Batalla Cultural
El establishment económico-comunicacional ha recrudecido su contraofensiva cultural. No es la brillantez de sus escribas lo que lo hace peligroso sino su enorme poder de fuego, que va dirigido a un lector predispuesto a sintonizar su discurso, en función de una culturización colonial que lo predispone favorablemente.
Por Hugo Presman*
(para La Tecl@ Eñe)
La Argentina se caracteriza por la pugna entre dos modelos de país desde 1810, ninguno de los cuales puede imponer definitivamente su hegemonía. Esa lucha se da en todos los campos, en el político, el económico y en el cultural.
La militancia de los 60 y 70 dilucidaba el conflicto contemporáneo con un arduo debate sobre el pasado. La lucha por el “Perón Vuelve” (por el general proscripto y exiliado en Madrid), se superponía con diferente intensidad con el “Rosas Vuelve”, intentando la repatriación de los restos de Rosas sepultado en Gran Bretaña. Se sabía que la política era la historia del presente y la historia la política del pasado. Conocer historia era imprescindible, y lo sigue siendo, para interpretar la política sobre la cual se interviene y se interpreta. En épocas de declive popular, como la dictadura establishment–militar, el interés histórico entraba en estado vegetativo, o en la indiferencia en los casos de profundo retroceso como durante el menemismo. No fue una casualidad que durante los 10 años de menemato, el interés pasó por la novela histórica, el ingreso al conocimiento a través de las intimidades y la alcoba de los protagonistas. A pesar de su superficialidad, en muchas ocasiones este intento de entender los acontecimientos a través de la vida privada de los protagonistas, de su alcoba, en algunos casos tuvo el mérito colateral de conseguir bajar a los héroes del bronce, insuflarles sangre que premeditadamente la historia oficial se encargó de vaciar.
En los años transcurridos del siglo XX, los 70 y el kirchnerismo, provocaron un centenar de libros a favor y en contra. Se abrió el interés y el consiguiente debate porque era necesario entender qué había sucedido, qué era lo que pasaba y por qué pasaba.
En estos últimos meses, el diario La Nación, el distribuidor de prestigio y el medio más coherente y persistente del establishment, junto con libros de reciente aparición, intentan centrar el fuego, ante el fin del kirchnerismo como lo hemos conocido hasta ahora, en cercar, disciplinar y hacer claudicar al candidato del Frente para la Victoria. Un claro capítulo de la batalla cultural.
LA BATALLA CULTURAL DE “LA NACIÓN”
En otras circunstancias, como hace 12 años cuando su empleado jerárquico Claudio Escribano le presentó un pliego de condiciones a Néstor Kirchner con la amenaza que de no cumplirlo no duraría más de un año, “La Nación” intenta arrodillar al posible futuro presidente. El santacruceño no aceptó ninguna de sus exigencias; el kirchnerismo se granjeó un odio visceral sin retrocesos pero no obstante llega a cumplir tres períodos consecutivos de gobierno, por primera vez en nuestro país.
Ahora “La Nación” intensifica en forma superlativa sus presiones y exigencias. La reconciliación entre victimarios y víctimas, sin necesidad que previamente se haga justicia, forma parte de su nuevo pliego de condiciones dirigido a Daniel Scioli. A Macri no es necesario presentarle porque es propia tropa.
El domingo 16 de agosto el editorial se tituló “Memoria y Reconciliación” y parte de un encuentro: “La Universidad Católica Argentina reunió a víctimas ocasionadas por ambos contendientes en la violencia de los años setenta. La voz de la Iglesia fue llevada al panel por monseñor Jorge Casaretto, en tanto la senadora Norma Morandini y Arturo Larrabure representaron, cada uno por su lado, a las víctimas de la represión y la acción terrorista. Morandini sufrió la desaparición de dos hermanos en 1977; Larrabure es hijo del coronel Argentino del Valle Larrabure, secuestrado, torturado y muerto por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en 1975, al cabo de un largo cautiverio. La iniciativa es el ejemplo de un camino apropiado hacia la pacificación. Para la Iglesia no ha sido algo nuevo porque, a través de diversos pronunciamientos, había señalado antes de ahora un compromiso en esa misma dirección. Así lo hizo por lo menos desde los tiempos en que el papa Jorge Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires.” Luego de transitar los argumentos conocidos, expresa: “Las leyes de obediencia debida y punto final, sancionadas por el Congreso de la Nación a instancias del presidente Alfonsín, así como los indultos a los condenados de ambos bandos dispuestos por el presidente Menem, fueron pasos en búsqueda de la pacificación. Esta voluntad fue desautorizada en 2003 con la anulación, a nuestro juicio inconstitucional, de tales normas y la decisión hemipléjica de proceder sólo contra quienes habían reprimido.
Desde entonces se instaló un clima de confrontación. La profundización de las heridas del pasado fue un instrumento de manipulación política y de creación de poder. Pasando por encima de principios esenciales de la Justicia, como lo explicamos en nuestro reciente editorial "Lesa venganza", fueron sometidos a juicio y encarcelados miles de oficiales, suboficiales, policías y civiles que debieron haber estado amparados por las barreras de la cosa juzgada, de la ley más benigna en causas penales, de la no aplicación retroactiva de leyes penales y de la duda en beneficio del reo. No hubo ni hay, en cambio, juicios ni condenas para los asesinos y cómplices necesarios de los grupos terroristas. Antes bien, todavía hoy algunos ocupan cargos de gobierno y hasta son considerados como luchadores por la recuperación de la democracia en lo que constituye un colmo de hipocresía histórica, sobre todo teniendo en cuenta que los dos presidentes de apellido Perón habían proclamado la necesidad del "aniquilamiento". La asimetría de trato no ha logrado revertirse mediante acciones judiciales iniciadas por víctimas de la subversión. Contra la jurisprudencia internacional, el carácter de lesa humanidad e imprescriptibilidad no ha sido aceptado por nuestra Justicia para los crímenes del terrorismo. Ha predominado una mirada sesgada de los hechos ocurridos en los setenta, como se patentizó en la Corte Suprema por los valientes votos de los jueces Carmen Argibay y Carlos Fayt. El encauzamiento hacia una reconciliación requiere un profundo y superador examen de conciencia de todos los involucrados y, particularmente, de la clase política. Su resultado debiera ser la reconciliación, traducida en una amnistía amplia que permita luego mirar hacia adelante y construir el futuro en paz y confraternidad. La convocatoria de la UCA se ha elevado, entonces, como un hecho de trascendencia histórica.”
Otra de las exigencias del diario fundado por Bartolomé Mitre, está en su editorial del 18 de agosto donde el objetivo es la defensa del mercado como condición de la democracia y la descalificación de la expresión “golpe de mercado”. Así el editorialista escribió: “Sólo los países que sufren pésimas gestiones económicas denuncian procesos destituyentes para profundizar sus medidas populistas y antidemocráticas. Se atribuye al fundador y entonces director del diario Ámbito Financiero, Julio Ramos, haber acuñado allá por 1989 la expresión "golpe de mercado" para describir el fenómeno político-económico que causó la derrota electoral del presidente Raúl Alfonsín. Sin saberlo entonces, Ramos puso en circulación una expresión que ha sido de mucha utilidad para quienes pretenden crear una grieta entre la democracia y el mercado, atribuyendo a éste ser enemigo permanente del interés general y propulsor de autoritarismos destituyentes… La interpretación conspirativa convierte al mercado en una asociación ilícita de operadores apátridas, mercenarios del dinero, carentes de moral e ideología, y capaces de actuar de consuno en función de intereses innombrables. Esta visión torpe y maliciosa pretende ignorar que la búsqueda de protección de los ahorros es la consecuencia y no la causa de las crisis que se imputan al mercado. Y que esas crisis ocurren cuando se remata el accionar público al mejor postor, cargando los presupuestos estatales de empleo redundante, de contrataciones infladas y de gastos con fines políticos.”
Y como dijo Homero Manzi, “La Nación” es el guardaespaldas de la memoria de Mitre”; y puede agregarse, de su interpretación histórica, lugar fundamental de la batalla cultural. El 19 de agosto en el editorial “Ascensos post mortem” el autor se resigna a los ascensos a general del coronel Manuel Dorrego y Juana Azurduy pero levanta en cólera contra ese ascenso para el caudillo catamarqueño: “Felipe Varela, que se alzó en armas cuando el país se hallaba empeñado en la guerra con el Paraguay y combatió con sus montoneros a las autoridades nacionales, fue exaltado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como héroe de una lucha contra aquéllas.” Reproduce entonces párrafos de un discurso presidencial: “Ese Felipe Varela que, como tantos otros patriotas, fue desaparecido, escondido y muchas veces calumniado por la historiografía oficial y hasta por la música también: hay una zamba por ahí que dice «Felipe viene matando y se va», como si hubiera sido un asesino o un vándalo, y cuando en realidad -sostuvo la Presidenta- en la historiografía oficial se escondieron los verdaderos crímenes que se cometieron en el interior del país masacrando a los caudillos federales". Luego continúa el editorialista: “Quizá con estas frases se intentara comparar de forma distorsionada el presunto ocultamiento de Varela con las desapariciones durante el último gobierno militar. Habría que preguntarle a la Presidenta si ella no encabeza una "historiografía oficial" que distorsiona y descalifica según un caprichoso modo de contemplar el pasado, y que tiene entre sus mentores más decididos a la "inteligentzia" kirchnerista encabezada por el secretario de Pensamiento Nacional. Y habría que interrogarse también si en su particular modo de ver el pretérito argentino no hay lugar para los que murieron por la patria al repeler la agresión paraguaya al territorio nacional en 1865, muchos de los cuales, opositores al entonces presidente Mitre, tomaron las armas y dieron la vida por la bandera de todos los argentinos. ¿Ascendería al menos a mayor de infantería al capitán Domingo Fidel Sarmiento, hijo de Domingo Faustino Sarmiento, para no mencionar sino a uno de cientos caídos heroicamente en Curupaytí?”
Felipe Varela se levantó contra una guerra absolutamente injusta, muy impopular en la mayoría de las provincias, en donde los comerciantes importadores del puerto de Buenos Aires, de Montevideo, y la nobleza portuguesa asentada en el Brasil, inspirados y alentados por Inglaterra perpetraron un genocidio contra el Paraguay, el estado más desarrollado de América Latina en el siglo XIX.
LOS LIBROS DE LA BATALLA CULTURAL DEL ESTABLISHMENT
Llama la atención algunos de los últimos libros que reflejan la contraofensiva del establishment en su batalla cultural. A los cientos de tapas visceralmente opositora de Clarín, La Nación, Perfil, la revista Noticias, y las radios y canales de televisión del multimedio hegemónico, se agregan más de una veintena de libros de denuncia periodística, de los cuales sólo algunos pocos pueden considerarse de valor. Se agregan libros pretendidamente ensayísticos como el escrito por el inclasificable en términos políticos, Fernando Iglesias, autor de “Es el peronismo, estúpido” y Silvia Mercado con su “Relato Kirchnerista” continuación de “El inventor del peronismo. Raúl Apold, el cerebro oculto que cambió la política argentina”. El libro de Iglesias, el único discípulo conocido de Juan José Sebreli, es un ensayo que ya hubiera atrasado en 1955. Sesenta años más tarde el kirchnerismo enfurece al autor de “Qué significa ser de izquierda hoy” (el mismo que estuvo con López Murphy, con Carrió y ahora en Cambiemos), y realiza una extensa y voluminosa diatriba al estilo del que publicó en pleno clima de la Revolución Fusiladora, Ernesto Sábato con el título “El otro rostro del peronismo” que el escritor de “Sobre héroes y tumbas”, nunca volvió a editar seguramente por pudor. En ese clima, Ezequiel Martínez Estrada escribió “¿Qué es esto?”, habiendo posteriormente morigerado lo dicho en ese panfleto. Con todos sus prejuicios, la envergadura literaria de Sábato y Martínez Estrada no puede ser comparada con el esmirriado pinet intelectual de Fernando Iglesias, que en un ejemplo de su soberbia, inversamente proporcional a su talento, tituló uno de sus libros “Kirchner y yo. Por qué no soy kirchnerista”. Algunos de sus conceptos le producirían envidia al radical Silvano Santander, aquel que acuñó la frase “el aluvión zoológico”: “Que el peronismo kirchnerista haya dejado a todas y cada una de las aberraciones menemistas reducidas a jugarretas de aprendices no exculpa a Menem, ni implica que el peronismo sea extraño a tales estropicios… El peronismo es una oligarquía. Lejos de acabar con el carácter oligárquico del poder en el país, el peronismo se limitó a reemplazar a la oligarquía que lo detentaba con sus propios cuadros dirigentes”
Silvia Mercado, que viene del peronismo del cual hoy reniega con fervor y entusiasmo, sostiene ahora que el peronismo es apenas un invento publicitario de Apold y el Kirchnerismo es meramente una creación de Javier Grosman, el hombre que organizó hitos como los festejos del bicentenario.
Ambos autores tienen, como es fácil de imaginar, espacio en las columnas de opinión del diario La Nación, que los acoge como hijos predilectos, precisamente el diario que apoyó todos los golpes de estado, se opuso a todos los gobiernos populares y que fue instigador, cómplice y beneficiario del golpe establishment – militar de 1976.
El 19 de agosto, Mercado escribió la reivindicación del gorila, en el órgano mitrista con el título: “Gorila, el insulto tan temido”: “El problema con el gorila es que no cree que haya que ahogar la libertad para realizar la justicia social, supone que si otros países pudieron ampliar derechos sociales y políticos sin resignar las instituciones de la democracia, aquí también es posible hacerlo, y da por descontado que no hay que reverenciar a nadie por las conquistas sociales, como sucede en todo el mundo, que no está plagado de monumentos, cánticos y glorias a líderes que hay que mirar desde muy abajo, porque ellos están muy arriba. Salvo, claro, en los regímenes autoritarios. El gorila, además, no considera que Perón, Evita y el peronismo sean intocables, y se siente en el derecho de analizar esa etapa como cualquier otra de la historia sin que nadie deba considerarlo un sacrilegio. Se anima a revisar los mitos sin encandilarse por las toneladas de propaganda y atraviesa sin culpas el sistema cuasi religioso de creencias, para conocer -apenas- los hechos de la historia... Se transformó en un apelativo popular, a tal punto que los golpistas de la Libertadora fueron llamados, para siempre, "los gorilas"… Con la democracia, aunque los gorilas continuaron siendo señalados, la virulencia fue en retroceso. Hasta que llegó el kirchnerismo y se multiplicó una corte de fanáticos que utilizan el aparato de comunicación del Gobierno para acosar a los que no se dejan domesticar… ( Todo esto) hace del gorila un exiliado en su propia tierra, un apátrida sin derecho a pertenecer a la gran familia argentina… Hay que tener mucho temple para sobrevivir a ese desprecio. Es el caso de Juan José Sebreli, uno de los pocos intelectuales que se animaron a hablar de "los deseos imaginarios" de unanimidad que tuvo el peronismo desde 1943… Esa curiosa muestra de cinismo, que postula que el pueblo movilizado con los recursos del Estado es la patria y el pueblo que se moviliza con recursos propios es la antipatria, que obliga a todos y cada uno a ponerse bajo el amparo de la opinión única, porque si no te transformás en un gorila peligroso, tuvo en los últimos años un protagonismo notable.”
Obsérvese la admiración de ambos autores sobre Sebreli, un autor meritorio a mediados de la década del sesenta, cuando pasó por el marxismo y el peronismo, iniciando luego una vuelta de tuerca que lo situó decididamente en la derecha y en el reconocimiento del establishment. En uno de sus primeros y mejores libres “Buenos Aires. Vida cotidiana y alienación”, sostenía: “Siempre habrá quién no pudiendo cambiar la sociedad de clases, se resigna a cambiar de clase”
Ilustración utilizada por LaNación para la nota de Silvia Mercado
ESCRITORES EN LA CIÉNAGA
El escritor Jorge Fernández Díaz, columnista dominical que reemplazó en ese espacio al octogonario comando civil Mariano Grondona, escribió el 23 de agosto: “Todos esos "socialistas" invertebrados se suben así al carro triunfal de un movimiento que se ha transformado en un triste remedo del conservadurismo bonaerense de los años 30. Un régimen de oligarcas estatales y caudillos pesados donde hay denuncias de fraude, canje de alimentos por votos, mafias territoriales y matonismo naturalizado. Es que la maquinaria pejotista, sus enemigos íntimos y sus circunstanciales aliados buscan la hegemonía y forman en verdad el más rancio statu quo: la nueva derecha argentina. Casi cualquier partido democrático que se les opone parece más progresista que ese feudalismo festivo, luctuoso, unido y organizado.”
Más allá que el peronismo es el más longevo movimiento popular de América Latina, tiene una extensísima lista de pasivos y personajes impresentables en sus filas, si fuera cierto que es “la nueva derecha argentina”, La Nación apoyaría entusiastamente al kirchnerismo y su candidato y no se opondría permanente y visceralmente como lo ha hecho desde mayo del 2003, replay de su posicionamiento adverso con todos los gobiernos populares
El notable escritor peruano Mario Vargas Llosa, que convive en su interior con un precario y pedestre analista político, tiene el mérito de subsumir en sus notas publicadas los días lunes en el diario oligárquico, el pensamiento de Iglesias, Mercado y Fernández Díaz, como puede observarse en este botón de muestra: “… el efecto encantatorio de líderes carismáticos como Hitler y Mussolini sobre las masas… se encarna no sólo en caudillos fascistas y comunistas, sino también en aparentemente benignos dirigentes democráticos que ganan limpias elecciones y son capaces, gracias a sus poderes comunicativos, de imbecilizar a sus propios pueblos, privándolos de razonamiento y sentido común; en otras palabras, llevándolos a la ruina. ¿No es el caso de un Perón, un Evo Morales, un Rafael Correa, un Daniel Ortega? Ningún ejemplo es más doloroso que el de la Argentina, el país más culto de América latina: ¿cómo es posible que todavía la sociedad argentina siga cautiva de la hipnosis suicida con que la sedujo hace sesenta o setenta años un coronel inculto y fascistón que ha llevado al país que fue el más avanzado del continente americano y uno de los más prósperos y modernos del mundo, a la decadencia, la ruina económica y la miseria moral que representa la presidenta Cristina Kirchner?”
En cambio, el ascendente escritor Carlos Gamerro, autor de “Las Islas” y “La aventura de los bustos de Eva”, entre otros libros, sostiene en el semanario Z que “el peronismo es la única idea política original argentina”
BATALLA CULTURAL
El establishment ha recrudecido su contraofensiva cultural. No es la brillantez de sus escribas lo que lo hace peligroso, sino su enorme poder de fuego, que va dirigido a un lector predispuesto a sintonizar su discurso, en función de una culturización colonial que lo predispone favorablemente.
Un ejemplo clarísimo es el ciudadano formateado en una matriz cultural, que hoy implora por una alianza entre Macri y Massa por fuera de las disposiciones legales que republicanamente suelen invocar, pero que las archiva pragmáticamente si es necesario, para alejar un gobierno que estiman dictatorial. En la carta de lectores de La Nación del 23 de agosto, firmada por Alberto P Heguy, DN I 4.368.236, dice bajo el título Guayaquil: “En 1822 se encontraron en Guayaquil los dos libertadores de América. El más poderoso se bajó del caballo. Pregunto ¿qué pasaría si Mauricio Macri y Sergio Massa, nuestros posibles libertadores se mandaran la gran Guayaquil?”
Seguramente después de sus publicaciones, Iglesias, Mercado, Fernández Díaz, Vargas Llosa, Heguy, los editorialistas del más que centenario medio, pueden decirse satisfechos una frase del luthiers Daniel Rabinovich, recientemente fallecido: “Me siento bien conmigo mismo. Incluso estoy pensando en invitarme a cenar.”
Buenos Aires, 29 de agosto de 2015
*Periodista. Co-Conductor del programa radial El Tren