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Cambiemos o Roma restaurada

Cambiemos, el partido de derecha que con paciencia y mucho asesoramiento en áreas sensibles de las sociedades modernas, como lo son la comunicación, el marketing y la moda, ha conformado un gabinete de CEOs empresariales, banqueros y tecnócratas del eficientismo. Espera e incertidumbre ante las señales que envía a la sociedad el futuro gabinete.

 

 

Por Conrado Yasenza*

(para La Tecl@ Eñe)

I –PRO- Mercado

 

La derecha liberal argentina gobernará la república los próximos cuatro años bajo la coalición PRO-Radicalismo. Se ha dicho ya en varias columnas de opinión: Llega al poder luego de ser legalmente ungida en elecciones libres y democráticas, y con el plus de excepcionalidad que le otorga la realización del primer balotaje de la historia política nacional. La legitimidad dependerá del ejercicio en el poder.

 

Esta moderna derecha que se mira en el espejo retrovisor de los Estados Unidos de Norteamérica y sus aliados en el sur de la región americana, el emblema paradigmático es Chile, se expresa como un estadio superior del neoliberalismo que conocimos. Cambiemos, el partido de derecha que con paciencia y mucho asesoramiento en áreas sensibles de las sociedades modernas, como lo son la comunicación, el marketing y la moda, ha conformado un gabinete de CEOs empresariales, banqueros y tecnócratas del eficientismo. Un gabinete liberal gerenciado por sus propios dueños que permite avizorar un panorama político, económico y social radicalmente opuesto al capitalismo de aspiraciones industrialistas con el eje puesto en el mercado y el consumo interno, la generación y cuidado de puestos de trabajo, la redistribución del ingreso y la ampliación de derechos ciudadanos para las minorías. Cambiemos contará con los famosos 180 días que se le otorgan a todos los gobiernos. Habrá que ver cómo en el recorrido de ese tiempo se implementan las medidas de shock económico que fueron anunciadas durante la campaña electoral. El cronista escribe esta última frase y siente que da por confirmada una realidad aún no acontecida. Es cierto, tanto como lo son los mensajes que ese gabinete envía a la sociedad. También al interior de la propia coalición Cambiemos. Las señales, los conceptos de esos mensajes emitidos por distintos operadores políticos de Cambiemos, vienen haciendo su tarea de preparación para el shock – directo y frío, o con mayor o menor gradualismo – desde hace más de un mes. Allí reside la explicación a los aumentos de precios en productos esenciales de la canasta familiar como la harina y la carne, o el alza en los insumos básicos para la producción como lo son el acero, el plástico o el cemento. El aire se ha enrarecido de incertidumbre y el campo está preparado para implementar las “correcciones que la pesada herencia kirchnerista deja como saldo”.

 

El lenguaje sigue siendo uno de los territorios en disputa que funciona como ampliación del campo de batalla; en él, el discurso liberal invierte los riesgos, agrava los errores cometidos, escribe su relato de lo heredado, sus consecuencias y las inevitables correcciones (el ajuste económico, la devaluación, se denomina ahora con ese signo) que proyecta implementar. Los anuncios en campaña ya han preparado a la sociedad para escuchar este cambio discursivo. Quien escribe no puede afirmar que la memoria sea mero recuerdo y que no funcione como barrera defensiva a episodios antes vividos. Quiere creer que sí y que el electorado no le ha entregado al gobierno entrante la potestad de girar en descubierto. Desea creer que los electores, digámoslo, el pueblo, no se resignará a que el moderno liberalismo haga entrar en escena, con toda su remozada potencia, el alambique parasitario de la ley del mercado y los bancos. También está seguro de que la inocencia o la ingenuidad a esta altura de su vida y de la del país, se traduce de mínima en ignorancia y de máxima en estupidez.

 

De todos modos, habrá que esperar y ver para saber si es posible otear y comprender.

 

II – Sin salida

 

Al decir de Benjamin, para Robespierre la Revolución Francesa era entendida como una Roma restaurada. Roma cargada de un tiempo actual y no de una historia homogénea y vacía. La historia no es entonces una construcción que confía ciegamente en el progreso de la humanidad ni en el proceso mismo de la historia sujeta a ese tiempo homogéneo y vacío. La Roma restaurada de Robespierre es el salto en el continuum de la historia. Lo acontecido en este tiempo actual es que ese salto se ha dado bajo la égida de las clases dominantes – perdón si el lector percibe cierto tufillo a lucha de clases y marxismo -, clases reticulares que se expanden por el andarivel de las empresas trasnacionales, los bancos multinacionales y los organismos multilaterales de crédito. Esta reconfiguración del rol del Estado, de los procesos de producción y de reindustrialización, de redistribución de la riqueza (o de los ingresos) parece traer consigo un giro atado a esa historia homogénea, ortodoxa, que no ofrece una salida dialéctica porque ese tiempo actual, esa Roma restaurada, es el retorno a la esfera de las relaciones expresas de dominación, que conllevan para nuestro país la reasignación de funciones específicas en la diagramación de roles que el mercado internacional reclama para sí. El salto liberado en el continuum de la historia inaugura un calendario que ya no mide momentos de la conciencia crítica sino los costos y beneficios de esa semilla preciosa carente de sabor para las mayorías que no disfrutaran de su escaso valor nutricio. En esta instancia no hay materialismo histórico, ni objetos históricos vueltos mónadas a afrontar; la constelación de ideas que indican tiempo y movimiento se han cristalizado en uno solo de los movimientos, la detención, y ello no da chances para forma alguna de principio constructivo, salvo afeites de ocasión en áreas que no definen sustancialmente el desarrollo económico de un país. Esa Roma restaurada no es la de la Revolución Francesa. Es la restauración de un imperio cargado de un tiempo actual que, si bien no es igual, es similar a aquel atado al tiempo de la homogeneidad y el vacío, ese que obtura la salida dialéctica. En términos hegelianos: ¿Cómo entender racionalmente que una cosa pueda cambiar de apariencia y seguir siendo la misma cosa?

 

Contra lo que los sectores dominantes proclaman, las antinomias, las grietas, nunca se agotan, son posicionamientos que existen porque existe la vida en sociedad. La Roma que restaura Argentina no es la de la resolución de esas grietas por vía de argumentaciones contrapuestas sino por la  anulación de una de ellas. La salida dialéctica es como esa semilla preciosa pero sin sabor que el liberalismo nos ofrece como única respuesta.

 

 

Avellaneda, 2 de diciembre de 2015

 

 

*Periodista. Docente en la UNDAV (Universidad Nacional de Avellaneda) Director de La Tecl@ Eñe

Ilustración: Ana Juan, Cuentos esenciales de Maupassant.

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