Libros
Alrededor de Juan Bautista Duizeide.(1)
Por Damián Huergo*
(para La Tecl@ Eñe)
I
Alrededor de Haroldo Conti es un libro que fue escrito hace tiempo. No me refiero al año pasado ni al otro. Tampoco a cuando Duizeide empezó a publicar ensayos sobre Conti en diferentes revistas o catálogos. No, nada de eso. Parafraseando a uno de los epígrafes, Alrededor no es mera encuadernación.Como a los -denominados- barrios periféricos, cuesta encontrarle un comienzo a estos alrededores. En todo caso, para lograr una aproximación, habría que seguir el consejo del escritor norteamericano Sam Savage en la maravillosa novela Firmin. Ante un dilema similar, dice: “Buscar el principio de un acontecimiento es como perseguir la fuente de un río. Por lo tanto, para tener algo parecido a un principio hay que hacer como el cartógrafo: clavar la aguja del compás en el pasado y ahí, en ese punto azaroso, será donde comienza el Amazonas.”
La aguja del compás que da inicio a Alrededor no cae en esa librería de usados de Buenos Aires, donde Duizeide se encontró por primera vez con un ejemplar de Sudeste. Sino que cae en el punto exacto y -absolutamente- desconocido para nosotros, donde Duizeide se encontró con el agua, con el río, con las islas cercanas y pérdidas. Es decir, cuando eligió a la orilla, “a la tierra que nadie ve”, como su lugar para armar y mirar el mundo.
II
Como bien dice Fabiana Di Luca, Alrededor es la mirada de un orillero sobre otro orillero. Sin embargo, me gusta pensar a este libro como si hubiese sido escrito a cuatro manos. Un escritura en diferido entre Conti & Duizeide.
Entre otras cosas, tal articulación puede rastrearse en la prosa. Por un lado, en el logrado maximalismo de Duizeide, que abre digresiones sin perder el eje; digresiones que parecen hechas para acorralar, para rodear a la idea que busca dar forma; digresiones escritas con un vuelo poético que nos hace acordar a La balada del álamo Carolina, por nombrar uno de los libros que más me gustan. Por el otro lado, esta articulación se observa en los fragmentos o citas de Conti goteadas a lo largo del libro. Todas son pertinentes. Ninguna desentona con en el color, el dibujo o la noción del texto; dando la impresión de que Haroldo hubiese estado ahí, a su lado, dictando, conversando, discutiendo, al momento de la escritura.
Sin dudas que de algún modo lo estuvo. La mirada de Duizeide lleva la mirada de Conti. No como una carga o una imitación. Sino como nosotros, al pensar y al dialogar con un compañero, con un interlocutor que nos provoca y agita, tenemos en cuenta al otro. El otro como una voz para pensar juntos, para convertir el pensamiento individual en pensamiento colectivo, para que escribir no sea unidireccional sino una acción hecha con otros.
III
Volviendo a parafrasear el epígrafe de Horacio Gonzalez, Juan busca derribar el mito de que en la Argentina no hay relectura, para instalar -precisamente- una relectura de los sesenta y setenta. Alrededor de Haroldo Conti fue escrito para leer aquellos años. Y, sobre todo, ayuda a desarmar, a dinamitar, el pedestal de “escritores desaparecidos” donde fue fosilizado el escritor de Chacabuco. Pedestal que toma las palabras del enemigo pero no su fuerza. Pedestal que encumbra una figura inexistente para alejar al Conti agitador y militante. Pedestal que reduce una obra y una época. Pedestal paradójico, que en lugar de alentar lecturas cumple el objetivo de alcanzar el silencio. El silencio blanco, sin censura ni muertes ni desapariciones. Un silencio excluyente, fomentado por el griterío de distintas instituciones y de otras figuras consagrantes. Un silencio presente, fulminante, que viene a culminar el sueño húmedo de la derecha democrática. Un pedestal que luego de leer Alrededor se convierte en escombros.
IV
Sobre el final del libro, Duizeide cita a un personaje de Piglia en la novela Respiración artificial, que dice: Cada época sueña la anterior. Y -Juan- agrega que nuestra época no para de soñar los 60 y los 70. Teniendo en cuenta que Juan convocó para presentar el libro a dos sub-31, me permito una salvedad, una salvedad generacional.En cada época, en cada momento histórico, conviven distintas contemporaneidades. El modo de vivir el presente y la historia de la generación de Juan, no es el mismo al de aquellos que nacimos en democracia y -como dice Diego Sánchez- “fuimos lanzados a la historia en el 2001”. Nosotros, la generación decembrista, ya no soñamos los 60 y los 70. De algún modo, ese sueño incompleto, ese legado intergeneracional, empezó a convertirse en historia con los juicios a los genocidas y con el perdón del Estado por el terrorismo de estado.
Nuestros sueños son otros, nuestra época anterior son los 80 y los 90, nuestras pesadillas -necesariamente- cambiaron. Lo cual no quita que sea indispensable leer el pasado, o construir puentes con la historia compañera, o -menos que menos- negar las vibraciones del terror en el presente. Un terror que se fue arrastrando, institucionalizando y cuyo rostro más visible es el poder policial. Pero también, un terror que sabe ocultarse tras una ética cínica-canchera o tras cierta moral progresista, expresada en consignas de una absoluta pobreza como -la reciente- “No cuenten conmigo”. Ambas posiciones, parecen extensiones del énfasis auto-exculpatorio, propios del conservadurismo picaresco y de la “secta de reivindicadores acríticos” que Duizeide -en Alrededor- logra deconstruir con inteligencia y compromiso.
V
Por último, antes de que me linchen, voy a contar algo más.
A la par de Alrededor fui leyendo Viajeros solitarios para una reseña que tenía que entregar. Cuando me senté a escribir el texto, tipee:
“Jack Kerouac se subió al caballo de la literatura por el lado de la aventura, y -a diferencia de la mayoría de los escritores- nunca se bajó apoyando un pie en una silla giratoria de la burocracia cultural. Fue un escritor vagabundo que buscaba rutas, trenes, cuartos y que luego volvía para contar sus apuntes de viaje. Un escritor distinto -jamás maldito- que entendió que para liberarse no bastaba con alejarse del pensamiento burgués, sino que era necesario esquivar y negar sus prácticas.”Palabras que no les caben a muchos escritores.
Palabras que -también- pueden ser dichas para describir a Haroldo Conti. Palabras que se quedan cortas, que no son suficientes, que no alcanzan para dar cuenta de la amistad, de la generosidad y, sobre todo, de la obra de Juan Bautista Duizeide.
Una obra que -al igual que Conti- nunca pensó diferente ni distante de la vida.
(1) Texto leído en la presentación de Alrededor de Juan Bautista Duizeide
*Periodista y Sociólogo