Un mundo con drogas y los discursos penalistas en salud mental
A partir de la publicación del libro del periodista y escritor, Emilio Ruchansky, Un Mundo con Drogas, de Editorial Debate, surgen desde la lectura de sus propias palabras, oportunas reflexiones acerca de las políticas públicas en salud y en toxicología.
Por Laura Gesberg*
(para La Tecl@ Eñe)
Es notorio como parte del universo de los profesionales de la Salud Mental, que actúan, operan, escriben, trasmiten y asisten, sin considerar las Políticas Públicas y como si estuvieran más allá de las mismas.
En la Introducción de Un Mundo con Drogas, título más que adecuado y realista, cedido por el autor, para La Tecl@, Ruchansky refiere lo siguiente:
“La represión médico-legal (agregaría también, alguna psi) del consumo de sustancias controladas (más conocidas como drogas ilegales) ha provocado un panorama desolador.”
“Quien las consume - más allá de sus diversos motivos y de si mantiene o un uso problemático-resulta víctima de aquellos que se empecinan en protegerlo. Si se siente mal y busca ayuda en una guardia, muchas veces recibe reprimendas al sincerar la situación y en muy pocas ocasiones recibe algo de información adecuada”
Hago la salvedad porque me consta, de la ardua y a veces ríspida tarea, del excelente servicio de Toxicología del Hospital Fernández, a cargo del Dr. Carlos Damin.
Veinticinco años de trabajo han convertido a este Servicio y su Equipo, en un modelo de excelencia que debería replicarse, y es desde mi punto de vista, el mejor de la región, público, gratuito, y a disposición de todos.
Continúa Ruchansky: “Ocurre que la mayoría de los médicos (y muchos psi, agrego) ponen en duda su calidad de paciente y le atribuyen la culpa de su dolencia cuando deriva del uso de drogas ilegales. Algo así como “se lo buscó”. Dirían lo mismo de una persona con diabetes tipo 2 que se empapa de dulces y lleva una vida sedentaria? Probablemente no”
En varias notas, he señalado exactamente lo mismo, el status diferenciado dado a los usuarios de sustancias, y los modos de reacción frente a por ejemplo la leucemia de un hijo, ningún enojo, sólo culpa, angustia, terror y todos los recursos para salvarle la vida, a los “drogadictos”, se los aísla, van a una granja (como si fuera el único abordaje posible), son atendidos por todo tipo de personas, se los estigmatiza y responsabiliza por el daño a la familia y la vergüenza social.
Los “drogadictos” son “culpables” de antemano gracias a los prejuicios instalados deliberadamente para enmascarar organizaciones paternalistas, ineficaces y sobretodo muy lucrativas, financiadas por el Estado y una Ley, la 23737, declarada inconstitucional, más de 4 veces y que no se deroga.
Ruchansky señala el Informe de 2014 de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (ONUDD)” la prevalencia del consumo de drogas ilegales no supera el cinco por ciento de la población mundial de entre 15 y 64 años, mientras que el uso problemático constituye el 0, 6%. La mortalidad relacionada con drogas asciende a 210.000 personas al año y remarca la ONUDD: A pesar de los progresos hechos en algunas áreas, la magnitud total del de la demanda de drogas no cambió sustancialmente a nivel global”
También el mismo reporte de Naciones Unidas se señala “Tampoco mejoró la demanda de atención médica. En promedio 4 de 5 usuarios problemáticos no tienen acceso a un tratamiento”
Dos puntos centrales en la necesidad de formar toxicólogos, junto a la de concientizar a todos los actores de la salud, es que los usuarios conflictivos de sustancias, son pacientes, en el sentido médico de la palabra, como cualquier otro padeciente, y merecen ser tratados como tales.
Parece una obviedad, pero quien haya transitado una Guardia, sabe con absoluta claridad, la discriminación y la vulneración de sus derechos civiles, que padecen, quienes acuden o son llevados, en las fases agudas de una intoxicación.
Menciona muy acertadamente Emilio Ruchansky “Aunque el enfoque prohibicionista no triunfe en la realidad cotidiana al pretender prevenir la llamada enfermedad social, sí lo hace discursivamente y en foros precisos. Ha conseguido agigantar a su enemigo-el narco-justificando su propio crecimiento y mantiene la supuesta guerra a las drogas y un enorme consenso político: el consumo de sustancias controladas configura un flagelo en el mundo capitalista, forma parte de la decadencia social bajo un enfoque marxista clásico y resulta un comportamiento impuro para las religiones mayoritarias.”
Estos talibanes prohibicionistas, faltos de información validada, no suelen señalar que los mayores consumidores del mundo son los Estados Unidos.
Tal como señala Daniel Flichtentrei en un interesante artículo de Intramed: “Lo que no es admisible, porque a todas luces contradice los fundamentos del método científico, es la existencia de tribus, sectas, clanes, facciones, camarillas o secuaces. Los hechos son inmunes a las fraternidades y a las logias. No se alcanzan verdades más contundentes por el énfasis con el que se las expresa ni por la pertenencia a grupos en pugna. Se necesitan argumentos, no la ciega obediencia del fanático”.
Y continúa “Hay muchas áreas del conocimiento donde se comprueba este desvío desde la controversia hacia la confrontación. Desde el intercambio constructivo y enriquecedor de ideas hacia la disputa cargada de agresiones y resentimientos. En circunstancias como éstas, el resultado deja de ser una ganancia de conocimiento para convertirse en una derrota de la verdad, una patética desfiguración de los hechos y un absurdo sabotaje a la razón argumental. Todos pierden.”
Agrega Daniel Flichtentrei “Todos los días asistimos a defensas enfáticas de propuestas que han fracaso de un modo escandaloso. Nada puede cambiar si antes no se acepta que lo que hemos estado haciendo es insuficiente o erróneo o ilegítimo”
Ahora bien, no se trata de solo de los mencionados fundamentalistas (que también viven y proliferan de la mano de los narcos) sino, y también, de los “bien intencionados”, los “voluntariosos” “los cruzados” o los abstinentes que sustentados por las multinacionales del saber psi, desparraman sus cotos de caza, a lo largo del mundo financiados por monopolios prestigiosos y a veces no tanto.
En palabras del Dr.Daniel Flichtentrei y que hago mías por coincidencia total “Detrás del discurso de la integración y de la inter/transdisciplina se escuchan los ecos de lo que se confiesa en conversaciones privadas pero –salvo honrosas excepciones- se calla en público. Acusaciones mutuas, descalificaciones recíprocas, pugnas descarnadas por la hegemonía y el poder. En un espacio de “paz armada” repleto de falsos discursos conciliatorios y de mesas redondas donde cada uno simula un acuerdo imposible, pacientes y médicos en formación, rebotan de un campo al otro como la sufrida pelota de este juego absurdo. Desorientados, perdidos en una batalla que no es la suya, buscan referencias a las que aferrarse como a un salvavidas, una brújula en la tormenta.”
Los que circulamos en el ámbito de la salud mental conocemos muy bien esta circunstancia; el sectarismo no es sólo una cuestión doctrinaria y el uso de ciertos vocablos son guiños a “los del palo” con el objetivo de ser parte porque “pertenecer tiene sus privilegios”.
Pensar por cuenta propia es todo un desafío, a veces motivo de descalificación, de lecturas y miradas prejuiciosas. Autorizarse uno mismo, una herejía; vale una excomunión.
Arrogarse un saber, en virtud de una serie de citas es, desde mi perspectiva, un acto soberbio que demuestra buena memoria pero no ideas superadoras. Repetir hasta el hartazgo, palabras ajenas, de celebridades, nos convierte en groupies; acceder a tener posiciones no validadas por los patrones del saber, tiene sus consecuencias.
Ante la controversia el silencio “tolerante” toma la forma civilizada de la ofensa o el enojo. Y la consiguiente invisibilidad consensuada, de quien se anime a plantear diferencias, frente a las estrategias, tácticas y modalidades, que demuestran, no ser pertinentes desde un cuepo teórico, originariamente no pensado, para la atención de las patologías a las que nos estamos refiriendo.
La falta de creatividad para enfrentar, cada circunstancia individual, contradice los más elementales fundamentos, en los que dichos saberes, se fundan. No se cuestiona a las personas sino a las ideas o la falta de ellas, la reiteración de fórmulas, la desmentida del uno a uno, desde distintas perspectivas, no sólo la psi.
No está en juego ni la identidad ni el honor de nadie. Se trata de la validez de un argumento no de quienes lo sostienen.
El punto en discusión son las evidencias que apoyan o refutan una hipótesis, no las cuestiones de poder, ni la solidaridad corporativa.
El resto es pura falacia ad hominem, bocas selladas por la omertá o falsos códigos de yakuza.
No es mediante el ejercicio de una ignorancia sistemática y de la pedantería elevada al rango de género discursivo que nos ayudarán a comprender el presente. Pero tampoco silenciando un conflicto evidente o simulando que nada ocurre mientras nada se resuelve.
En tiempos de revisión y toma de decisiones, creo que es fundamental, el respeto por los derechos individuales, y los públicos, la llamada a Concurso para los cargos técnicos contra toda forma de nepotismo, a favor de hijos y entenados.
Ya es hora.
Buenos Aires, 27 de agosto de 2015
* Directora del Equipo Argentino de Toxicomanías