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Al ritmo de la reacción

Más tarde, más temprano, la sociedad casi mayoritariamente, va a recordar al kirchnerismo como un caos movilizado que no daba tregua ni descanso, pero lleno de vida y con posibilidades para todos y en un contexto por vez primera en nuestra historia de ausencia total de represión de la protesta popular.

 

Por Raúl Lemos*

(para La Tecl@ Eñe)

La llegada de Néstor Kirchner al poder fue una excepcionalidad y no porqué no se olfateara en la presidencial del 2003 que tenía serías chances de ganarle a Menem, sino que habían quedado a mediano camino figuras más relevantes que provenían de gobernaciones de una mayor importancia política.

 

Sabedor de esa oportunidad, que las contingencias le habían abierto por primera vez en la historia política contemporánea a un militante formado en la argamasa de la movilización juvenil progre de los turbulentos años 70 en el peronismo de la agitada La Plata, que no se había transformado en viejo vizcacha para contentarse con un liderazgo caudillesco provincial, enunció su fundacional principio de no llegar a la Casa Rosada para abandonar los principios en la puerta de entrada. La última década se encargó de demostrar, que las suyas no eran palabras vacías. Y que a la excepcionalidad de la oportunidad, le sumaba la de colar en el poder por primera vez después del amago alfonsinista un proyecto de centro izquierda, pero esta vez de signo peronista, concitando en torno de si, aún con tensiones, los estamentos tradicionales del mayor movimiento político de Latinoamérica.

 

En cambio, la llegada de Macri al poder es una excepcionalidad porqué no estaba seriamente en los cálculos de nadie ese resultado. Pero para nada el tinte neoliberal que se desprende tanto de lo que prometió en su trastocada campaña, como de las vertiginosas medidas que ha tomado a menos de dos meses de gobierno, son desconocidos en sus efectos por las clases populares. Lo experimentamos primero con la dictadura en 1976 y luego con el menemismo en los 90. Solo que ahora, el llamado a ocupar el centro de la escena es para un representante directo de la oligarquía. Eso si que es una singularidad, parecida a la llegada de Piñera en la vecina Chile luego de un gobierno como el Michelle Bachelet, que lejos de levantar la polvareda del kirchnerismo, tampoco cumplió con las expectativas que había despertado en el electorado. El kirchnerismo excedió largamente esa raya, y no obstante el derrotero del país derivó en la misma opción de derecha, lo que habla de cierta inexorabilidad cíclica en las transformaciones, para citar solo a la región. Y a pesar de que Chile no es Argentina y no tuvo en los 70 en el poder un movimiento político como el peronismo, si supo tener el primer gobierno socialista electo democráticamente de Latinoamérica. Empero, ambas experiencias terminaron en horrorosos golpes de estado.

 

Es evidente, más allá de las características ostensiblemente acentuadas en la superestructura de poder local de un signo u otro, que en ambas sociedades existe una “grieta” más o menos explícita, que aún no ha alcanzado el grado de síntesis necesario para con oscilaciones incluidas, construir equilibradamente en un determinado sentido y evitar los recurrentes barquinazos.

Por lo tanto, operar cambios con fuerte sesgo, puede resultar en el mediano o largo plazo y como quedó demostrado, traumático. El Pro, en su afán de desmontar de raíz todo vestigio anterior, eligió como se ve ese camino. No son, una derecha que viene a darle una impronta propia a lo construido por otros y así de manera más inteligente montarse en la cresta de una ola y surfearla con su propio estilo. No. Son una derecha pura y dura, con el agravante que atrasan.

 

Más tarde, más temprano, la sociedad casi mayoritariamente, va a recordar al kirchnerismo como un caos movilizado que no daba tregua ni descanso, pero lleno de vida y con posibilidades para todos bien sea de incrementar su bienestar, bien sea de tener una posibilidad que hasta el 2003 les estaba absolutamente vedada. Y todo ello, en un contexto por vez primera en nuestra historia de ausencia total de represión de la protesta popular.

 

Esta vez, gran parte de esa sociedad, quiso volver a probar la “paralización” disfrazada de seguridad que ofrece la derecha atendida por un representante directo de la élite y sus adustos y eficientes cuerpos gerenciales. Esto es, la privatización de la política en lugar del adormecimiento de los 90 que apelaba a una mixtura entre la política y cuadros empresariales e ideológicos de la derecha que marcaban el trazo grueso. Hoy, se trata de jugar al rango con la política y dejarle el lugar de reniegue estéril desprovisto de decisión al que los principales dirigentes del Pro se sustraen, mientras la sociedad, entre perpleja y esperanzada, no acierta aún a descifrar lo que viene.

 

En tanto, los Ceo de las empresas protegidos por el escudo mediático que así sigue obteniendo jugosos réditos, están ensamblando a Argentina no ya al simple capitalismo, sino a la órbita transnacionalizada empresarial dependiente del capital financiero híper concentrado que lentamente va tejiendo una gobernanza global, por ahora solo económica, al margen de la cual no queda prácticamente nada.

 

En los setenta, la avanzada de la lucha armada fue usada como pretexto para producir, además del brutal costo en vidas, la represión de cualquier grado y modo de expresión popular. En la última década, la avanzada indiscutiblemente democrática del campo popular expresada por primeras vez en nuestra historia en la consecutividad de tres gobiernos de un mismo signo político, y con cambios que jamás, quienes apoyamos, pensamos que íbamos a ver, ha generado esta brutal respuesta de la derecha en el borde del sistema legal y a menudo más allá de ese límite.

 

La historia no se repite. Si la fuerza gobernante cree que puede usar estos ricos años de vida política y social democrática, mal que efectivamente les pese a algunos, como excusa para anexarnos indignamente al circuito enfermo del orbe financiero global, va a cometer un error grave. Porqué no a mucho de andar, va a quedar claro para propios y ajenos, cuáles eran las cosas que realmente era necesario corregir y cuáles conservar y el rey de gesticulaciones más ampulosas que su gutural dicción va a quedar desnudo, cuando la farsa de la historia se desvanezca sola.

 

Buenos Aires, 11 de febrero de 2016

 

 


*Miembro fundador e integrante de la Mesa Provincial del Partido Solidaridad e Igualdad.

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