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El debate, la derrota de la política

El grupo Clarín, acusado de ser beneficiario directo de crímenes de lesa humanidad, ratificó su poder poniendo a uno de sus voceros más fieles entre los conductores del debate de candidatos presidenciales. La imposibilidad de exponer ideas y convicciones con un desarrollo mínimo, por el formato adoptado, la discriminación de géneros y la exclusión de comunicadores que no fueran del sector privado comercial dan como resultado un ejercicio fuertemente antidemocrático, aunque publicitado con el sentido inverso.

 

Por Hugo Muleiro*

(para La Tecl@ Eñe)

Se multiplicaron antes y después del debate de los candidatos presidenciales del 15 de noviembre observaciones y críticas certeras sobre un formato que se ajustó plenamente a los cánones televisivos, con escenificaciones, gestualidades y manejo de los tiempos que respondieron a la dinámica del espectáculo. Bien reflexiona al respecto en este mismo espacio el académico Víctor Arancibia, en su nota “El lugar del debate: entre el show televisivo y la participación ciudadana”.

  

También hubo advertencias llamativas sobre un diseño que se inclinó a favor del postulante derechista, Mauricio Macri. Varias preguntas se basaron en la agenda de los medios opositores al gobierno nacional. Fue manifiesta, por ejemplo, la intencionalidad de la mención de una estadística sobre pobreza de niñez y adolescencia, y todavía más, el más que cuestionable enunciado sobre que los postulantes habían hecho “sus propuestas” durante la campaña, como si ambos hubiesen proporcionado iguales certidumbres y precisiones.

 

Sin embargo, aún antes de ello, el hecho más grave de toda la realización es la presencia de un representante de primera línea del multimedios Clarín, que comenzó a fortalecer su posición dominante en el mercado mediante el acuerdo con la dictadura cívico-militar para quedarse junto a sus socios con Papel Prensa, única fabricante de papel para diarios en el país, en una operación que motivó acusaciones en sede judicial por la comisión de delitos de lesa humanidad.

 

La envergadura de este insulto a la democracia y a la vigencia de los derechos humanos deja en segundo plano el hecho de que Clarín tenga negocios y negociados con el gobierno de la ciudad a cargo de Macri y que éste haya dictado instrumentos ad hoc a favor de esa empresa, absolutamente inconstitucionales, ante lo cual la tolerancia para que levantara una pared en medio de una calle queda casi como anécdota lastimosa. En lo que fue presentado como acto democrático y práctica de modernidad política, la presencia del representante de este grupo de medios es la constatación de que el sistema político no puede, hasta ahora, frenar el asalto a las instituciones de los grupos minoritarios que, pocas décadas atrás, recurrían a los militares para apuntalar sus intereses contrarios a los de la mayoría, con aplicación de tormentos, desapariciones y asesinatos.

 

Siguió el desconocimiento total al reclamo de comunicadoras de ámbitos diversos para que hubiera presencia de mujeres entre los “moderadores”, en lo que también hay una negación de derechos y un desprecio implícito pero no invisible a las políticas de equidad de géneros que al menos una parte de la sociedad argentina apoya. Para la periferia de los cuestionamientos quedó la falta de otra diversidad de tanto peso como la anterior, cual es que los tres “moderadores” trabajan para medios comerciales, sin inclusión de los medios públicos de comunicación ni de los del sector privado sin fines de lucro.

 

Todos estos factores ya son suficientes para definir al debate del 15 de noviembre como “histórico”, porque se constituyó en una expresión contraria al ejercicio democrático. En efecto, la democracia recibió gracias a “Argentina Debate” una bofetada histórica, agravada por la perversión de haber sido presentada como un “logro”.

  

Pero hubo más.

  

Los pocos segundos para definir propuestas sobre educación, niñez, justicia y tantos otros temas cruciales fueron de antemano la llave maestra para licuar los contenidos, para hacer imposible una profundidad mínima requerida. Queda entonces en evidencia la intención de perfilar como inevitable una dirigencia “lavada”, carente de definiciones terminantes, nuevamente en beneficio de Macri, experto en esas lides y eficientemente apegado, visto los resultados que consigue en las urnas, a la mecánica de desplegar tres o cuatro frases mínimas detrás de una sonrisa: “ir juntos”, “estar mejor”, “ser mejores”, “votar con alegría y optimismo”.

 

Como era de prever, el conjunto de empresas de comunicación que desde hace meses viene trabajando por el triunfo opositor desplegó de inmediato infinidad de números para dar por “ganador” a su candidato. El extremo de soberbia del círculo (¿rojo?) que organizó este encuentro fue en la despedida, cuando el conductor de turno se despidió diciendo “hasta dentro de cuatro años”, dando por instituido que los futuros candidatos presidenciales volverán a ser rehenes de este ejercicio. Ojalá que esos dirigentes, en el próximo turno presidencial, no lo permitan. Ojalá que al menos algunos de ellos tengan interés en desarrollar un mensaje lleno de contenidos, de ideología, de convicciones y, en ese caso, ojalá que tengan margen de acción suficiente para oponerse a realizar este tipo de mascarada democrática.

 

Buenos Aires, 16 de noviembre de 2015

 

*Escritor y periodista, presidente de Comunicadores de la Argentina (COMUNA).

 

 

  

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