Carta IV a Ricardo Forster
En esta nueva carta que alimenta la conversación entre Jorge Alemán y Ricardo Forster, Alemán afirma que el peronista que se reconozca en el 17 de octubre, el legado de Evita, la Resistencia, las luchas de los trabajadores y la condición anti-oligárquica del mismo, no puede especular con la exclusión de Cristina Fernández sin incurrir en el puro pragmatismo y en un rechazo de la herencia peronista.
Por Jorge Alemán
(para La Tecl@ Eñe)
Querido Ricardo:
A tenor de tu carta anterior, comienzo por Europa y luego vuelvo a nuestro país. Hay muchas interpretaciones de Europa incompatibles entre sí, la que murió definitivamente en la Shoá y que ahora vive en sus retornos xenófobos marcando la agenda de los gobiernos neoliberales, la que se concibe a sí misma como sinónimo de institucionalidad, Estado de Derecho y lugar de mediación perpetua en aras de lo "gobernable", la que se siente con un destino histórico ligado a la esencia de la Democracia, la filosofía y la cultura occidental , la que vive en su eterna impotencia estructural con respecto a la "americanización" del mundo, la que entre sus archivos, patrimonios culturales y bellezas eternas nunca es susceptible de una invención política diferente a su conservadurismo institucional, la que ha borrado de su realidad cualquier acto instituyente y soberano, pero también la que sabe que hace mucho que su modo de ser es estar muriendo y lo hace con responsabilidad.
Y luego sus tradiciones intelectuales de las que hemos venido discurriendo en nuestro intercambio epistolar, donde veo con alegría que en paralelo se han sumado dos grandes amigos: Daniel Santoro y Horacio González. En cualquier caso, con respecto a Europa, como de distintas maneras lo planteas en tu carta anterior, estamos obligados a decidir nuestras lecturas, activas, tal vez híbridas y heterodoxas, apropiándonos de aquellas tradiciones que puedan fecundar aquello para lo cual ninguna hermenéutica europea puede ahorrarnos el trámite: desentrañar nuestro tiempo histórico argentino y latinoamericano. Así que me dirijo directamente a plantear mis posiciones para enriquecerlas con tu análisis, a sabiendas de que dado lo complejo y urgente de la situación, las mismas merecerán todo tipo de réplicas.
1) El peronismo ha muerto y precisamente como no es posible concebir la vida sin los muertos, sin el diálogo infinito con los mismos, sin su permanente legado, sin su herencia siempre a descifrar, el peronismo es una gran reserva de memoria histórica que obliga y exige lecturas muy atentas, no sólo historiográficas sino también filosóficas. Porque en aquél mundo de "alpargatas sí, libros no" se produjo uno de los acontecimientos intelectuales más importantes en la lengua española: el Congreso de filosofía del ‘49, donde en plena posguerra intervinieron Lowith, Gadamer, Mondolfo, Fink, Hypolitte, etc., y hasta el mismísimo Heidegger iba a ser de la partida hasta que consideró no muy aconsejable el viaje después de su infamia en Friburgo.
Como es sabido, Perón leyó al final su texto sobre la "Comunidad organizada" (de autoría incierta pero absolutamente afín a su pensamiento) donde enérgicamente criticó la "insectificación de masas" en el hombre de los países del Este y también el "individualista egoísmo americano" para dar así fundamento teórico a su famosa “Tercera posición” soportada en la postura filosófica del "Humanismo cristiano". Por cierto, así como no creo que la metafísica del Humanismo cristiano sea propicia para pensar actualmente en una lógica emancipatoria, tampoco veo a los peronistas absolutos muy decididos a renovar y poner seriamente al día esa doctrina.
Y no tengo dudas, conociendo la enorme función que cumplen en Europa las tramas simbólicas del catolicismo, que el peronismo fue nuestra religión popular, en el sentido etimológico del término "religare". Fue la arcilla que permitió la emergencia de un nuevo tejido social en la Argentina.
Pero, ¿quién es de verdad peronista hoy en el sentido fuerte y doctrinal del termino? Es evidente que el texto de Perón estaba recorrido desde un principio, como no podía ser de otro modo, por los distintos avatares específicos del capitalismo industrial y el socialismo real, ambos fenómenos históricos de la posguerra del siglo XX. Cada uno, inevitablemente, no tiene más remedio que ser de un modo u otro hijo de su tiempo. Así, el peronismo sufrió, y esto por razones estructurales que no voy a entrar ahora a explicitar, un doble proceso: por un lado fue debilitando su relato hasta quedar inmerso en las nuevas corrientes de época que emanan de la mundialización del capitalismo neoliberal que se presenta ahora sin alternativas que se opongan. La propia expresión "peronistas y kirchneristas" da cuenta de esa fractura, aunque se intente establecer un posible puente entre las mismas.
Por otro lado, es una buena noticia que "peronistas" (¿son peronistas?) del Frente Renovador hablen con los mismos argumentos que el kirchnerismo, después de todo es un efecto de las movilizaciones populares producidas por el enorme malestar de los procedimientos neoliberales del macrismo. Pero sólo se puede comprobar si verdaderamente dicen y hablan de lo "mismo" si más allá de las coincidencias narrativas se define la frontera antagónica que implica algo más que ganarle a Macri, aunque por supuesto esto sería importantísimo. En realidad lo que está en juego, como lo señaló Cristina en su primera intervención en el Senado, es la propia arquitectura jurídica de la Nación y sus propios cimientos.
2) En el gobierno kirchnerista se puso en juego un deseo: el de que ciertas transformaciones políticas, culturales y económicas establecieran un límite con respecto a la mundialización neoliberal que un eventual gobierno posterior de la derecha pudiese ejecutar sin ninguna barrera. Ese límite resultó ser frágil frente a la potencia neoliberal y, sin embargo, encendió las alarmas de establishment mundial. Basta con comprobar la práctica unanimidad absoluta de la prensa mundial frente al fenómeno K.
Los límites del kirchnerismo fueron frágiles y muchos llevan en la mochila lo que se "debería haber hecho y no se hizo". Aunque es verdad que costó un enorme esfuerzo construirlo, y de allí que permanezca latente su huella histórica. El gobierno de Macri no se propone dificultar al próximo gobierno con otra orientación que eventualmente lo suceda, sino dejar un país destruido que no se pueda gobernar. Esto atañe a la Diferencia entre Deseo y Pulsión de muerte en los proyectos políticos. El peronista en serio, que se reconozca en el 17 de octubre, el legado de Evita, la Resistencia, las luchas de los trabajadores, y la condición anti-oligárquica del mismo, no puede especular con la exclusión de Cristina.
Imaginar diálogos posibles que finalmente tengan como condición de posibilidad la exclusión de nuestra expresidenta es puro pragmatismo y un rechazo de la herencia peronista. Estaría defendiendo una esencia inmutable y ahistórica que choca además con el fuerte ímpetu fundacional que animó al propio Perón. Porque sólo en la interpretación de una herencia, de un legado, adviene una transformación radical de sus posibilidades y una apertura al porvenir de las mismas. Por ello, si son peronistas de verdad, es decir "herederos" según mi criterio y como lo proclama el famoso cántico popular, y aceptan que el enemigo es el Neoliberalismo y que éste implica la destrucción definitiva del país, deberían reconocer que el movimiento nacional y popular pasa por el liderazgo de Cristina.
No obstante, hago la salvedad de que se debe tener en cuenta la clásica diferencia entre liderazgo y conducción política. A partir de allí comenzaría un diálogo urgente que incluso incorporase otras voces nuevas, que sin incluirse en el kirchnerismo o el peronismo reinventaran una nueva fuerza política a la altura del drama actual. Mientras tanto, el kirchnerismo y el supuesto peronismo opositor aún pueden compartir su gran liturgia estética y ritual asumida con verdadero gusto y derroche de una energía incomparable. Pero, hoy por hoy, Cristina es el nombre de la plataforma de despegue de ese nuevo proyecto donde es cierto que quedan por dirimir cuestiones cruciales.
Nuevos diálogos, debates, discusiones a retomar, puentes a construir, todo esto es y debe ser posible si se tiene en cuenta que no se trata de una operación política sino del destino final de una Nación a merced de unos buitres.
Un fuerte abrazo,
Jorge
Madrid, 1° de enero de 2018