La construcción de la multipolaridad
La caída de la Unión Soviética reconfiguró la realidad mundial en base a la hegemonía estadounidense. Este sistema unipolar está en pleno tránsito a un escenario geopolítico completamente nuevo. Tomar en cuenta los cambios producidos es indispensable a la hora de analizar las perspectivas políticas internacionales y aprovechar al máximo nuestras posibilidades de acción.
Por Tobias Rimoli*
(para La Tecl@ Eñe)
La caída de la Unión Soviética reconfiguró la realidad mundial en base a la hegemonía estadounidense. Este sistema unipolar, que se creía definitivo, está en pleno tránsito a un escenario geopolítico completamente nuevo. Tomar en cuenta estos cambios es indispensable para crear el país del mañana.
La guerra fría que durante décadas ordenó el mundo, con el Tratado de Balavezha en el ’91, llegó a su fin. A partir de esto, el esquema internacional rápidamente mutó a uno que podríamos dividir en 4 niveles: Supremacía (EEUU), elevada autodeterminación (Unión Europea y Japón), resistencia (China, India y Rusia) y dependencia (Resto del mundo).
La soberbia excluyente del nuevo capitalismo, combinado con la resistencia cultural y religiosa de muchas naciones, frenó la expansión de la globalización estadounidense. En esos márgenes es donde, años más tarde, surgiría un contrapeso al propio sistema.
El dragón
Allá en Oriente, con la muerte de Mao en el ‘76, el modelo de auto-gestión comunal chino fue reemplazado por una desregulación anarco-capitalista sometida a la política y coactividad del Estado y el Partido Único. Generaron, entonces, buenas condiciones a las fábricas multinacionales que crearon trabajo con salarios de 2 a 3 veces más altos que el promedio local, y eso a pesar de su miserabilidad (16% del salario mínimo estadounidense) que usaban para atraer capitales.
Esta 'economía de mercado socialista' (según la denominan) hace 3 décadas mantiene un crecimiento promedio anual del 10% del PBI y en 2016 habrá superado a EEUU en el liderazgo de la economía global. Esta nueva realidad pareciera reflejar una mera disputa de naciones por la propiedad del sistema financiero, pero no es tan así.
Sucede que gran parte de la dinámica y empuje de su economía interna radica en empresas del Estado, que se traduce en soberanía frente al capital, y a través de las cuales (por su gran sustento) adquieren deuda y traspasan capitales de la economía especulativa a la real. Por otro lado, incluso hasta más importante, es la forma de gobierno de las finanzas. En ese sentido, estas políticas se determinan por el Partido-Estado sometiendo lisa y llanamente los capitales a la determinación de la política; diferente a lo que sucede en EEUU donde las entidades financieras gobiernan la Reserva Federal; allí la “democracia” no llega a las finanzas.
China significa hoy día, la más grande amenaza al sistema vigente; y expresa no una política aislada sino un reflejo de cuantiosas tendencias alrededor del globo basadas en la recomposición de los Estados como ordenadores de la economía.
El oso
El rol de Rusia en la construcción de la multipolaridad es ineludible, e incide especialmente en la perspectiva político-militar, que se complementa a la presión económica del Dragón quien ha descuidado la materia, aunque no por ello sin intención ni mirada estratégica.
Desde el año 2000 el gobierno de Putin ha ido recuperando – paulatinamente - parte del nacionalismo y el antagonismo con EEUU que tuvo la URSS. Las empresas que van desde las petroleras hasta los principales medios de comunicación, pasando por las tecnológicas y de producción de armamentos, que durante los 90s fueron privatizadas, con Putin se recuperaron para el Estado. Este es el punto de partida a partir del cual se diagrama una política con muchas similitudes a la de la Guerra Fría.
LUKoil, Rosneft, Gazprom, Novatek y Sibneft son las principales hidrocarburíferas rusas a través de las que insertan cuantiosos gasoductos y oleoductos en la demandante Europa. Muy dependiente es este continente -pro EEUU y sistema financiero- de la provisión rusa y por lo tanto de su política.
Pero no fue sino con el freno a la invasión de Siria por EEUU y países europeos que aquella política internacional divergente comenzó una rápida consolidación. Día tras día, con la crisis ucraniana, las potencias se separan cada vez más y la lealtad al jefe unipolar ya no se respeta. A pesar de lo estratégico que es el territorio de los Balcanes, éste no es el principal distanciador, sino que son la cadena de represalias políticas, económicas y comerciales que se toman uno respecto al otro con esta excusa pero que radica -sin embargo- en discusiones de relación de fuerzas. Estas cadenas de represalias se pueden ver en EEUU y sus principales aliados con las ruedas de sanciones a empresas y diplomáticos rusos; y en Rusia con las contra-sanciones económicas-comerciales, en el acuerdo de provisión de gas a China por 30 años, la formación de la Unión Euroasiática, la eliminación del dólar para determinadas transacciones comerciales y las decenas de acuerdos en gira histórica de Putin por América Latina.
De todas formas, señalar como antagónicos a ambos sectores sería un grave error. Simplemente porque el resurgir de un nacionalismo se da luego de la victoria y globalización del otro, que también ha tocado al primero. La profunda discusión ideológica de otros años no existe, pero sí se reflotan los cuestionamientos sistémicos ya que el sistema estadounidense es el global y el ruso es el que militantemente lo viene a cuestionar.
En términos prácticos, el fin de la unipolaridad es una mutación de la correlación de fuerzas que induce cambios muy profundos. Partiendo de un cambio en la forma de diálogo entre gobiernos (pasar de ser ‘hermanos menores de’ a simples ‘hermanos’). De todas formas, obviamente la multipolaridad no significa un ‘beneficio directo’ a los países, sino que éste es un nuevo cambio en el orden mundial y aquellos que más inteligencia y capacidad tengan serán beneficiados. Aquellos a quienes agarre por sorpresa y no puedan adaptarse, saldrán perjudicados.
El Latino
El resurgir nacionalista e integrador de América Latina no es una cuestión menor en este nuevo escenario. Sucede que la política de la región está parada sobre las mayores reservas naturales de la humanidad en un contexto de consumismo desenfrenado y agotamiento generalizado de recursos. Con esto, aún más valor adquiere nuestra política para el mundo.
Aquello que surgió en el 2005 con el ‘no al ALCA’ fue creciendo por voluntad de las naciones, concertando políticas e incidiendo a través de acuerdos bilaterales y organismos integradores como el Mercosur, Petrocaribe, Alba, Unasur y Celac.
A pesar de ello, en los últimos tiempos la velocidad de este proceso ha disminuido con una nueva ofensiva del imperialismo. Financiando oposiciones y desestabilizaciones a gobiernos nacionalistas e inyectando capitales a países de gobierno aliado. La relación de fuerzas cambia más fuertemente con el Golpe a Lugo en Paraguay, el descenso de intensidad y pérdida electoral en Argentina, desestabilizaciones en Venezuela y la formación de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia, México y Costa Rica) en un nuevo intento por someter a la región a un TLC con EEUU.
Sin embargo, la inercia integradora es muy difícil de frenar y los países, por más incidencia del sistema financiero y de los EEUU que tengan, son forzados a formar parte de esta tendencia por lo menos en el corto-mediano plazo.
Lo multipolar
Con la aparición del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en estos últimos años, un mundo multipolar se va volviendo cada vez más palpable. Esta unión, además de incrementar su ‘fuerza dura’ (productiva, comercial, financiera y militar), busca procurarse una ‘fuerza blanda’ (política, simbólica, cultural y de disuasión) de la que carecen.
En cuanto al sistema financiero vigente, se pone realmente en discusión cuando el grupo forma su propio Banco de Desarrollo, un Fondo de garantía para crisis económicas y realiza acuerdos entre sus bancos de desarrollo locales. Esto además es un paso en favor de discutir la cuestión monetaria, dado que desde los acuerdos de Bretton Woods se ha adoptado al dólar norteamericano como referencia internacional y con la construcción de nuevas instituciones financieras transnacionales de peso, ancladas a poderosas reservas, se crean cada vez más condiciones para forzar un cambio.
En que la mayor cantidad de naciones logren crear una fuerza dura y una fuerza blanda, en base a la unidad, desarrollo nacional y formación de alianzas estratégicas, dependerá si el destino nos ofrecerá un mundo con mejores condiciones de vida, más representativo, solidario y democrático o continuaremos en la senda del colonialismo, la explotación y la exclusión estructural que nos ha llevado a una realidad en donde casi la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico de la población, y la mitad más pobre posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo (OXFAM).
Estar bien despiertos, tomar en cuenta la competencia de expansionismos y articular lo nacional con lo regional y lo foráneo estratégicamente, es indispensable para lograr la grandeza nacional a la cual todos debemos aspirar. Y la confrontación frente a los que les conviene una Patria chica, no es sino la misma lucha que contra el subdesarrollo y la dependencia. Ahora, a quienes no les convenga la Patria chica, aunque así no lo crean, han de ser seducidos para formar parte del futuro, o lo serán del pasado.□
*Escritor. Estudiante UNLP