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Los señores del odio

El narcotráfico colombiano pasa drogas a través de Venezuela, con toda facilidad y sin correr el riesgo de recibir un solo disparo, gracias a que los militares bolivarianos son infinitamente corruptos: no es discurso de un recitador de la CNN, ni un cable de la AP, ni un artículo multiplicado en el Grupo de Diarios América, ni una tapa del “prestigioso” El País de Madrid. Es de una telenovela que se transmite a millones de hogares, Made in USA.

 

Por Hugo Muleiro *

(para La Tecl@ Eñe)

Los latinoamericanos somos testigos del combate despiadado de los grandes productores de información mundial contra los gobiernos populares de América Latina, con un énfasis particularmente furioso, pestilente en su odio y desprecio, contra el presidente venezolano Hugo Chávez. Su sucesor, Nicolás Maduro, también es objeto de andanadas sostenidas, así como los demás gobernantes que, cada uno en su medida, con sus matices y según sus convicciones y estrategias diversas, desafiaron uno o algunos de los formatos políticos, económicos y culturales dispuestos para la “aldea global”.

 

   Normalmente tenemos a la vista dos modalidades centrales en los flujos que garantizan la colonización: la producción, difusión y reproducción de mensajes de la actualidad informativa, en todos sus órdenes, y la de los contenidos culturales y de entretenimiento que, como está analizado y estudiado, transportan y diseminan una forma de concebir el mundo y las conductas que se deben seguir para pertenecer a él.

 

   Aceptando que los precedentes son unos enunciados presurosos y generales sobre un sistema de comunicación de altísima complejidad, se podrá coincidir sin embargo que está menos frecuentado el recurso de utilizar la ficción, desde el centro a la periferia, para la denigración política directa, destinada a impactar en el público sobre temas del presente.

 

   Eso es lo que está sucediendo actualmente con la ficción “El señor de los cielos”, que está en su segunda temporada por Canal 9 de Buenos Aires, y que pretende incursionar en la modalidad ya explorada por la televisión colombiana con Pablo Escobar: una ficción estructurada con un supuesto apego a la trayectoria real del capo narcotraficante.

 

   Este producto, “El patrón del mal”, exploró la fórmula de filtrar mensajes propagandísticos funcionales a la ultraderecha política y militarista, de Latinoamérica y Estados Unidos:  la escena más burda, entre varias, fue aquella en que el propio superpoderoso narco asume, a pesar de tener varios ejércitos a su disposición, el riesgo de atravesar fronteras en una avioneta, y más aún se toma la molestia de entregar en persona un cargamento de cocaína a un general del Ejército nicaragüense, que en el acto le paga millones de dólares. ¿El testigo? El piloto, un agente del bien, un espía, obviamente norteamericano, porque la gran moraleja de esa historia es que los latinoamericanos son por completo incapaces de combatir al narcotráfico, más bien lo propician y apoyan por naturaleza y casi sin excepción, y por lo tanto es ineludible que vengan los salvadores del norte a ponerle fin al desarreglo.

 

   Ahora, en “El señor de los cielos”, el narcotraficante Arnaldo Casillas está en Colombia, donde dirige un laboratorio de enorme capacidad de procesamiento en la selva bajo control, obviamente, de las FARC. Como el envío de la droga a Estados Unidos se complica al aumentar la seguridad tras los hechos en Nueva York y Washington en septiembre de 2001, resuelve penetrar el mercado consumidor europeo y para eso recurre a ayuda venezolana, para hacer que los cargamentos lleguen a embarcar en la costa atlántica. Llega, así, a una base militar de ese país y al hacerlo comenta que ha sido muy fácil pasar la frontera. “Cuando el Ejército colombiano aprieta, está bueno tener facilidad para entrar a Venezuela o Ecuador”, recita el personaje, como si el guión lo hubiera escrito un oficial del Pentágono o Álvaro Uribe.

 

Más aún, negocia con un general venezolano y, cuando éste le reclama su parte en el negocio, le dice que eso “es algo que tienen que arreglar el secretariado (de las FARC)  con el comandante presidente”. En suma, es Chávez en persona quien, con los dirigentes de la organización guerrillera colombiana, dirige el narcotráfico que los norteamericanos están intentando impedir.

 

   La empresa estadounidense Telemundo es la productora de “El señor de los cielos”. No sería para escandalizarse si se comprobara que hay un guionista suficientemente ignorante e idiota como para creer honestamente en esta versión de los hechos y reproducirla. Sin embargo, conviene revisar qué es Telemundo, con sede central en West 8th Avenue de Hialeh, un suburbio del condado de Miami, Florida.

 

   Nació de las manos de Ángel Ramos, un empresario de Puerto Rico que saltó al negocio televisivo como propietario del diario El Mundo y de WKAQ-FM, más conocida como “Radio El Mundo”, aquél el de mayor circulación y ésta la de mayor audiencia en el territorio ocupado por Estados Unidos. En suma, una posición dominante. El emprendimiento prosperó en varios estados y las alianzas con otros grupos, así como las idas y vueltas en los capitales accionarios, tienen una orientación ideológica invariable. Sólo como ejemplo, a fines de los 80 contrató los servicios noticiosos de CNN y a mediados de los 90 desarrolló Telenoticias, en sociedad con Artear de Argentina, Antena 3 de España y Reuters.

 

   En 2002 fue adquirida por NBC por 2.700 millones de dólares y se creó Telemundo Televisión Studios Miami. Seis años después hizo un acuerdo por una década con el grupo mexicano Televisa, el fabricante del presidente derechista de ese país, Enrique Peña Nieto, para que mil horas de producciones de Telemundo pasen por Televisa, con sus canales de aire, de cable y satelitales. Otras alianzas empresariales que desnudan la ideología y los propósitos del grupo: Atresmedia, RedeGlobo, Caracol TV, Televen, TVN Panamá, TV Azteca. Y, hasta 2007, estuvo en sociedad con RCTV, el canal cuya licencia no fue renovada por el gobierno de Chávez, en un conflicto que puso a toda la derecha y ultraderecha continental a combatir al gobierno venezolano.

 

   El mexicano Emilio Romano es el jefe de Telemundo, aunque está próximo a dejar el cargo por decisión de sus superiores de Comcast, la empresa que reúne ahora la mayoría del conglomerado NBC-Telemundo. Es probable que no tenga problemas para conseguir conchabo: en su palmarés figuran cargos de conducción en Televisa para, a partir de ello, escalar a funciones directivas en el Ministerio de Finanzas de México, como director general de política fiscal y negociador en el proceso que luego llevó a ese país al acuerdo de “libre comercio” con Estados Unidos y Canadá, NAFTA en su sigla en inglés, la sepultura para vastos sectores productivos mexicanos. Asimismo, fue director de Mexicana de Aviación, la empresa que se declaró en quiebra en 2010 después de haber sido la más grande del país. Los gobiernos derechistas de México no hicieron lo suficiente para rescatar a la compañía, cuyo quebranto fue confirmado judicialmente este año.

 

   Quizá Romano pueda regresar a Televisa, o pasar a Univisión, la competidora de Telemundo en la generación de contenidos en español en Estados Unidos y México, o recalar en Globo o Clarín/Artear: siempre hay empresarios decididos a mentir, a embaucar al público tomándolo por imbécil, a tergiversar los hechos y la historia y a denigrar a los líderes populares.

 

*Escritor y presidente de Comunicadores de la Argentina (COMUNA).

 

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