El ombligo de Adán y las próximas elecciones
El ombligo de Adán pintado por Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina es una presencia que denota una ausencia sostenida en el mito del Dios creador. El ombligo alude lo que se quiere eludir con la representación del mito. Esta paradoja podemos usarla como una metáfora del ejercicio de la política de los sectores hegemónicos: realidades que el discurso transforma en ausencias. Los relatos y contrarelatos ven el ombligo de Adán, pero fundamentan su ausencia al plantear soluciones sostenidas en la ilusión que implica la existencia de un discurso disociado de experiencias que producen realidad.
Por Enrique Carpintero*
(para La Tecl@ Eñe)
La cultura consistió en un proceso al servicio del Eros que a lo largo de la historia fue uniendo a la humanidad toda. A este desarrollo se opuso -y se opone- como malestar, la pulsión de muerte que actúa en cada sujeto. Es por ello que la cultura permite crear un “espacio-soporte” intrasubjetivo y transubjetivo donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales establecen lazos afectivos, imaginarios y simbólicos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. En este sentido debemos dar cuenta de una “corposubjetividad” que se construye en la relación con un otro en el interior de una cultura. Con el concepto de “corposubjetividad” quiero aludir a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación. Pero también, cuerpos que producen signos -como plantea Spinoza- que son pasiones: efectos de acciones sobre los cuerpos, cuerpos que actúan sobre otros cuerpos; es decir, cuerpos que afectan y son afectados en el colectivo social (Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, editorial Topía, Buenos Aires 2014).
Ahora bien, esta cultura depende en cada etapa histórica de los sectores sociales hegemónicos que establecen una organización económica, política y social cuyo objetivo es reproducir las condiciones de dominación. De esta manera ejerce una “dominación simbólica” (Pierre Bordieu) para reproducir el orden social hegemónico en el reconocimiento y desconocimiento de la arbitrariedad que lo funda. En la actualidad del capitalismo mundializado esta “dominación simbólica” se basa en una cultura donde la crisis del tejido social y ecológico produce un imaginario social donde el futuro es vivido como una catástrofe, el pasado no existe y solo queda la perpetua inestabilidad del presente. Desde allí que el desvalimiento propio de cada sujeto se encuentra con el imaginario de una cultura que lo lleva a la incertidumbre y a la angustia que toman por objetos diferentes miedos, ya que lo único que puede ofrecer es la ilusión de la felicidad privada basada en el consumismo. Es aquí donde se inscriben los “Pánicos morales”.
Los “pánicos morales”
Existe un concepto clásico de la sociología que se ha retomado en los últimos años: los “pánicos morales”. Este refiere a campañas mediáticas que se sostienen durante determinado tiempo. En la actualidad están dirigidas al conjunto de la población afectada por la ruptura del lazo social cuya angustia social se fragmenta en diferentes miedos. El término “moral” indica que la amenaza es a una concepción de la sociedad que sostienen los sectores hegemónicos. De allí que los políticos de los partidos del poder encabezan campañas cuyas propuestas supuestamente suprimirían la amenaza. Las etapas para generar este “pánico moral” son: 1º) algo o alguien es definido como una amenaza a los valores que representan los intereses del conjunto de la sociedad (inflación, inseguridad, defensa de la instituciones, corrupción); 2º) esta amenaza se trasmite a través de los medios de comunicación de tal modo que su forma es fácilmente reconocible; 3º) se reproduce una rápida construcción de una preocupación pública; 4º) los políticos y los formadores de opinión deben decir algo al respecto (Thompson, Kenneth, Pánicos morales, U.N de Q. , Buenos Aires 2014).
Los medios de comunicación no informan de una manera sencilla. Las noticias deben ser consideradas como el resultado final de un proceso complejo en el que la clasificación de los temas y la forma de presentarse son realizadas de acuerdo a un conjunto de teorías socialmente construidas. De esta forma se garantiza la producción permanente de las ideas de los sectores dominantes cuyo objetivo es seguir reproduciendo el gobierno de las relaciones de producción capitalista. Para lograrlo se imponen palabras y frases cuya significación social alude/elude un conjunto de problemas que no se desarrollan directamente. Con estas palabras y frases al aludir/eludir los problemas reales genera la sensación de que existe la posibilidad de una respuesta clara y contundente.
Un ejemplo lo podemos encontrar en la significación de la palabra “inseguridad”. Esta se ha impuesto en las conversaciones cotidianas. Los medios de comunicación definen secciones sobre esta temática. Cuando un locutor va anunciar una noticia sobre algún hecho delictivo nos dice: “Nuevamente vamos a hablar de inseguridad”. Al anunciar la palabra “inseguridad” nos esta implicando en algo que nos afecta en la vida cotidiana. Sin embargo el problema es que dentro de esta idea se alude/elude una complejidad de hechos que requieren diferentes soluciones penales y/o sociales. No es lo mismo el asalto a una casa que una pelea entre bandas que trafican drogas; un asesinato que se produce en el interior de una familia que la muerte en una pelea entre “barras bravas”; situaciones que requieren la intervención policial de aquellas cuya intervención produce -por acción u omisión- un delito; delitos debido a la indigencia y el desamparo de aquellos que no ocurren en los sectores de alto poder económico. Con la significación de la palabra “inseguridad” la respuesta es única: más leyes represivas. De allí que se establecen lazos conectores simples sobre la base de elaboraciones ideológicas que preexisten en la sociedad ante situaciones complejas. Lo mismo ocurre con otros problemas sociales, económicos y políticos.
Este modo de funcionar propio de los medios de comunicación hegemónicos se encuentra con un gobierno que funciona en espejo al utilizar generalizaciones basadas en informaciones que se esconden o se tergiversan: los datos reales -entre otros- de la inflación, la desocupación, la pobreza, el trabajo precarizado; la corrupción de miembros del gobierno que nunca se menciona; la cifras de la deuda externa; una economía que se sigue sosteniendo en la producción de la soja y la minería contaminante. En definitiva, un gobierno que no pretende alcanzar una nueva forma de sociedad más allá del mercado y del Estado como promotor del consumo. Por ello en este laberinto de espejos donde lo que no se dice es reflejo de otras representaciones mediáticas determina un simulacro de realidad inmune a cualquier crítica racional. Nosotros o ellos. Ellos o nosotros. Supuestamente no hay otra opción.
La historia de los ombligos de Adán y de Eva
La utilización de palabras o frases que aluden/eluden realidades sociales, económicas y políticas las podemos encontrar en los partidos que representan los diferentes sectores de poder de la oposición y del gobierno. Para ejemplificarlo voy a utilizar la historia del ombligo de Adán.
Todos sabemos que el ombligo es la marca inevitable en todo ser humano nacido de una madre. Entonces ¿Por qué Adán y Eva tienen ombligo? Si Adán fue el primer hombre creado por Dios y Eva nació de su costilla no pueden tener ombligo.
Cuando en el Renacimiento Julio II le encarga a Miguel Angel pintar la Capilla Sixtina nos podemos imaginar su duda ante este detalle. La belleza del cuerpo humano predominó ante la revelación del mito que aparece en el Génesis: Miguel Angel pinto el ombligo en ambas figuras. La discusión entre los teólogos se desarrollaron durante siglos, pero todos los artistas en todas las épocas pintaron los ombligos de Adán y Eva sin esperar la teoría evolucionista de Darwin. Las justificaciones de los teólogos son numerosas: cómo una licencia estética; para poner a prueba la fe de los creyentes; para medir su margen de tolerancia ante lo irracional. Sin embargo pintar a Adán y Eva con ombligo no puede ser aceptado desde el punto de vista de la teología. De esta manera los ombligos de Adán y Eva se constituyeron en una realidad que contradice al mito de que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. El ombligo de Adán en el techo de la Capilla Sixtina es una presencia que denota una ausencia sostenida en el mito del Dios creador. El ombligo alude lo que se quiere eludir con la representación del mito.
Esta paradoja podemos usarla como una metáfora del ejercicio de la política de los sectores hegemónicos: realidades que el discurso transforma en ausencias. Aclaremos. No nos estamos refiriendo a un mecanismo de negación. Tampoco a negar que se niega. Lo que queremos señalar es la existencia de un discurso disociado de experiencias que producen realidad. De esta manera los relatos y contrarelatos ven el ombligo de Adán, pero fundamentan su ausencia al plantear soluciones sostenidas en la ilusión. Esto lo podemos observar en la campaña ante las próximas elecciones donde los candidatos se han convertido en mercancías que se diferencian por el modo en que se presentan en “bailando por un sueño”. De este modo la palabra dejó de ser el centro de la escena política. Todos los candidatos aparecen con una sonrisa cuya garantía es su propia presencia. Para ello se enuncian frases ambiguas que aluden/eluden los problemas que refieren: “Juntos venimos bien”, “Juntos podemos más”, por “Un país distinto”, “Podemos estar mejor”, “El desafío de seguir transformando”. Pero quien gana en este juego es Scioli donde en un cartel naranja escribe “Presidente”. Ahora produce una nueva definición cromática al agregar el celeste y blanco con la palabra “Victoria”. En esta perspectiva, es probable que en el ballotage tengamos que elegir entre el amarillo y el naranja/celeste y blanco. No importa. Igualmente vamos a tener que decir lo que plantea el personaje de una viñeta de El roto: “El mapa político ha cambiado, el de los problemas, no”.
Buenos Aires, 14 de Junio de 2015
*Psicoanalista, director de la revista y la editorial Topía. Su último libo publicado es El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, editorial Topía, Buenos Aires 2014.