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Excesos de época

El proyecto nacional y popular debe enfrentar un aprendizaje que consiste no sólo en la ardua discusión de cómo y quién va a hegemonizar el espacio opositor sino también el de generar la consciencia en la sociedad acerca de la perentoriedad de una modificación radical tanto en la legalidad como en la institucionalidad, en especial el poder judicial.

 

Por Raúl Lemos*

(para La Tecl@ Eñe)

El hombre se propone lo más para alcanzar lo menos decía José Ingenieros. Y Alejandro Grimson en una interesante columna pos derrota electoral, planteaba como un eje medular de ese proceso, cierto conformismo con lo obtenido y la renuncia a la concepción de metas que persigan nuevos desafíos que traccionen la realidad en un sentido y no se la dejen servida al relato de globos amarillos y alegría del Pro. Es decir, la renovación de la quimera.

 

Ingenieros también decía que la concepción de un ideal a la par de pergreñar el perfeccionamiento de las cosas a futuro, permite a los seres humanos adaptarse mejor a las contingencias presentes.

 

Es difícil afirmar contrafacticamente, que de haberse trasladado a un lugar imaginario del porvenir la expectativa de un país mejor, otra hubiera sido la historia. Lo que sí es seguro, es que cuando con más éxito se intentan cambios sobre una realidad demasiado imperfecta como la nuestra y con una conformación de clases tan compleja y dispar, con más claridad queda expuesta en la superficie lo que aún falta. Y eso puede conllevar el riesgo autodestructivo del inconsciente colectivo de boicotear un camino de salida, cuando el consciente desde siempre adormecido por el peso abrumador y disciplinador de décadas de deterioro social en diversos planos, alucina con la reparación integral inmediata de todo lo que careció hasta ese momento.

 

Pero como todo es un aprendizaje y un desafío, el proyecto nacional y popular tiene uno muy interesante que consiste no solo en la ardua discusión de cómo y quién va a hegemonizar el espacio opositor. Sino también, el de generar la consciencia en la sociedad acerca de la perentoriedad de una modificación radical tanto en la legalidad como en la institucionalidad, en especial el poder judicial, cuyo principal custodio como sustrato social son las capas medias.

Ello es vital para cualquier proyecto que se precie de progresista y más luego de lo vivenciado desde el 2008 en adelante, que radica en la certeza grabada a fuego de la imposibilidad de transformación duradera de la realidad, con uno de los tres poderes constitucionales haciendo las veces de dique de contención de cualquier cambio que tenga por fin una distribución equitativa de la riqueza y todo lo que eso trae aparejado.

 

Sería una muestra mayúscula de inocencia plantear estrategias para recuperar el poder democrático sin una que contemple la neutralización o remoción de ese infranqueable obstáculo, y esa no puede ser una más. Porque el poder judicial aunque devenido corporación, es el encargado de velar por el cumplimiento de todo el sistema legal, y es su Corte Suprema hoy colonizada por los poderes fácticos su intérprete último.

 

No obstante, ninguna decisión y menos del calibre de las que está tomando el actual gobierno explícito de derecha, queda libre de consecuencias negativas para si mismo.

 

La restauración traumática que se está operando en la realidad va a generar la pauperización inmediata y necesaria para que funcione un programa así, de enormes sectores populares a la manera de ejército de desocupados que presionen sobre el salario para bajar su costo. Pero también será ejército de combate luego del necesario reagrupamiento y en esa carrera contra el tiempo que ellos necesitan para hacer base firme, para retomar la lucha y recuperar el poder.

 

La otra, y no menor, es que con los excesos propios de una metodología de persecución ideológica y apartamiento de la ley, apta para erradicar de cuajo lo construido en la última década, y con los que antes escandalizaban artificiosamente a las clases medias acusando de autoritario al kirchnerismo, están legitimando en la consciencia de esos mismos sectores sociales la posibilidad que en un futuro, otro gobierno, con la misma precisión, velocidad y drasticidad, tome decisiones como la puesta en comisión de todos los jueces de un poder que como el judicial, corrompe desde su entraña a la misma democracia.

 

 

Buenos Aires, 4 de febrero de 2016

 

 

*Miembro fundador e integrante de la Mesa Provincial del Partido Solidaridad e Igualdad.

 

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