Editorial número 68 de La Tecl@ Eñe.
Raro como encendido…
PorAngelina Uzín Olleros.
Las semanas previas a las elecciones de octubre traen consigo raros fenómenos en el clima político y social. Estas inclemencias en los dispositivos organizados bajo las denominaciones de “oficialismo” o de “oposición” renuevan viejas rencillas y generan nuevos enfrentamientos mediáticos en el forzamiento de situaciones. Algunos editoriales en diarios y revistas de los últimos días aportan confusión al debate de ideas. Un título “Arde Tucumán” hace mención a las manifestaciones postelectorales en esa provincia denunciando el supuesto fraude electoral.
No resulta inocente el título, la muestra Tucumán Arde, realizada en 1968 –año del Mayo Francés y a meses del Cordobazo– por artistas de vanguardia rosarinos y porteños en la CGT de los Argentinos de Rosario y Capital Federal, denunció la pobreza provocada por los ingenios azucareros tucumanos. Una analogía tramposa que pretende comparar el clima político de esos años con la actualidad.
Esa estrategia comunicacional viene practicándose montada en una aparente continuidad en realidades sociales que son claramente diferentes, circunstancia que se ha convertido en moneda corriente de intercambio simbólico sumada a la división que algunos periodistas denominan “la grieta”, término que utilizan para definir la principal consecuencia de los años de kirchnerismo que dejan un país dividido como herencia para los futuros gobiernos.
La ciudad, en general, ha sido siempre una ciudad dividida. Hefesto dibujó dos ciudades en el escudo de Aquiles, una ciudad de la guerra y otra de la paz; desde entonces, la representación de la ciudad ha quedado ligada una y otra vez al pensamiento de lo que llamamos la cultura occidental, porque la ciudad griega es el signo bajo el cual nació la política como la entendemos hoy.
La política y la democracia crecieron en suelo dividido, de las partes que surgen de esas divisiones son hijos dilectos los partidos. Un partido es una parte que participa del mapa político en los procesos electorales actuales. La grieta es, como metáfora geológica, la escenificación arcaica de esa invención griega: inventar la ciudad es inventar la división.
Otro elemento que se pone en tela de juicio es el de las identidades políticas: a qué grupo, movimiento, partido o sector pertenece un candidato; los movimientos del suelo ideológico son comparables a la nutación del eje de la tierra; qué agrupación es considerada como fuerza externa y qué afecta a la atracción gravitatoria es el núcleo duro de los argumentos sobre la responsabilidad en la caída de los procesos identitarios de los grupos en pugna. Esta analogía nos acerca a la lógica utilizada para afirmar si el candidato es peronista o es kirchnerista, o si está más cerca de uno o de otro, haciendo responsables a grupos como la Cámpora de la pérdida de peso en las identidades del peronismo, o el justicialismo en el armado de la boleta oficialista.
En el sector opositor no es menor la crisis identitaria: radicales, socialistas, liberales, conservadores, se agrupan bajo diferentes denominaciones para luchar contra el oficialismo; aquí el peronismo queda en una zona pendular hacia uno u otro extremo ya que lo que se considera “oficialismo” es el Frente para la Victoria. La actual denominación “Cambiemos” agrupa a sectores provenientes de diferentes partes de partes que se han partido en el reparto electoral a punto de fragmentarse; la fragmentación opositora ha perdido toda identidad en su camino opositor, podemos advertir las dificultades para diferenciarse entre unos y otros. La foto de la oposición es la imagen de la ausencia de identidad político/partidaria.
Otro argumento es el de la ausencia de una verdadera representación política en la escena electoral. En principio, podemos afirmar que toda representación es una presentación ajena a lo representado, es decir, estar presentes indirectamente en aquello que alegóricamente nos muestra una realidad que no está presente por sí misma sino a través de otro, ya sea en forma de imagen, de metáfora, de relato. Como primera manifestación, la representación se encuentra expresada en la puesta en escena del teatro griego, los actores con sus máscaras ocultan su verdadero rostro y muestran otros rostros que representan aquello que está ausente en sí mismo. Apoyados en los coturnos que los elevan de su estatura real, los comediantes despliegan en el escenario una acción que intenta comunicar una situación ajena al individuo real que aproxima otras realidades.
En la Grecia Antigua la representación teatral es actuada en el drama de sus dos rostros: el de la comedia y el de la tragedia, montaje que se sustituye en otro escenario, ya político, de las Asambleas. En la Edad Moderna el término se refiere a la representación ciudadana de los comienzos en la organización de los Estados Nación, en los que el concepto de representación juega un papel preponderante: ligado a la sujeción de la ley, el representante de la ley, la obediencia a la ley, oponiendo la ley a la naturaleza, o mejor expresado, oponiendo la ley al estado de naturaleza en el que hipotéticamente los hombres viven fuera de la ley o sin ella.
En síntesis, no hay nada nuevo bajo el sol… frase que pertenece a una expresión de Ambrose Bierce: “No hay nada nuevo bajo el sol, pero cuántas cosas viejas hay que no conocemos”, problema tan remoto como el de la condición humana, la permanencia en el cambio. Por esto es tan importante aprender a pensar la multiplicidad histórica, el devenir de los sucesos sociales y políticos.
Siempre hubieron divisiones, la cuestión es definir qué tipo de división experimentamos hoy; siempre hubo crisis de identidades, qué identidades quedan y qué aspectos de esas identidades e identificaciones han cambiado actualmente es lo que debemos reflexionar; siempre la representación ha significado el juego de la presencia/ausencia, cuál es el nudo de la cuestión en el momento presente con relación a las ideas y acciones políticas es la cuestión central.
Forzar imágenes, nombres, mitos, conflictos para asustar a la población, para anunciar el regreso de pasadas catástrofes es parte del discurso canalla. Ver las imágenes, nombrar los actores políticos, renovar los mitos sin traicionarlos es la manera más franca y leal de la posibilidad de ser libres e iguales, esto significa, ir en camino siempre hacia la libertad y la igualdad. Hay argumentos que caen por su propio peso, otros por ser tan livianos se evaporan rápidamente en el mundo virtual.
Raro como encendido el clima político que algunos quieren utilizar para incendiar la ciudad, es seguramente un pálido relampagueo que demuestra la ausencia de ideas políticas potentes que definan identidades, que promuevan legítimas representaciones, que colaboren a diferenciarnos entre unos y otros agrupamientos, para encontrar las verdades que nos hagan dignos de nosotros mismos, siendo ciudadanos, sujetos de derecho, y como decían algunos abuelos: hombres de bien.
31 de agosto de 2015