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Política cultural

Desafíos para un gobierno venidero

El próximo gobierno enfrenta el desafío de cambiar el paradigma desde el que se percibe y produce la cultura. Detenerse en lo que se posee ya como propio constituye un riesgo. Se trata entonces de dar un salto cualitativo dede el cual generar nuevas miradas para una mejor sociedad.

 

 

Por Carlos Loran*

(para La Tecl@ Eñe)

Es difícil definir los logros de la actual gestión en materia de cultura.

 

Por un lado, la comparación se remite a una gestión anterior de idéntico signo político; estamos hablando de un extenso doble período de gobierno, antecedido por otros cuatro años de kirchnerismo también, con Néstor Kirchner al mando de un país en ruinas. Y, sabemos, cuando las arcas se vacían, lo primero que sufre es la cultura.

 

El enorme repunte económico tuvo, desde el inicio de aquella gestión en 2003, un acompañamiento cultural denso, sólido, sostenido por personajes venerados de la escena intelectual y artística vernácula. Se instaló, un poco por voluntad del poder y otro poco por necesidad social, la necesidad de una revalorización de lo argentino, tan vituperado por cierta cultura global, universalista y negadora de cualquier sentido de pertenencia, sostenida por las políticas culturales de los años 90.

 

Hubo una suerte de enamoramiento mutuo entre el kirchnerismo y los artistas "progres" y populares en general, que le dio identidad al Movimiento. Esa empatía fue acompañada por acertadas medidas gubernamentales (reconocimiento de derechos previsionales a actores y músicos, etc.). Algunos referentes de la escena artística se afincaron en el centro de la escena K para quedarse; otros fueron y vinieron con menor fervor o mayor sutileza. Aquellos enfervorizados, casi siempre llegados de la cultura popular, no eran ingenuos; se comprometían con un modelo que le daba a lo popular un espacio vital, dentro del Estado, que antes nunca se había presentido de tal modo. Los menos fervorosos, seguramente partícipes de sectores artísticos y culturales no tan populosos, esperaban el tañer de una campana que rara vez llegó a sonar.

 

En ese sentido, a mi entender, persiste una deuda o desafío que debería recoger el próximo gobierno. Por un lado, sostener esta colosal estructura de distribución federal de lo popular llamado Igualdad Cultural (por nombrar sólo un programa estatal de importancia nacional), y por otro, desarrollar programas con mayor ambición de calidad que de cantidad, más orientado a las artes marginadas y a las expresiones culturales experimentales, en busca de elevar el nivel de participación ciudadana y de difusión de dichas artes y artistas.

 

En este grupo, al que se le adeuda cierto protagonismo, incluiría a poetas y escritores ignotos, artistas plásticos no convencionales, músicos académicos (mal llamados "clásicos") no consagrados y experimentales en general, investigadores del pensamiento y la palabra, cineastas y documentalistas experimentales (la ficción ha tenido un espaldarazo que lo documental no político no tuvo), editores y editoriales alternativos, también llamados "undergrounds" por su denominación en inglés (más allá del buen trabajo que se viene haciendo para facilitar el desarrollo y distribución de revistas culturales), difusión de actividades como el ajedrez, las matemáticas creativas como saber y curiosidad (habiendo un Paenza, sería inteligente seguir aprovechando el envión), escuelas dramáticas y de danza no convencionales, y otras expresiones afines.

 

Hacen falta, también, micro emprendimientos culturales independientes, no atados a los deseos o juicios a priori del sistema, apoyados oportunamente por políticas de Estado; sociedades y fundaciones comprometidas con una Nueva Cultura Argentina, menos homogénea o unívoca, menos centralizada desde cualquier punto de vista, (recordemos al inclasificable Instituto Di Tella de los '60), apoyadas con absoluta libertad de producción por el nuevo Ministerio de Cultura creado hace poco, hoy dirigido por una cantautora de música popular. Este desafío requeriría de alguien con otro perfil que el de Teresa Parodi, actual funcionaria a cargo de esta cartera (en los pasillos del sciolismo suenan Telerman y Marioto, en los del macrismo, sin duda Lombardi). La decisión parece pasar por darle la batuta a un experto en artes o dársela a un experto en gestión. En mis preferencias, el primer perfil sería el más apto.

 

Sería también importante unir Cultura con Educación de una buena vez (hoy, que son carteras separadas); promover los círculos de debate en instituciones educativas; acercar personas idóneas en artes y cultura a los claustros para que charlen con estudiantes y docentes de todos los niveles, no sólo sobre bellas artes sino también de otras menos difundidas. No como algo excepcional o dislocado de la currícula sino como parte esencial del educar. Siendo docente, constaté desafortunadamente cómo se desperdicia talento y creatividad en las escuelas catalogando al arte como "entretenimiento" o "esparcimiento". Es importante, sí, que se lo relacione con el placer, el goce... Pero desconocer el enorme potencial formativo del arte es ignorancia pura. En eso también estamos dando ventaja como país.

 

Por sobre todo lo dicho, el gobierno entrante debe cambiar el paradigma desde el que se percibe y produce la cultura hoy. Ya no basta este afianzamiento de lo propio, este regodearse en lo que se tiene, en lo que culturalmente se es... Hace falta proponerse un salto cualitativo, dar el espaldarazo a lo que el arte puede ser; un generador de nuevas miradas, y por ende, de una mejor sociedad. El que venga a hacerse cargo de la cultura debería plantearse seriamente ser el factótum de la Neocultura Argentina, no ya de la cultura que es, sino de la que será. Todo gobierno quiere dejar huella; usualmente lo hacen construyendo moles, bodoques de cemento, bustos y otros mamotretos. Pero el verdadero legado siempre ha sido el cultural. Y si no, recordemos la cultura argentina de la segunda mitad de la década del 60, con sus movimientos verdaderamente avant-garde a la altura de los mejores del mundo. Hoy estamos lejos de ese paradigma, pero tenemos con qué. Hay una enorme fuerza creativa, una juventud bulliciosa con la energía necesaria, y una coyuntura económico-social única en décadas.

 

El momento es inmejorable. Solo falta la decisión política.

 

 

Buenos Aires, 9 de noviembre de 2015

 

*Lic. en Artes, escritor y traductor. Coedita la Revista Coartadas, de los Talleres de la Biblioteca Nacional

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