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A dias del balotaje

El libro de arena argentino

Gran parte del humor social parece haber cambiado. El mensaje ideologizado es hoy el discurso que encarna el kirchnerismo. El desierto se atravesó y el oasis se vive como naturalizado. En este clima es que los mensajes programados en los manuales del marketing seducen a gran parte de la población que definirá la presidencia para los cuatros años siguientes.

 

Por Demián Verduga*

(para La Tecl@ Eñe)

El debate presidencial entre Daniel Scioli y Mauricio Macri dejó expuestas dos visiones de la Argentina que han transitado la historia y que en pocas ocasiones quedaron plasmadas de un modo tan nítido en el terreno político. Por las características del peronismo y el radicalismo, que albergan en su seno dirigentes para todos los gustos, las distintas visiones del país siempre habitaron en ambos partidos tradicionales y, por ende, siempre hubo lugar para la confusión. Así fue, por ejemplo, con Carlos Menem y con Fernando De la Rúa hasta que llegaron al poder. Ahora, al tratarse de Macri, el escenario quedó diseñado de un modo mucho más nítido. Quedó dividido entre el bloque político representante centralmente del sector exportador y del sistema financiero internacional y, del otro lado, el que encarna la industria que produce para el mercado interno, y a los sindicatos de los trabajadores de esa industria. Esta descripción es a grandes rasgos. Estos bloques tienen fisuras y fuertes contradicciones internas, lógicamente.

 

A lo largo de toda la campaña por la presidencia entraron en disputa dos tipos de discurso. El de Scioli podría caracterizarse como un mensaje más racional, en algún punto más “clásico”. El gobernador bonaerense habla de cuestiones concretas y en las últimas semanas puso el acento en exponer las posiciones que Macri tuvo a lo largo de los últimos 12 años, en los que se opuso a las políticas que impulsó el kirchnerismo y que tienen una alta valoración en la sociedad. La lista es conocida: estatización de las AFJP, de YPF, impulso a la moratoria jubilatoria, por ejemplo.

 

El periodismo dominante sostiene en estos días que Scioli se fue “kirchnerizando”. Pareciera estar de moda usar ese calificativo (kirchnerizado) para cualquier dirigente que muestre que las fuerzas políticas tienen diferentes visiones del mundo, de la sociedad, del rol del Estado. El debate ideológico parece haber quedado como un rasgo exclusivo del FpV.

 

En el caso del mensaje del PRO todo el acento estuvo puesto en que el elector confíe en Macri como persona. No se trata de que crea en las ideas que tiene, de convencer a la sociedad de que el camino que él propone es el mejor. Todo eso está puesto en un plano secundario. Las ideas, la visión de la política económica, la política exterior, la política social, son meros detalles porque “Mauricio” es una buena persona y viene para “darte una mano”. Incluso se muestra “flexible”, capaz de adaptarse a lo que “le gusta a la gente”. Por eso ahora quiere que Aerolíneas sea estatal, porque eso “le gusta a la gente”. Esta extraña conjunción, con elementos verdaderamente populistas, ha calado en amplios sectores de la sociedad. Es una campaña basada en despertar confianza personal, no ideológico-política.

 

Este discurso es la contracara absoluta del kirchnerismo, con su tendencia a historizar los procesos y los debates, a hablar de “modelos”, de justicia, de igualdad, de patria. Cuando la Argentina estaba hundida en el pozo al que la llevó el neoliberalismo, ese mensaje vehemente, encarnado en dirigentes vehementes como Néstor y Cristina Kirchner, era como un oasis en el desierto. Era un tipo de liderazgo que planteaba un camino, que decía cuál era el rumbo que había que retomar y que se había perdido. Era un mensaje épico, en el que habría que dar diversas batallas políticas para cruzar el desierto y llegar a una tierra en la que al menos sea posible vivir. El desierto se cruzó y el país reconstruyó en parte su tejido social y su industria devastada. El Estado recuperó en buena medida la centralidad que tenía antes del fundamentalismo neoliberal y se crearon nuevos derechos sociales y civiles. Este proceso fue como son todos los procesos humanos. Estuvo cargado de luces y sombras, contradicciones, errores y exageraciones.

 

Sin embargo, ahora, el humor de una parte importante de la sociedad mutó y busca la contracara de lo que necesitaba hace 12 años. Macri pudo captar ese cambio. La estrategia de Jaime Durán Barba siempre ha sido la misma. Esta vez coincidió con el clima social. El FpV sostiene que muchas personas votan al PRO porque no saben lo que el partido amarillo piensa. Esa es una verdad parcial. El asunto es más complejo. Una franja muy grande de la población opta por el jefe porteño porque no quiere escuchar ideas, no quiere que le hablen de modelos y de historia. Eso les ofrece Macri, que sólo mostrará su verdadero rostro si llega a la presidencia.   

 

 

Buenos Aires, 17 de noviembre de 2015

 

*Periodista                            

 

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