Por qué otra vez el ajuste
El economista y docente Horacio Rovelli analiza la situación actual y el futuro inmediato de la economía nacional donde dos visiones están en pugna: Una, que exige la obtención de mayores ingresos comerciales para convalidar una suba de salarios; la otra; se basa en la defensa de nuestro mercado interno y en sustituir importaciones por producción local aumentando la inversiones que industrialicen el país.
Por Horacio Rovelli*
(para La Tecl@ Eñe)
"Sin pan y sin trabajo" - Ernesto de la Cárcova
En economía existen dos visiones diferentes y opuestas: La primera, y lo es por ser el discurso dominante y defender los intereses del capital, exige que en un país como el nuestro solo se pueda aumentar los salarios si se obtienen ingresos comerciales suficientes para pagar las importaciones.
Esto es, cuando aumentan los salarios en términos de poder adquisitivo de los trabajadores, que somos la amplia mayoría de este país, aumenta el consumo, con ello crece el PIB (aumenta la oferta para satisfacer ese consumo), pero al crecer el PIB, indefectiblemente se incrementan las importaciones, dado que no producimos todos los insumos que necesitamos; por ejemplo, una fábrica de dulces necesita soda solvay para la limpieza, bien que no producimos en la cantidad que necesitamos (lo mismo pasa con la energía, con el conocimiento técnico, etc. etc.).
La dependencia es tan grande que si tomamos un período largo de nuestra historia (1980 hasta 2014 inclusive), en promedio, por cada punto que crece el PIB, se acrecientan en 3 –tres- puntos las compras al exterior.
Si a esa relación estructural le sumamos el pago de los servicios de la deuda externa (pago de intereses y amortización de capital), que fue muy importante hasta el año 200, significando hasta 4 y 5 puntos del PIB, dado la hipoteca de la deuda que nos dejó la dictadura militar, tras el default y la quita del capital adeudado en los dos canjes realizados por el kirchnerismo (en los años 2005 y 2010) del 65% en promedio y el alargamiento de los plazos hasta el año 2038, se transformó en destinar al servicio de la deuda solo el 1% del PIB, lo que mejoró sensiblemente las cuentas externa (y permitió mejorar el salario)
Encima, nuestros empresarios compiten con los productores de Brasil, por ende, pretenden que el salario promedio nuestro sea menor al del hermano país, con lo que las remuneraciones al trabajo tienen doble limitación, por un lado las cuentas externas, y por el otro, el techo del pago a los trabajadores de Brasil.
La otra escuela, la nacional y popular, mal llamada populismo, se basa en la defensa de nuestro mercado interno y en sustituir importaciones por producción local. Para ello se asienta en la industrialización del país aprovechando la capacidad real y potencial de nuestra mano de obra (disciplinada y profesionalizada), por lo que torna necesario detraer recursos de la pampa húmeda (donde contamos con la tierra más fértil del mundo, demostrado porque la soja, por ejemplo, tiene un rinde promedio de 3 toneladas por hectárea, de las 32 millones de hectáreas cultivables, 20 millones se destinan a la soja, produciendo 60 millones de toneladas por año), con los cuales se subsidia a la energía, fuente de recursos primordial para la industria.
La competitividad industrial de Argentina se basa en la calidad de su mano de obra y en la energía más barata de la región. Techint se da el gusto de ganar licitaciones internacionales porque tiene los operarios más profesionales en las costuras de los caños, y porque recibe energía subsidiada por el Estado.
En pleno auge del modelo kirchnerista, año 2007 por ejemplo, los subsidios fueron de $14.600 millones (a un dólar promedio de $ 3,10 significaban U$s 4.700 millones), en el año 2015 superarán los $ 210.000 millones (unos U$s 20.000 millones), cuando la recaudación por retenciones del año 2015 se estiman por debajo de los $ 75.000 millones (unos U$s 7.000 millones). Con esto, lo que estamos afirmando es que en el modelo original del kirchnerismo las retenciones pagaban holgadamente los subsidios, y ahora en cambio alcanza a ser la tercera parte del subsidio.
Por ende, tratar de mantener la apariencia del modelo, esto es, seguir “tirando” de la demanda, implica déficit fiscal (que lo es prácticamente por el total de los subsidios), agravado porque los empresarios (y sobre todos los grandes) una vez utilizada la capacidad ociosa que tenían (fruto de la crisis del plan de convertibilidad, con trabajadores desocupados, plantas cerradas, maquinarias empleadas parcialmente), en lugar de invertir prefieren realizar el ejercicio que más conocen y más practican, fugar las ganancias obtenidas al exterior.
El modelo de defensa del mercado interno y de sustitución de importaciones funciona si son consistentes las variables macro, esto es, si el superávit comercial financia el ingreso de insumos críticos, parte de la inversión, y las cuentas públicas. Y deja de ser eficiente si se generan inconsistencias que se reflejan tarde o temprano en la llamada restricción externa.
La restricción externa se refleja a su vez en la falta de divisas; en el año 2011se gozaba de buena salud porque el superávit comercial acumulado permitió que se tuvieran reservas internacionales en el BCRA por más de U$s 52.000 millones, pero el gobierno para ganar las elecciones nacionales de ese año (la reelección de CFK) atrasó ex profeso el valor del dólar (vendiendo parte de las reservas del BCRA), pero en lugar de, una vez ganada las elecciones, replantearse el modelo (consolidar las variables macro), se prefirió continuar como si nada hubiera pasado. El resultado es el atraso cambiario, y otra vez la compra de divisas y la fuga de capitales. En octubre de 2014, por ejemplo, las reservas internacionales del BCRA habían descendido a U$s 27.299 millones (Casi la mitad).
EL FUTURO INMEDIATO
El marco descripto se complica si tenemos en cuenta la política de los EE.UU de acrecentar el valor del dólar para poder comprar insumos y energía barata, dado que en dos años a esta parte, el precio de la soja, que es nuestra principal producción y exportación, descendió, medido en esa divisa, un 30%; en mayor o menor medida pasó lo mismo con el resto de los alimentos (carne, trigo, maíz, arroz, etc.) y de las comodities (por ejemplo, los minerales: entre ellos el hierro, el cobre, la bauxita, etc.) y la energía (gas y petróleo).
Y decimos que se complica porque las grandes empresas químicas y comercializadoras de granos han logrado producir semillas en zonas semi desérticas como pueden ser las amplias sábanas africanas o el centro de Australia, sumado a que se siembra en el mato grosso y en áreas cada vez más alejadas de cultivo, con lo que los oferentes de alimentos se expanden garantizando precios bajos de los mismos.
La Argentina debe dar un salto por arriba para salir del laberinto de falta de capitales y baja del precio de nuestros productos, como nos demuestra la mitología griega, Dédalo y su hijo Ícaro, que se hicieron hacer alas de seda con la que lograron escapar.
Pero las propuestas son fundamentalmente dos: una, la tan trillada y mil veces corroborada mentira de la seguridad jurídica, generar la confianza para la inversión, etc. etc., que en forma rápida o gradual busca retornar a los mercados de capitales de deuda, previo pago a los fondos buitre de las acreencias que reclaman (que sumadas a los “me toó”, intereses y costas representan no menos de U$s 22.000 millones que se debe reconocer), para lo que se debe hacer un plan de pagos que implica un nuevo techo a los salarios y al nivel de consumo, y con ello de actividad, a la vez de asegurar un superávit comercial que permita amortizar intereses y deudas en el tiempo.
El ajuste de los salarios implica el ajuste interno que permite generar el superávit comercial buscado, instrumentado a través de subas del tipo de cambio (dar más pesos por dólar), con lo que se abarata el costo argentino en esa moneda, y esto se debe hacer por muchos años, con lo que lo único seguro es que da como resultado un país para pocos y con salarios paupérrimos.
La misma receta se aplica para levantar (gradual o rápidamente) el cepo cambiario, que son las restricciones que tienen los empresarios para girar sus ganancias al exterior, en la creencia supersticiosa y falta total de asidero científico, que la confianza generada hará que no se fuguen todos los dólares que los empresarios pueden fugar porque en esa Argentina de un nuevo gobierno obtienen una tasa de ganancia mayor que en el resto del mundo.
La verdad que eso nunca sucedió en nuestro país ni va a suceder, porque los empresarios que tenemos y por el grado de internacionalización que hace que las decisiones no se tomen en y pensando en el país, sino en otros centros, donde solo les interesa el país en negocios de corto plazo. La prueba de lo que decimos está en los gobiernos pro capital que supieron tener ministros como Alsogaray, Krieger Vasena, Martínez de Hoz, Cavallo, Sourouille, etc., todos dijeron la misma mentira y siempre se terminó en fracaso con empresarios ricos y baja inversión, cierre de fuentes de trabajo y exclusión social.
No es un problema de confianza, y menos de necesidad de volver a endeudarse en un país como el nuestro, donde se fugaron según estimaciones oficiales más de U$s 250.000 millones, y según Tax Justice Network U$s 399.100 millones a diciembre de 2014, por un lado, y por otra parte, más de la mitad del ahorro nacional lo generan las propias empresas (ganancias retenidas), por lo que no son dependientes del ahorro de las familias. Otro indicador de que el ahorro no es el problema es que los bancos mantienen alta liquidez y títulos públicos porque la demanda de crédito es baja, y la demanda de crédito es baja porque no se encuentra a quién vender.
Todo esto demuestra que el planteo de expandir la demanda interna, acordar con los países de la región (Mercosur, Unasur, Celac) es correcta, como también lo es acordar comprarle a quienes nos compran, como es el caso de China y Rusia, que incluso posibilita la inversión de capitales en importantes obras hidroeléctricas como son las represas Cepernic, Kirchner, y Chichuido.
Para decirlo en palabras de un economista del sistema (y no puede enojarse por esa clasificación), Bernardo Kosacoff: "Pese a todo ello la rentabilidad sigue existiendo. Y esto permite cierto optimismo, porque el punto de partida una vez que se reacomode la macro tiene un punto de apoyo importante. Igual hay que aclarar que las ganancias han caído mucho, pero se mantienen asociadas al colchón del mercado interno. Ya no se venden casi un millón de autos, pero este año (2015) se superarán los 600.000. Es el doble que antes del despegue industrial. Y lo mismo sucede con la venta de champú, chocolates o heladeras. Ese aumento del volumen permite que las compañías se sostengan, aun cuando se esté lejos de los niveles máximos".
La principal y diría única razón por los cuales se invierte en la Argentina, es siempre y cuando se genere una demanda (interna y externa) de nuestros productos sostenida en el tiempo. La ecuación costo-beneficio deja un amplio y seguro margen de ganancia (mayor que en los países desarrollados y de casi todos los países de la región), como dice el tango de Enrique Cadícamo, “La casita de mis viejos”, ES LA UNICA VERAD, ES MENTIRA LO DEMAS.
Por ende la inteligencia está en impulsar un modelo que parte desde el trabajo asalariado, de la producción nacional y hacer que se integre a la demanda interna y externa en un circuito virtuoso en que se retroalimenta la demanda agregada y se mejora el ingreso y la participación de la población.
Buenos Aires, 1° de septiembre de 2015
* Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía.