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Del «se viene el zurdaje» al «good bye Lenin» 

Crónica de la pejotización del kirchnerismo

¿En qué puede perjudicar al FpV que el peronismo se haga más fuerte dentro de su propia estructura si al fin y al cabo FpV también es peronista? Probablemente nada en lo electoral, pero sí quizás en lo ideológico. Para entender mejor esta idea primero habría que preguntarse por qué hay un peronismo no kirchnerista; y quizás la respuesta habría que buscarla en la mismísima historia del movimiento en cuestión. Esa respuesta tiene un nombre: «pejotismo».

 

Por Flavio Crescenzi*

(para La Tecl@ Eñe)

1. Los inicios de una épica

 

En 2003, el Frente para la Victoria, una alianza electoral de origen peronista que tenía como fin sostener la candidatura presidencial de Néstor Kirchner, se presentaba por primera vez en sociedad. La coyuntura era difícil, ya que el país acababa de sufrir una de las mayores crisis económicas de su historia, producto de la escalada neoliberal de los 90, escalada que tuvo tanto a Carlos Menem como a Fernando de la Rúa de protagonistas.

 

Como todos sabemos, el destino quiso que Kirchner resultara electo presidente en 2003 con el 22 % de los votos, después de que Menem renunciara al balotaje. Como todos sabemos, el FPV llevó en 2007 a Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia, quien obtuvo en esa ocasión el 45,29 % de los votos. Como todos sabemos, también, el FpV llevó en 2011 nuevamente a Cristina Kirchner a la presidencia, tras haber obtenido el histórico resultado del 54,11 % de los votos. Lo que probablemente no sepamos a ciencia cierta es qué es el FpV.

 

Además de contar en sus filas con buena parte del peronismo, el FpV —más conocido como kirchnerismo— se ha caracterizado por reunir fuerzas provenientes de distintos espacios, en especial de la Unión Cívica Radical (como ejemplo de esto último bastaría nombrar a los Radicales K, la Concertación FORJA y el recientemente incorporado Movimiento Nacional Alfonsinista, liderado por Leopoldo Moreau). Asimismo, el FpV está integrado también por otras fuerzas políticas como el Partido Humanista, el Frente Grande, el Partido Comunista de la Argentina (Congreso Extraordinario), el Partido Intransigente, el Partido Verde, Nuevo Encuentro y el Socialismo para la Victoria. Menciones aparte merecen los movimientos sociales filokirchneristas y las organizaciones militantes como La Cámpora.

 

Por su configuración, podría decirse que el FpV se constituyó como un conglomerado de centroizquierda, y muchas de sus medidas de gobierno (si no todas) así lo demostraron; sin embargo, la categoría «centroizquierda», por eurocentrista y demodé, no sería del todo exacta. Se prefiere decir entonces que los Gobiernos del FpV fueron (y son) nacionales, populares y democráticos, artilugio discursivo bendecido por Ernesto Laclau y capaz de seducir por igual a simpatizantes de Gramsci, Yrigoyen y Perón, pero también de presentar un entramado simbólico convocante que esté en sintonía con las experiencias latinoamericanas de emancipación que Gobiernos vecinos vienen llevando a cabo de un tiempo a esta parte.

 

El inédito potencial político que el FpV poseía en sus primeros años fue paulatinamente haciéndose carne y realidad. En respuesta, los sectores reaccionarios de siempre comenzaron de inmediato a hacer su trabajo de erosión. Así, los medios dominantes comenzaron a hablar sobre el fin del ciclo kirchnerista, a instalar mentiras que después eran rebatidas, a llenar las páginas de sus diarios con denuncias falsas y acusaciones sin sustento, a presentar a la mal llamada «grieta» como una consecuencia del resentimiento populista, del odio demencial del «zurdaje» (tal como en su momento llamó al kirchnerismo la Sra. Mirtha Legrand), odio que terminaría por convertir a nuestro país en una nueva Venezuela.

 

Ahora bien, siempre creí que las categorías políticas «izquierda» y «derecha» estaban perimidas, no tanto por los argumentos simplistas del sistema dominante (que no olvidemos que es de derecha), sino por el azaroso origen de éstas (si, allá en el siglo XVIII, los diputados revolucionarios franceses que bregaban por los derechos de los desposeídos hubieran estado sentados en el lugar equivocado, hoy la historia de las ideologías sería otra). Con todo, puesto que aceptamos que el sistema dominante es de derecha, podemos afirmar que estas categorías existen, lo que nos lleva a la conclusión de que la izquierda, o centroizquierda, sería aquello que se opone al statu quo en la medida de sus posibilidades históricas y de acuerdo con la idiosincrasia propia del pueblo que representa. Siguiendo este razonamiento, aquella ideología nacional, popular y democrática que mencionamos más arriba vendría a ser la encarnación de ese fenómeno, y el FpV, la fuerza política que lo expresa.

 

2. Scioli, el mal menor

 

La fórmula presidencial Daniel Scioli-Carlos Zannini fue la única registrada por el FpV para las elecciones presidenciales de este año; Cristina no disputará ningún cargo; su hijo Máximo Kirchner será candidato a diputado nacional por Santa Cruz, Axel Kicillof por la CABA (seguido por Nilda Garré y Andrés Larroque), y Eduardo de Pedro encabezará la lista en la provincia de Buenos Aires. Fue el mismo Scioli quien informó que él había propuesto la nominación de Zannini y que la presidenta lo había aceptado. Sin embargo, en el seno del FpV las versiones son varias: están quienes avalan la declaración del actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires, están quienes dicen que desde la presidencia le advirtieron a Scioli que Cristina estaba esperando que él eligiera a Zannini como compañero de fórmula y están quienes cuentan que fue la propia presidenta quien sugirió el nombre de Zannini después de que Scioli le pidiera a ella que optara por alguno.

 

Como sea, lo que está claro es que la decisión de que el FpV presente una sola fórmula presidencial encabezada por Daniel Scioli fue tan acertada como polémica. Acertada porque con ella Cristina logrará asegurarse al mismo tiempo una victoria electoral y la continuidad del modelo, modelo que será custodiado por sus hombres de confianza (ya sea Zannini, ya los diputados de La Cámpora). Polémica porque si existía un hombre dentro del FpV que no representaba el espíritu, la mística y la épica del kirchnerismo ése era Daniel Scioli, cuyo único mérito reconocible es haber sido vice de Néstor Kirchner. Pero ¿acaso Randazzo era una mejor alternativa? Eso no lo sabremos nunca, pero me atrevería a decir que no.

 

Lo cierto es que, para sorpresa de muchos, Scioli empezó a hacer campaña y anunció, entre otras cosas, que en caso de ser electo presidente crearía el Ministerio de Derechos Humanos y el de Economía Popular. «Yo puedo y voy a hacer lo que haga falta. Sostener lo que haya que sostener. Profundizar lo que haya que profundizar. Cambiar lo que haya que cambiar. ¿Y saben qué? Lo voy a hacer a mi manera», dijo durante el acto de cierre de campaña en Tecnópolis. En ese mismo acto destacó el desendeudamiento, la creación de empleos, la reindustrialización, la inversión en educación, la creación de nuevas universidades, la repatriación de científicos, la recuperación de ANSES, la inclusión de jubilados, la política de derechos humanos, la inversión pública en obras y servicios, los créditos PRO.CRE.AR, la Asignación Universal por Hijo, YPF, Conectar Igualdad, Aerolíneas Argentinas y demás logros del kirchnerismo.

 

No cabe duda de que, pese a la renuencia de los sectores más progresistas del FpV, Daniel Scioli es el candidato ungido por el proyecto kirchnerista, el que intentará conservar lo logrado, pero también el que procurará darle un matiz desarrollista al neokeynesianismo de barricada de estos últimos doce años, al menos, hasta que haya una efectiva renovación generacional y aparezcan cuadros políticos más afines a la idea de profundizar sobre lo hecho. En definitiva, para muchos, la candidatura de Scioli es un mal menor; para otros, simplemente pragmatismo.

 

3. La pejotización del kirchnerismo

 

En las últimas PASO, la fórmula presidencial del FpV se impuso con casi el 39 % de los votos sobre el 30 % de la Alianza Cambiemos y sobre el casi 21 % del espacio que integra el massismo. Si bien estos resultados fueron bastante favorables para Scioli, el candidato declaró que para asegurarse en octubre el triunfo en primera vuelta tratará de obtener votos del peronismo no kirchnerista. ¿Qué significa esto? Nada para un hombre como Scioli, acostumbrado a la lógica de alianzas territoriales propias del duhaldismo en el que supo formarse; mucho para la idea que intentamos desarrollar al comienzo de este artículo.

 

Ahora bien, ¿en qué puede perjudicarle al FpV que el peronismo se haga más fuerte dentro de su propia estructura si al fin y al cabo FpV también es peronista? Probablemente nada en lo electoral, pero sí quizás en lo ideológico. Para entender mejor esta idea primero habría que preguntarse por qué hay un peronismo no kirchnerista; y me temo que la respuesta habría que buscarla en la mismísima historia del movimiento en cuestión; la respuesta tiene un nombre: «pejotismo».

 

Alguna vez el propio Néstor Kirchner explicó que el pejotismo era la antítesis del verdadero peronismo, es decir, la claudicación, el aparato corrupto, la traición y la transformación de un movimiento revolucionario en una estructura conservadora. Esta definición, si bien habla muy bien de quien la enunció, no deja bien parado a un gran sector del peronismo (punteros de barrio, barones del Conurbano bonaerense, gobernadores feudales, etc.), sector del que ni siquiera el FpV pudo liberarse. Las desagradables alusiones del precandidato a vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires Fernando Espinoza a su par Martín Sabatella, serían un ejemplo de esa estructura retrograda enquistada en medio del kirchnerismo, una estructura que, al igual que la Sra. Legrand, desconfía del «zurdaje».

 

Ganar una elección a riesgo de pejotizarse parecería ser la jugada del FpV. Y así van las cosas, de un lado están los de siempre; del otro, un kirchnerismo que corre el peligro de dejar de serlo para volver a tomar la forma  —ay, noble Proteo— del peronismo que le dio a su tiempo el empuje inicial. Esto, en un país mayoritariamente peronista, no debería sorprendernos; a lo sumo recordaremos con nostalgia en unos años el período en que lo nacional, popular y democrático quiso ser una bandera de lucha, para luego decir, con Julio Bárbaro (otro ilustre peronista): «good bye Lenin».

 

Buenos Aires, 1° de septiembre de 2015

 

 

*Docente, poeta y ensayista.

Perón, Evita, Néstor, Cristina y Gatica

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