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Migrantes: Los condenados de la globalización capitalista

Estación de tren (1935),de Walter Ellison

Frente a la tragedia del hambre, la pobreza y las migraciones a nivel global, el gran desafío es globalizar la solidaridad y seguir luchando por revertir la tremenda paradoja del Siglo XXI que indica que 85 personas concentran la riqueza equivalente a lo que reciben por año 3.500 millones de personas.

 

Por Edgardo Form*

(para La Tecl@ Eñe)

En lo que va de 2015 cerca de 2.000 personas se ahogaron tratando de escapar de Libia hacia Lampedusa, y durante el último año alrededor de 100.000 consiguieron entrar a Europa por distintas vías, de acuerdo con estadísticas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

 

Esta misma entidad registró en 2014 un flujo de 214 millones de migrantes en todo el mundo. Una cifra por demás ilustrativa de un drama contemporáneo que está lejos de encontrar una solución eficaz y duradera, teniendo en cuenta que esas personas huyen de la pobreza, las guerras y las persecuciones étnicas y religiosas en búsqueda de un trato humanitario, comida y, para decirlo con palabras del Papa Francisco, las tres T: tierra, techo y trabajo.

 

Las potencias de Europa, al igual que Estados Unidos de Norteamérica, se han valido de los inmigrantes para realizar infinidad de trabajos poco calificados. Así, los mexicanos y otros migrantes de Centro América y el Caribe proveen al “gran país del norte” de mano de obra barata para las cosechas, las tareas domésticas, la limpieza de las calles y los espacios públicos en general, entre otras actividades que resuelven el bienestar cotidiano de los americanos blancos, anglosajones y protestantes.

 

Algo similar ocurre en Alemania con los turcos, o en otros países europeos con africanos de diversas procedencias.

 

Hace unos años pudimos ver la película “Un día sin mexicanos”, donde aparece claramente la enorme dependencia que tienen los gringos de las tareas que desempeñan estos vecinos situados al sur del Río Bravo, que como se sabe, están lejos de Dios pero cerca de los Estados Unidos.

 

Ante semejante situación, lejos de promover acciones destinadas a mejorar la calidad de vida de estos millones de seres humanos en sus países de origen, las potencias más desarrolladas adoptan medidas para impedir el acceso de esos exiliados por culpa del perverso modelo neoliberal que aún persiste en la mayor parte del planeta.

 

“Esta economía mata”, afirmó con su habitual tono pastoral el Papa Francisco durante el acto multitudinario realizado recientemente en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

 

En efecto, esa es la razón por la que un mundo capaz de producir alimentos para 12 mil millones de habitantes, o sea, cerca de cinco mil millones más de la población total, exhibe la escalofriante cifra de cerca de mil millones de seres humanos que padecen hambre crónica.

 

Esta es la tremenda paradoja del Siglo XXI y no parece resolverse a la brevedad, mientras 85 personas concentran la riqueza equivalente a lo que reciben por año 3.500 millones de personas.

 

Las estadísticas dan una dimensión del gravísimo problema, pero aún para las personas con sensibilidad social es necesario acompañar cada uno de estos números con las imágenes de los niños desnutridos y sus familiares harapientos intentando cruzar las fronteras que separan la pobreza extrema con la opulencia.

 

Hace unos años, quien escribe esta nota tuvo la oportunidad de pasar el límite entre San Diego, al sur de California, con el territorio mexicano camino a Tijuana.

De un lado, las autopistas impecables del Estado más rico del imperio. Del otro, centenares de “chicanos” esperando que oscurezca para cruzar hacia el sueño americano. Algo que se repite cotidianamente y frente a lo cual, el candidato republicano Donald Trump anticipa que de ganar las elecciones presidenciales en EEUU va a construir un gran muro y le hará pagar su costo a los ciudadanos de la patria de Pancho Villa y Emiliano Zapata.

 

Ese es el tipo de soluciones que propugnan los ideólogos del Tea Party, la expresión más brutal de la derecha norteamericana, pero no son los únicos. También están los nacionalistas xenófobos de Francia, o los neonazis alemanes, entre otros exponentes del pensamiento más reaccionario.

 

“Una idea que resulta eficaz para comprender la dinámica de la relación entre migración y la movilidad social es la metáfora del espejismo”, dice Jorge Miguel Veizaga Rosales*. “Como ilusión óptica, un espejismo es bastante particular, por una parte, si las condiciones físico-naturales que lo generan se mantienen constantes, y el viajero (en este caso, el migrante) no se ha dado cuenta de la ilusión podría continuar su marcha hasta el infinito o hasta que los permita su capacidad física, es decir, nunca logra alcanzar el supuesto oasis o paraíso imaginario. Por otra parte, si logra darse cuenta de que se trata de una ilusión, dicha constatación implica (inevitablemente) el sentimiento trágico o –cuanto menos- absurdo.”

 

“La globalización del siglo XX ha creado un mundo flagrantemente desigual de movilidad global del capital –mientras la inmigración de trabajo a los países ricos es altamente restringida. La gente pobre en los países pobres no es requerida como productores ni consumidores. Es una “población excedente”, una fuente potencial de inestabilidad y una amenaza a la seguridad de la inversión extranjera”, sostiene Kari Polanyi Levitt **

 

Una vez más recurrimos al planteo acuñado por el teólogo brasileño Leonardo Boff, al proponer ante una de las ediciones recientes del Foro Social Mundial, que en lugar de levantar la consigna de “otro mundo es posible”, habría que reclamar “otro mundo es necesario”.

 

En otras palabras, el gran desafío es globalizar la solidaridad. Es, al decir del recordado dirigente cooperativista Floreal Gorini, que “el camino hacia la utopía requiere muchas batallas, pero sin duda la más importante es la batalla cultural”.

 

De eso se trata. Demostrar que no sólo es necesario, sino posible organizar la economía con un sentido humanista, para que la riqueza, que es el fruto del trabajo, se distribuya con equidad, para que no haya ni una sola persona excedente en este planeta.

 

Buenos Aires, 30 de agosto de 2015

 

 

Las referencias han sido tomadas del libro "Contextos críticos – migraciones contemporáneas selección de María Luján Leiva, publicado por Desde la Gente, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.

 

*Jorge Miguel Veizaga Rosales. Graduado en Economía en la Universidad Mayor San Simón (Cochabamba) y Doctorado en Estudios del Desarrollo en la Universidad Autónoma de Zacatecas (México).

**  Kari Planyi Levitt. Profesora Emérita McGill University, Montreal, Canadá

 

 

*Diputado de la Legislatura Porteña.

Dirigente cooperativista

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