top of page

VOLVER A LOS 90

Luego de doce años de un proceso político virtuoso asistimos a la repetición cíclica de hechos económicos. Hubo y hay gruesos errores pero el principal es no haber creído que el modelo de defender el mercado interno y el trabajo nacional era para todos, y por acción u omisión, pero seguro por debilidad ideológica, se acepta, una vez más, la lógica del capital.

 

 

Por Horacio Rovelli*

(para La Tecl@ Eñe)

En el año 1934 en la revista denominada “El Trimestre Económico” de la Ciudad de México, John Maynard Keynes publicó un artículo denominado “La Auto suficiencia Nacional”, en ese, trabajo con sus contradicciones e imprecisiones, plantea una crítica letal al capitalismo de libre cambio. Keynes sostiene: “El capitalismo internacional, decadente pero individualista, en cuyas manos nos encontramos después de la guerra, no es un éxito. No es inteligente, no es hermoso, no es justo, no es virtuoso y no entrega los artículos”.  Es más, en otra parte de esa nota dice:  “debemos persuadir a nuestros compatriotas de que la Nación en su conjunto, será seguramente más rica si se usa a los hombres y a las máquinas sin empleo para construir casas muy necesarias, que si se les sostiene en la ociosidad. Porque los pensamientos de esta generación están de tal manera obscurecidos por cálculos falsos, que desconfían de conclusiones que deberían ser obvias, porque descansan en un sistema de contabilidad financiera que despierta dudas sobre si tal operación pagará”.

 

Keynes comprende que no puede edificarse una sociedad en base a los ricos y sus cálculos de interés compuesto, porque margina a amplias capas de la población, cuando ganarían todos si se tiene un mercado interno fuerte donde se reproduzca el capital. Su teoría la va a publicar en forma más acabada y pulida casi dos años más tarde, en enero de 1936, en su libro “La Teoría General…”, pero ya en la nota referida afirma: “Las ideas y el conocimiento, el arte, la hospitalidad, los viajes, estas son las cosas que deberían, por su naturaleza, ser internacionales. Pero dejad que los artículos sean hechos en casa, siempre que sea razonable y convenientemente posible; y sobre todo, dejad que las finanzas sean antes que nada nacionales. Pero, al mismo tiempo, los que se ocupan en desembarazar a un país de sus trabazones deben ser lo más lentos y cuidadosos. No es un asunto de romper raíces, sino de entrenar lentamente una planta para que crezca en una dirección diferente”.

 

Lo afirmado por Keynes fue cierto para su país y para el mundo (en mayor o menor medida), de hecho dio 30 años gloriosos al capitalismo entre 1945 a 1975,  pero entró en crisis con las restricciones energéticas, y es allí donde los ricos imponen un modelo para pocos, que es la vuelta al liberalismo más abstracto. En nuestros países lo hicieron con dictaduras genocidas y perversas, pero que dejaron su impronta en el nivel ideológico y moral de la población, para pasar a dominar más con el consenso que con la coerción, como sostendría Antonio Gramsci.

 

El mundo se fue modelando bajo el interés de los sectores favorecidos por el cambio de paradigma del nuevo liberalismo, que son los ricos de los países centrales y los ricos de los países periféricos que se le subordinan. La mayor parte de las transacciones internacionales se hacen entre grandes firmas y financiadas por grandes bancos, por un lado, y la moneda que se emplea es fundamentalmente el dólar, más atrás el euro, la libra inglesa y el yen. El yuan (moneda china) solo representa el 3% del comercio mundial.  Nosotros, por ejemplo, para comprarle un producto a Uruguay o a Chile, antes debemos tener los dólares, y solo comerciamos en nuestra moneda con Brasil, pero así y todo representa menos del 10% del comercio con el hermano país

En ese marco, tiene cierta lógica que en la Argentina la burguesía local no puede conducir el proceso de producción y acumulación propio, con lo que sistemáticamente se subordina a los designios del capital extranjero. La burguesía de la Argentina es incapaz de impulsar nuevas posibilidades productivas que puedan recrear las ventajas dinámicas de la economía, y esa es la razón por la que opera como auxiliar del gran capital aceptando mansamente el disciplinamiento a que las y nos obliga el sistema mundial.

 

Es más, el tipo de subordinación que llevan adelante hace que nos integremos internacionalmente en algunos y definidos sectores (minería y petróleo, alimentos, algunas ramas siderúrgicas y químicas, pero no mucho más) y a costa de la desintegración del país. Volvemos a los 90 y a la teoría de las economías no viables, y no son viables para el gran capital internacional

 

El grado de subordinación queda demostrado en que toda la puja económica entre los dos candidatos a presidir el país se centra en cuál va a ser el valor del dólar.  Y no puede ser de otra manera cuando sabemos que los ricos de la Argentina tienen más de 400.000 millones de dólares en activos financieros en el exterior, y las Reservas Internacionales del BCRA no alcanzan a los 27.000 millones de esa moneda.

 

Por eso se acepta como válida la profecía jamás cumplida que para generar inversiones en la Argentina se debe hacer todo tipo de concesiones y de garantías para el capital. Que la seguridad jurídica, que la tasa riesgo país, que toda una serie de artilugios que lo único que buscan es la sumisión de los trabajadores a las leyes de mercado, que son impuestas por los grandes aglomerados, a los que Macri les prometió que son ellos los que van a fijar el valor del dólar, y con ello de los precios, de los salarios, conformando una economía a su gusto y parecer.

 

Por supuesto que el modelo que pergeñan les beneficia con exclusividad. El periodista Santiago O’Donnell cuenta en su libro “Argenleaks” que los Macri (padre y tíos de Mauricio) al comienzo de la década 1970 eran dueños de siete empresas. En poco más de siete años de la dictadura militar (1976-1983) sus empresas crecieron a 46 (cuarenta y seis), siendo su compañía madre “Sociedad Macri” (SOCMA) una de las más beneficiadas por la estatización de la deuda externa privada dispuesta en 1982 por el presidente del Banco Central, Domingo Cavallo.

 

Las grandes corporaciones (nacionales y extranjeras) que operan en el país están básicamente orientadas al mercado internacional. Para ellos el salario es más un costo  que la posibilidad de consumo. Esto es, no desprecian el mercado interno alcanzado en los últimos doce años donde se triplicó la producción y el consumo de automóviles, celulares, equipos de aire acondicionado, cemento, heladera, etc.  si no que lo que buscan es insertarse en el mercado mundial para lo que exigen reducir los salarios y al Estado.

 

Lo plantea claramente el Presidente del Grupo Techint, el ítalo argentino Paolo Rocca, cuando sostiene que:  “… los países de América Latina se han beneficiado, pero también lo han hecho adoptando un modelo de crecimiento, que definió como un pacto con el diablo, que está basado sobre la exportación de productos primarios y de commodities hacia China, en la importación de productos industriales, en la captura por parte del Estado a través de retenciones y dividendos sobre compañías en distintas áreas y la carga impositiva creciente. Este pacto con el diablo, en definitiva, incrementa el peso del Estado y lo ha incrementado, a cambio de un descenso del rol de la iniciativa privada y de la industria. Para nosotros ha sido muy negativo y desfavorable un modelo de crecimiento que reduce el peso del sector privado”.

 

Lo que está diciendo es que necesita una sociedad con menos Estado y  con menos protección al trabajo, para poder reducir el costo laboral en dólares y que la población lo acepte.  Y en eso coinciden todos los grandes empresarios que operan en el país, pero así como Carlos Menem no pudo con el nombramiento de Miguel Roig y Néstor Rapanelli de Bunge y Born encuadrar a toda la clase dominante bajo una dirección, tampoco va a poder el hijo de Franco Macri que reconozcan su hegemonía el grupo Techint, Arcor, Eurnekián, Bulgheroni, el grupo Clarín, por más que estén todos en el Foro de Convergencia Empresarial, que reúne a los grandes bancos, industrias, productores y comercializadores de granos, cámaras de comercio como AMCHAM (Cámara de comercio de los EEUU en Argentina), etc., porque de otro modo sería creer que tienen un proyecto para la Argentina, y en cambio, lo que los une es solamente que van hacer más negocios a expensas de la producción y del trabajo argentino.

 

Su fortaleza es nuestra debilidad, dado que pueden impulsar lo que los une: Devaluar nuestra moneda, endeudar al Estado, sacar capitales del país, aumentar las tarifas y los precios, ajustar el gasto público, impulsar la extracción a cualquier costo de minerales y combustible, etc.; lo podrán imponer mientras persista el engaño, mientras la deuda externa financie ese proceso, pero tiene límites, sus negocios son rentabilidad exacerbada para ellos, pero atentan contra el empleo y la calidad de vida de nuestro pueblo, que tarde (y es lamentable que sea tarde) o temprano podrá percibir el error de dejarle la administración de gobierno.

 

Y como pasa siempre, ante el movimiento de inconformidad creciente frente el alto endeudamiento (deuda que siempre pagan los pueblos), la caída del salario real, del consumo y con ello del nivel de actividad y del PIB, la alianza de negocios se resquebraja y obligadamente aparece la necesidad de conformar la unión de los que defienden el mercado interno y el trabajo nacional. Y otra vez a repetir el círculo histórico de un país del confín del mundo llamado Argentina

 

¿Por qué llegamos e esto?: Recientemente el Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, señalaba que lo primero “es reconocer y analizar en qué decisiones nos equivocamos”, como gobernantes; esto es muy importante para avanzar sin repetir errores. Y no para auto flagelarnos, pero desde la “ingenuidad” de que se podía volver “alegremente” a los mercados de capitales, que la justicia norteamericana iba a fallar a favor nuestro contra los fondos buitres, la de indemnizar generosamente a Repsol, reconocer toda la deuda con el Club de París, pagar cinco juicios adversos al CIADI, en lo económico; poner los principales candidatos que se pusieron en las elecciones y un discurso cada vez más distante de la realidad en lo político, refleja que se avanzó sobre gruesos errores.

 

 

En segundo término,  García Linera sostiene que es necesario luchar, a toda costa, para mantener la unidad del bloque social que fue el constructor del proceso de democratización continental, “esta alianza de sectores”, dice el Vicepresidente, “de campesinos con sectores obreros, con profesionales, estudiantes, esta alianza que se logró después de mucho tiempo de oscurantismo dictatorial y neoliberal” hay que defenderla; mientras no comprendamos esto, mientras no lo internalicemos abriendo canales de participación popular que lo afirmen y lo aseguren, estaremos eligiendo falsas opciones que no pueden representar al bloque social nacional y popular,  cuando el único camino válido es el de defender, con valor e inteligencia, nuestro trabajo y nuestra producción desconfiando de los que tiene otros intereses que los sagrados intereses del pueblo.

 

Hubo y hay gruesísimos errores, pero el principal es no haber creído en realidad que el modelo de defender el mercado interno y el trabajo nacional es para todos, y por acción u omisión, pero seguro que por debilidad ideológica, se acepta, una vez más la lógica del capital, al cual John Maynard Keynes critica severamente y afirma: “…No es inteligente, no es hermoso, no es justo, no es virtuoso y no entrega los artículos”. 

 

Bueno Aires, 12 de noviembre de 2015.

 

* Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía.

 

bottom of page