top of page

La impersonalidad del poder o los tipos duros no bailan

Una entrega más de los diálogos entre Daniel Cecchini y Argañaraz. Ajuste, represión, molotovs, ley antiterrorista, peronismo y el poder impersonal.

 

 

Por Daniel Cecchini*

(para La Tecl@ Eñe)

.

Dígame, Cecchini, se acuerda de cómo se arma una molotov, me pregunta Argañaraz enarbolando una botella de etiqueta negra que acaba de manotear de mi refugio alcohólico.

 

Porque el tipo acaba de hacer eso: entrar en mi casa – y en mi conciencia -, buscar la botella y recién entonces interrogar.

Sí, me acuerdo, le contesto, y esa botella no sirve, es muy gruesa, corre el riesgo de que no se rompa, el vidrio es muy grueso.

 

Bueno, me dice, si hablamos de botellas usted anda bastante mal. Que ya no tiene de una malta y lo mejor que puede ofrecerme es una etiqueta negra.

 

Agradezca, le digo (ya he dicho infinidad de veces que a Argañaraz lo trato de usted para guardar distancia porque mi peor parte suele confundirse con la peor de él). Agradezca, la digo, que como viene la mano la próxima vez le voy a ofrecer Zumuva rosado con Mirinda y le voy a decir que es sangría.

 

Está bien, me dice, y no le creo. Usted va a tener siempre algo bueno para tomar. Pero – empieza y hace una de sus insoportables pausas – no me dijo cómo se arma una molo.

 

Nafta, aceite quemado y ácido sulfúrico, en ese orden, dentro de la botella, le digo y me doy cuenta de que me sacó, que no quería contestarle, como si Argañaraz no supiera armarla, pero ya está y sigo. Clorato de potasio (pastillitas para la tos molidas) y azúcar impalpable en el raviol de papel higiénico atado con una gomita o cinta scotch a la botella. Lo tira contra el piso o contra lo que se le ocurra y se prende…

 

Buena memoria, me dice y se ríe como se ríe Argañaraz conmigo, desagradablemente (con perdón del adverbio de modo). Y apura: si publica este diálogo, Cecchini, como están las cosas le pueden aplicar la ley antiterrorista.

Y usted tampoco vino a hablarme de esto, porque las molos no están de moda, le digo.

 

Pero los chicos pueden aprender, me dice desafiante.

 

Los chicos ni se las imaginan, Argañaraz, le contesto.

 

Claro, retruca, pero incendios vamos a ver muchos.

Estamos viendo, le digo, aunque parecen ser esos fuegos internos que no se hacen evidentes hasta que queman y ya es muy tarde…

 

Claro, me interrumpe Argañaraz (típico de él) para sacarme la enumeración: transferencia brutal de ingresos, endeudamiento externo por decreto, represión todavía selectiva… (Hace  una pausa para que yo diga algo pero no lo digo porque sé que lo va a decir). Represión selectiva. Fijesé cómo les dieron a los de Cresta Roja, dice, pero mejor ejemplo es lo de La Plata…

 

A ver, diga, le digo, porque me molestan sus pausas.

 

Fijesé lo de La Plata, por lo selectivo, dice. Doscientos cooperativistas – negros, con perdón de la discriminación - van a protestar porque les cortaron el laburo y los cagan a tiros. Tres días después van tres mil personas al mismo lugar – blanquitos, como usted o yo – y no pasa nada, los dejan pajearse contra los muros de la Municipalidad. El intendente los recibe y dice que va a revisar uno por uno los despidos. Todos contentos  ningún blanco herido… es como decir que todavía nos podemos entender en el ajuste.

 

No me gusta como habla, Argañaraz, le digo. Y Argañaraz se ríe mientras se sirve el tercer vaso de mi etiqueta negra porque sabe que no somos tan diferentes, que me estoy confundiendo con él.

No se haga el pelotudo, Cecchini, me contesta, usted se cuida porque va a publicar este diálogo… y yo le aconsejaría que no lo haga, agrega, porque le van a pegar por todos lados.

 

Ajá, le digo por decir.

 

De un lado lo van a acusar de discriminador, me dice sin esperar que yo diga otra cosa, y del otro le van a aplicar la ley antiterrorista… Porque acaba de poner en blanco sobre negro como se arma una molotov…

Se fue al carajo, Argañaraz, lo interrumpo.  Si quiere decir algo que me interese volvamos a las negras y  las blancas…

Sí, claro, me dice, ¿se acuerda de cuando nos rateábamos del Nacional y jugábamos al ajedrez?

Sí, le digo, ¿Y?

 

Macri juega con las blancas y tiene una estrategia agresiva, me dice.

 

No, me extraña de usted, Argañaraz, le digo, Macri no juega, es jugado. El poder es impersonal, lo atraviesa, es apenas un instrumento que será reemplazado.

 

¿No lo ve?, le pregunto. Macri hace el trabajo sucio que va por dos tangentes…

 

Sí, me interrumpe, una económica y otra política…

 

Ahora sí lo reconozco, Argañaraz, pensé que se había vuelto pelotudo, lo interrumpo yo. Y en un acto de generosidad le digo:

 

Siga.

 

En lo económico, Cecchini, me dice, no voy a abundar. La cosa está clara, como ya dijimos antes: brutal transferencia de ingresos, endeudamiento externo para financiar la fuga de capitales… en fin, que con cuatro vasos de su whisky para más no me da, en todo caso recomendemos que lo lean a Zaiat; en lo político, el macrismo se va a gastar rápido, el poder apenas lo utiliza, dice Argañaraz y continúa: acá se trata de destruir el modelo democrático burgués con pretensiones inclusivas que fue el kirchnerismo y lo van a destruir con el peronismo, porque el peronismo es una máquina cuya única ideología es el poder…

 

Y entonces, le pregunto aunque sepa la respuesta, simplemente para dejarlo hablar.

Entonces que el macrismo va a dejar de ser y cual ave fénix resurgirá el peronismo de derecha… la vuelta al bipartidismo de derecha… y todo bien.

 

Espere, Argañaraz, lo corto. ¿Y la resistencia?

 

Eso según lo que usted entienda por resistencia, Cecchini, porque lo que hay es espontaneísmo que busca paternidad y no puede construir desde las bases… Esperan dirigentes, y los dirigentes siguen jugando el mismo juego de siempre… los van a hacer bailar con su música.

 

Usted es un pesimista de mierda, Argañaraz, le digo y como estoy cansado y se acabó el whisky prefiero pasarme a la literatura. Dígame, le digo.

 

Diga, me dice.

 

¿Qué novela de Norman Mailer prefiere?, le pregunto.

 

La canción del Verdugo, que se aplica a estos tiempos, me contesta.

 

¿Vé?, le digo, ahí está la diferencia, a mí me gusta otra.

 

¿Cuál?, me pregunta socarrón.

 

Los tipos duros no bailan.

 

Buenos Aires, 14 de enero de 2016

 

*Periodista

bottom of page