato del peronismo/kirchnerismo, con presencia competitiva, pero que envía señales de su diferencia.

 

O sea, la continuidad está amenazada por afuera y por adentro. Algunos especulan con un repliegue táctico, por eso prefieren un ganador que transparente su conservadorismo y no que confunda al peronismo. Esto tendría algún grado de seguridad si contáramos con poder popular como para jaquear a dicha y futura administración.

 

Para nosotros, el objetivo es asegurar las mejores condiciones posibles para preservar los logros de la etapa y mantener el propósito del proyecto. Puede ser un error del pensamiento lineal creer en un interregno macrista, que sea un escalón para nuestra victoria en el 2019.

En ese objetivo, y en función de un programa de raíz popular y progresista, sería necesario reflotar una práctica habitual en el peronismo electoral, que es la constitución de un Frente social y político, en circunstancias en que aliados no sobran.

 

Pero, en el otro plano, el plano de la organización del poder popular por fuera del Estado, también hay que construir mayorías como para acceder al poder, o  recuperarlo, desde alianzas políticas y/o sociales. Si bien sabemos que hoy las circunstancias de la etapa actual del capitalismo y la democracia, impiden repetir aquellas experiencias de posguerra, esto no impide generar diálogos y acuerdos políticos, para así fomentar una mesa de acuerdos sociales entre el empresariado nacional y la clase trabajadora organizada. Pero la ausencia de una conciencia de construcción política, nos muestra la fragmentación en lo que sería la base social del proyecto nacional y popular. Hay fuerzas políticas, que no son la derecha, que se fueron perdiendo en el camino, y que es necesario volver a convocar. 

Como vemos, hay una enorme tarea por delante, y debemos operar en los dos planos de la realidad, una claramente institucional-electoral, en función de la aspiración de mantener el gobierno o preservar lo conquistado; y el segundo plano, más profundo, supone la incidencia del proyecto político económico y social que constituye la índole del peronismo y del kirchnerismo. Las fuerzas de la oposición económica, social, política y cultural han mostrado en estos años su capacidad de daño y cuentan a favor con los dominios globales en las que se encuentran comprendidos. Sin embargo, también presentan las contradicciones que se manifiestan a nivel global. No tienen otro proyecto que no sea bailar al ritmo que le imponen las hegemonías mundiales. Ante una oposición muy débil, el kirchnerismo/peronismo sigue siendo el principal actor de esta etapa de la argentina contemporánea, con sus aciertos y sus asignaturas pendientes.

 

Todo apunta a la edificación y construcción, más allá de lo ya realizado. Con la presencia de los partidos populares congelados no es suficiente, si no se logra un anclaje en la sociedad nacional para contar con las fuentes de la energía transformadora.

 

*Sociólogo y analista político

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