Discursos y dominación
Friedensreich Hundertwasser: “30 Days, Fax-Image
Los discursos responden a relaciones de poder que se naturalizan y se vuelven invisibles. Y esos discursos dominantes modelan las sociedades. Nuestra forma de ver el mundo, la forma de situarnos en él, la idea de felicidad y de sentirnos seguros, son construcciones discursivas. Las sociedades tienden a darle un fundamento externo a las prácticas discursivas, lo cual vuelve al pensamiento dominante, incuestionable. Pero en determinados momentos históricos se dan procesos de autonomía, y es en ese marco en el que podemos cuestionar, modificar y resignificar los discursos dominantes.
Por Roberto Samar*
(para La Tecl@ Eñe)
Pensamos la realidad a partir de discursos sociales dominantes que construyen las sociedades. Estas construcciones en general las heredamos de nuestros antepasados, pero también las fortalecemos desde la industria del entretenimiento: Los medios de comunicación hegemónicos, los videos juegos, las películas y series televisivas consolidan miradas del mundo que reproduciremos en acciones cotidianas.
Obviamente, muchos de estos discursos responden a relaciones de poder que se naturalizan y se vuelven invisibles.
A modo de ejemplo podemos tomar la invisibilización de los pueblos originarios que habitan en nuestro territorio y la idealización de los países que nos dominaron. Esto se evidencia en frases que recorren nuestro sentido común como: “Los Argentinos descendemos de los barcos”. Cuando en realidad el 56 por ciento de los habitantes de este territorio tiene sangre de los pueblos originarios. Como lo demostró el estudio que desarrolló el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires.
Asimismo, esto se evidencia en discursos científicos, los cuales también están atravesados por relaciones de poder. Como las prácticas nefastas de exponer los cuerpos de líderes de las Comunidades Indígenas en el Museo de Ciencias Naturales de la Plata.
También en la escuela naturalizamos miradas de nuestros dominadores cuando estudiamos el planisferio desarrollado en Europa. Donde el centro son ellos. Mientras nuestra región se encuentro abajo y al costado. Disminuidos en nuestro tamaño. Como una metáfora de cómo quieren que nos veamos.
Como señalaba el pensador Arturo Jauretche, “los planos, los mapas y los planisferios han sido ideados en el Hemisferio Norte. Entonces el Hemisferio Norte está arriba y el Sur, abajo. En el infinito estelar que este planeta navega no hay arriba ni abajo; son los espectadores de la navegación los que resuelven qué es arriba y qué es abajo”.
Otro discurso que compramos de los países del Norte es “la Criminología Mediática”. Según el Dr. Raúl Zaffaroni, este es un discurso que nace en Estados Unidos y se expande por el mundo. El cual nos lleva a pensar en un mundo bipolar, dividido entre buenos y malos. Donde se construye un chivo expiatorio sobre el cual canalizamos nuestros miedos y prejuicios.
En Estados Unidos, éste lugar lo ocupan los negros y los latinos. En Europa, los migrantes de África. En nuestra región, son los jóvenes en situación de pobreza.
Este relato, como toda construcción discursiva incide en las prácticas. El detalle es que el sistema penal no detiene a “los malos”, sino que afecta directamente a las personas con carencias (sean de recursos económicos, intelectuales, de capacidad laboral). Porque el sistema de detención se aboca a los casos más fáciles y a los que cuentan con menos herramientas para defenderse. Según el Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución Penal del año 2007, se sostiene que en el plano educativo, el 47 por ciento tiene sólo el primario completo y hay un 23 que ni siquiera logró terminarlo. Asimismo, el 55 no tenía profesión ni oficio al momento de la detención. En el mismo sentido, cabe aclarar que el 58 por ciento de los detenidos son procesados, es decir son técnicamente inocentes.
En el mismo sentido, coherente con esta mirada, aumentamos nuestra cantidad de presos. En el año 1996 teníamos 25.163 presos y en el año 2012 llegamos a tener 62.263. Es decir, como sociedad, tenemos mucho más del doble de los presos que teníamos a mediados de los 90. Sin embargo, no nos sentimos más seguros. En realidad, paradójicamente cada vez pareciera que tenemos más miedo.
Claramente, más allá del pedido de aumentar las penas y la cantidad de presos, no se generó más seguridad.
Asimismo, la cárcel genera efectos que muchas veces dificultarán aún más la inclusión pos penitenciaria. El haber estado preso es un estigma, a esa persona se le dificultará vincularse con su entorno familiar, con sus vecinos, con sus afectos. También le será difícil conseguir un empleo.
Otro discurso/práctica naturalizada es el consumismo. Sintetizado en: “ser es tener”. Donde la felicidad va asociada a la obtención de objetos. En ese sentido, la discriminación social a personas que están en situación de pobreza es una práctica cotidiana. Según el Mapa Nacional de la Discriminación 2013 del INADI, “85 de cada 100 encuestadas/os considera que en la Argentina se discrimina mucho o bastante a las personas pobres.” Es decir, jerarquizamos, excluimos, aislamos a las personas en función de su capacidad de compra.
Nuestra forma de ver el mundo, la forma de situarnos en él; nuestra idea de felicidad y de sentirnos seguros son construcciones discursivas. Por lo cual, las podemos cuestionar, modificar y resignificar.
En ese sentido, según el filósofo Cornelius Castoriadis, la mayoría de sociedades humanas son instituidas dentro de la heteronomía, lo que es decir, “dentro de la ausencia de autonomía”. Esto significa que a pesar de que las instituciones, las normas, la moral, la definición de lo que está bien y de lo que está mal son construcciones de los hombres; muchas sociedades tienden a darle un fundamento externo, lo cual vuelve al pensamiento dominante incuestionable.
En la actualidad estamos viviendo un momento histórico de gran autonomía. Un momento de ampliación de derechos producto de conquistas colectivas. La ley de Matrimonio Igualitario, la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Educación en Contexto de Encierro, la Ley de Identidad de Genero, la Ley de servicios de Comunicación Audiovisual, entre otras.
El desafío es animarnos a seguir pensándonos autónomamente y continuar profundizando los cambios desde nosotros mismos.
*Licenciado en Comunicación Social UNLZ-Docente de la UNRN
@robertosamar