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El don de compartir la palabra

Semánticamente es diferente una feria de un encuentro: Lo primero -desde la edad media- tiene una finalidad comercial; lo segundo es una reunión de iguales para fomentar una actividad. Una cosa es ser “consumidor” de un bien cultural como el libro, y otra muy distinta, “partícipe” de distintas maneras en el uso del lenguaje. Y esto es gracias al don de la palabra que nos permite dar y recibir; disentir o ponernos de acuerdo; comunicar y crear belleza; celebrar, alertar o denunciar.

 

Por Rubén A. Liggera*

(para La Tecl@ Eñe)

Se nos ha otorgado el don de la palabra como un signo de humanidad. Para relacionarnos con el otro, para ser nosotros mismo, para ser libres, en definitiva.

 

Ahora bien, la palabra y otros bienes culturales, también fueron y son sujetos de apropiación, de ejercicio de poder.

Los griegos llamaban “bárbaros” a quienes balbuceaban el idioma oficial (bar-bar). Luego, por extensión, aquellas personas faltas de educación, ya no extranjeros, y finalmente, la visión eurocéntrica y colonialista que consideraba “bárbaros” a los que ellos mismos denominaban pueblos primitivos o salvajes, distantes en la “evolución” a las sociedades “civilizadas”.

 

Todo esto junto- extranjería, analfabetismo y pobreza- atraviesa nuestra historia con el apotegma sarmientino “civilización o barbarie”. Desde la sociolingüística se ha desenmascarado la utilización del lenguaje desde posiciones de poder para descalificar a los otros, los diferentes, los sumergidos, los que luchan a diario por la supervivencia y resultan “extraños” dentro de los sistemas educativos y productivos. Pero, como la letra “con sangre entra”, habrá que darles palo y palo, humillarlos, hacerles llevar la pesada cruz de las normativas y del “buen uso” de la lengua.

 

Y por supuesto, el “buen gusto” literario también es utilizado como otro elemento distintivo de clase, y por ende, discriminatorio.

Porque la intelectualidad argentina ha vivido las tensiones propias de los procesos históricos en permanente tensión entre el refinamiento y la cultura plebeya. Desde Echeverría y “El matadero”, pasando por Borges, Mallea o las Ocampo y Sur, hasta Incardona, Cucurto o Blajaquis y sus registros de temas y habla populares.

 

La “alta literatura” habría sido destinada a minorías selectas por educación o poder adquisitivo. La “cultura popular”, sin embargo, con otros y distintos formatos, ha sobrevivido más de doscientos años.

Ideológicamente, también se ha dado lustre y prestigio a la producción extranjera -que sin duda la merece- en detrimento de lo nacional como supervivencia de una mentalidad neocolonial. La literatura universal y sus grandes creadores no pueden obviarse, sin embargo, sólo deberemos apropiarnos de ella para que sea nutriente de la creación propia. Aquella que nos distinguió y nos distinguirá de los demás.

 

En un contexto violento que justifica hasta los “linchamientos” -negación extrema del uso del habla- al dejar inaugurado el Encuentro Federal por la Palabra, nuestra presidenta manifestó: “en tiempos que hay quienes quieren volver a la barbarie, tenemos que estar muy fuertes para que sea la palabra y la racionalidad las que primen en nuestra sociedad". Luego subrayó que la palabra es comunicación, integración y participación.Resulta interesante ver el tratamiento que realizaron los grandes medios. Desde el ocultamiento y el “ninguneo”, a la descalificación y la suspicacia fue el tono dominante. La noticia fue directamente ignorada y también, como es ya natural en el periodismo autodenominado ”independiente”, tergiversada, cambiándole el sentido y centrándose en cuestiones secundarias o menores que no hacen al asunto.

 

Recomiendo al lector volver sobre las notas de Clarín, por ejemplo, que tituló: “Abrió el festival oficial para competir con la feria del libro”; y luego: “Encuentro de la palabra: ni la política ni los autores sedujeron al público”. Vale la pena releerlas para destacar la adjetivación negativa, la ironía y el desprecio de su columnista (“El feriado tampoco ayudó: hubo menos de 25 personas por actividad”, dice en la bajada). O las de La Nación, donde se destaca la “curiosa cadena nacional” de la Presidenta. O Perfil: “Cristina por cadena nacional, con show de hip-hop, stand up y palos antihuelga” inauguraba el Encuentro Federal por la Palabra que se desarrollaría en Tecnópolis hasta el 20 de abril, justo –dice- “dos días antes de que se inicie la tradicional Feria Internacional del Libro en el predio de la Rural”. O el colmo de Urgente24: “Cristina quiere su propia ´Feria del libro K’”.

 

Los “tuiteros” de siempre se despacharon a gusto en los foros destacados de “letrinet”, según denominación feinnmaniana de quienes se escudan en el anonimato para insultar, agraviar y calumniar a la presidente de los argentinos. Otro uso posible de la palabra, aunque menos valioso y cobarde.

 

Por el contrario, los medios del interior resaltaron el propósito federal del Encuentro ya que delegaciones de todas las provincias tendrían su lugar. Lo cierto es que desde el Estado, esta propuesta de carácter nacional, popular y latinoamericana; masiva, inclusiva y gratuita de apropiarse de la palabra y la cultura, por cierto incomodó a muchos sectores culturales y económicos considerados “tradicionales”. Nada nuevo.

 

Baste ver el tratamiento mediático de la inauguración de la 40ª Feria Internacional del Libro en la Rural: notas de tapa en Clarín y La Nación y en directo por el 13 y TN.

 

Semánticamente es diferente una feria de un encuentro; lo primero –desde la edad media- tiene una finalidad comercial; lo segundo es una reunión de iguales para fomentar una actividad.

 

La Feria del libro de Buenos Aires sin duda es un hecho trascendente para la cultura nacional, sin embargo, no deja de ser una mega librería donde la entrada, aunque fuera módica, cuesta. En Tecnópolis- espacio negado desde su creación - la entrada fue libre y hubo un solo punto de venta de libros de varias editoriales, en especial EUDEBA, de la Universidad de Buenos Aires. Algo destacado como un desmérito de los organizares por parte de Clarín.

 

Pero el fin del Encuentro fue otro: participar, interactuar, jugar, mostrar, apreciar, homenajear, degustar la literatura, la poesía, la creación colectiva, el café literario, el pensamiento latinoamericano, la música, la danza, y apreciar “formatos menores” como la historieta, el hip-hop, el graffiti, los medios masivos, la internet, las artesanías y los relatos orales.

 

El canal infantil Paka-Paka con juegos y Zamba recorriendo la historia y sus personajes, fueron la atracción de los niños, participantes preferenciales del encuentro.

 

Pocos argentinos se enteraron de la presencia de escritores como: Ricardo Piglia, Antonio Skármeta (Chile), Guillermo Arriaga (México), William Ospina (Colombia), Eric Nepomuceno (Brasil), Diana Bellessi, Arturo Carrera, Daniel Link, Edgardo Cozarinsky, Washington Cucurto, Fernando Noy, Liliana Bodoc, Guillermo Martínez, Claudia Piñeiro, Sergio Olguín y Leopoldo Brizuela, entre otros.

 

Por la dramaturgia: Pepe Soriano, Roberto “Tito” Cossa, Eduardo “Tato” Pavlovsky, Carlos Gorostiza, Ricardo Monti y Rafael Spregelburd. Hubo charlas y conciertos de Moris, Daniel Melero, Gabo Ferro, Leo García, Antonio Birabent, Rosario Bléfari, Liliana Herrero, Juan Falú, Teresa Parodi, Peteco Carabajal, Manuel Moretti y Ramón Ayala.

Y homenajes a Julio Cortázar, Juan Gelman, Leopoldo Marechal, Alejandro Urdapilleta, Luis Alberto Spinetta, Horacio Guarany y Luis Landriscina.

 

En el “El Encuentro de intelectuales latinoamericanos”, coordinado por Ricardo Forster, participaron Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, y Marco Aurelio García (Brasil), entre otros.

 

“Las ferias son lo que la gente -y me incluyo- hace con ellas, sin que haya un perfil predeterminado. En este caso, las actividades fueron disparadores y no propuestas a ser consumidas. Fue una forma muy saludable de producir cultura, sobre todo a través de la consigna de la inclusión", afirmó Juan Sasturain.

 

Por su parte, Mempo Giardinelli, destacó como “positivo el acceso que el encuentro ofreció a grupos sociales no siempre considerados en acciones culturales cómo éstas", y María Teresa Andruetto consideró "fantástica la posibilidad de un encuentro en el que participan escritores y artistas diversos de todo el país, periodistas, poetas o narradores convocados ya no como artistas del interior sino en pie de igualdad en un espacio que los, nos, reúne. Pero ante todo celebro que lo que realiza nuestro país en educación, ciencia, arte y tecnología, sea de entrada gratuita e ingreso libre".

 

Finalmente, desearía dejar en claro que de ninguna manera reniego de la Feria Internacional; aunque pueda tener muchos reparos en cuanto sus propósitos y accesibilidad; reitero que vale la pena ser visitada, aunque más no fuera una vez en la vida. Pero una cosa es ser “consumidor” de un bien cultural como el libro y otra muy distinta “partícipe” de distintas maneras en el uso del lenguaje. Y esto es gracias al don de la palabra que nos permite dar y recibir; disentir o ponernos de acuerdo; comunicar y crear belleza; celebrar, alertar o denunciar. Vivir en sociedad. Porque de eso se trata, de ser cada vez más humanos, cada vez más argentinos, cada vez más latinoamericanos y universales gracias al uso de la razón y la expresión a través de la palabra compartida.

 

*Periodista y poeta

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