Gobernabilidad y después
El kirchnerismo: más que el Titanic, el arca de Noé
El kirchnerismo transita su último año de gobierno luego de doce años sin que los problemas propios de los finales de ciclo, como siempre en nuestra historia, se evidencien. Incluso no podría hablase de “fin de ciclo”. El escenario es propicio para que la gobernabilidad del próximo gobierno pueda fundarse sobre la consolidación del orden de fuerzas sociales y económicas actual. Si esto no ocurre será por exclusiva decisión política de las nuevas autoridades.
Por Hernán P. Herrera*
(para La Tecl@ Eñe)
Vivimos una época distinta en la Argentina. Es el último año de un gobierno, que con sus dos presidentes, duró más de 12 años. Y sin embargo, no existen los problemas propios de los finales, como siempre en nuestra historia. Se podría decir incluso que no hay datos evidentes para que haya un final. Es posible que haya cuellos que superar, pero que el camino para ello pueda ser sostener los niveles actuales de distribución del ingreso y demanda, es algo absolutamente inédito en nuestra historia después de 12 años de poner al Estado en la misma dirección.
¿Qué quiero decir con todo esto? Es la primera vez que la Argentina vive un año electoral de previsible cambio en el núcleo de poder de gobierno, sin que ello sea visto a priori como un cambio fuerte de la lógica del Estado en la sociedad y la economía. Inédito, y esperanzador.
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No subió el desempleo, se mantiene debajo de 7%, cosa que permite tensiones en las paritarias a favor de los trabajadores (Confrontar Aspectos políticos del pleno empleo, de Kalecki).
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No bajó el poder adquisitivo de los trabajadores, quizá un poquito en 2014, pero nada significativo, en un mundo y en un continente donde esto empeora.
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No hay crisis explosiva del balance de pagos, se han conseguido dólares, posiblemente sería mejor conseguirlos vía cuenta corriente del balance, pero decían que no iba a haber dólares. Se sugería cerrar con los buitres, sin entender que no hay un escenario para ello (hay una cola oculta de otros buitres, y piden tasas destructivas). Se decía por tanto que no había crédito para el país. Pero todo esto se manejó bastante bien, como nunca. Las reservas llegaron a perforar los U$27.000M (abril de 2014), ahora están por alcanzar los U$34.000M. No es un dato menor. Eso permitió sostener el mercado interno porque frenó las presiones devaluacionistas (y por ende concentradoras del ingreso).
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No hay crisis política, hay debate, pero cuanto más cambio se propone para 2016 menos posibilidades de ganar y tener la sarten por el mango en 2016. El candidato a rey mundial en 2013, Massa, se desinfla. El candidato al cambio, Macri, no encuentra volumen electoral. Y ahora hasta Tinelli dice que CFK es una buena presidenta. El kirchnerismo parece más el arca de Noé que el Titanic.
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Bajó la inflación: un poco gracias al ingreso de dólares (fin expectativas de devaluación), otro poco por el aumento de tasas (menor consumo), otro poco por la nueva y pequeña (re)concentración del ingreso que generó la devaluación de enero de 2014, y otro poco más por Brasil y la baja de actividad regional, todo esto generó una demanda que disminuyó un poco en la Argentina, y eso, sumado a políticas correctas del Estado, detuvo gran parte de la inflación inercial.
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La AUH no es sólo un derecho que aporta a recomponer una situación injusta para las familias beneficiarias, además aporta a la consolidación virtuosa de un círculo en el cual aumenta el consumo, aumentan las ventas, aumenta la producción y por ende aumenta el trabajo.
Lejos de haber una bomba de tiempo, como le gusta decir a la derecha que defiende la restauración conservadora y el ajuste, cabe admitir que hay cosas para mejorar. El Estado logró hacerse fuerte, como protector de los trabajadores y promotor de beneficios sociales, la economía está saludable, por eso sólo les queda hablar de expectativas, por los fundamentos de estos 12 años no están en riesgo. Pero hay desafíos.
Se suele mencionar desde la ortodoxia que el crecimiento se ha estancado. En estos doce años el PBI real casi se duplicó, con inclusión, pero ahora el problema es que el crecimiento se estancó. Es cierto. Pero no debe hablarse del crecimiento como si fuera un fetiche. ¿Queremos el crecimiento con expulsión de mano de obra que obró entre 1991 y 1998 (57% de crecimiento, el desempleo estaba en 6% en 1991 y en 12,5% en 1998), o preferimos estancamiento, mientras no se pueda hacer algo mejor, pero sosteniendo la inclusión y los logros sociales? Pensémoslo.
¿Queremos una inundación de IED que va estar preocupada en negocios de baja absorción tecnológica, mercados cautivos y el giro de utilidades, y va a presionar en este sentido, o preferimos enfocarnos en el desarrollo del mercado interno con mayor infraestructura y promoción de la inversión y el desarrollo conducido por el Estado?
No cabe duda que debe darse mayor aire a la industria nacional, con más tecnología y más y mejores trabajos. No cabe duda a su vez que debe buscarse un balance de pagos sustentable, con mejoras en la cuenta corriente, es decir en una economía real que tenga al mundo como cliente.
Pero nada de esto se puede hacer de un día para el otro. Un poco por el contexto internacional y otro poco porque no se debe retroceder en bienestar social y capacidad de intervención del Estado, tanto en asignación de recursos de la economía como en locomotora del desarrollo productivo (ejemplos: YPF, producción para la defensa -Fabricaciones militares-, infraestructura, etc). Según algunos estudios las ramas que más sustituyeron importaciones en los últimos 12 años fueron productos lácteos, papel, madera y cocinas (y línea blanca en general). En un segundo escalón se encuentran las alimenticias, los productos metálicos y carrocerías. Al apoyo sobre estos sectores se puede sumar el agregado de valor sobre productos mineros como el litio.
En un contexto donde la demanda global no aumenta, suponer que existe una elasticidad aceptable que mejore las exportaciones si la producción es más barata en dólares es una fantasía. Esto puede replantearse en un clima de mejora regional. Por tanto tiene sentido trabajar, hasta que mejore la demanda global (la industria argentina mejora en sintonía con la región y el mundo), sobre el sostenimiento del mercado interno (manteniendo el poder adquisitivo de la población, el empleo y el valor del dólar) para mantener la demanda de la producción local. De este modo se cuidan los niveles actuales de bienestar. Para trabajar sobre la inversión, el camino de buscar créditos externos en función de obras de infraestructura conducidas o monitoreadas por el Estado (energía, transporte, etc.) resuelve el problema en el corto y quizá en el mediano plazo.
Del país desordenado que dejó la dictadura, que dejó el gobierno radical, que dejó el menemismo y De La Rúa, que en todos esos casos resultó en una crisis que perjudicó a los sectores populares, a este país de 2015 hay una diferencia abismal. En efecto, los últimos gobiernos y sus ciclos dejaron un escenario propicio al ajuste, crisis y excusas para más ajustes, que concentraron más la economía (porque las crisis se generan en las vísperas: 1975, 1988, 1999 a 2001). En cambio, el kirchnerismo consolidó un país donde no hay escenario propicio para el ajuste y el neoliberalismo. Siempre se puede volver a esa lógica de desempleo y desindustrialización, por ejemplo si gana un Macri, pero ya sin ninguna excusa dada por las políticas del actual gobierno y la macro actual. Hoy la continuidad es posible, en 1989 era imposible, y en 2001, por suerte, también.
El escenario es propicio para que la gobernabilidad del nuevo gobierno, para seguir avanzando, pueda fundarse sobre la consolidación del orden de fuerzas sociales y económicas actual. Si esto no ocurre será por exclusiva decisión política de las nuevas autoridades.
*Politólogo