El periodismo en su laberinto
Francis Bacon "Segunda versión de “Pintura 1946” (1971)
El periodismo dominante viene ejerciendo su tarea, desde hace tiempo, sobre la construcción de la realidad en base a informaciones falsas o mentiras. Como respuesta, los periodistas debemos realizar la tarea profesional inserta en el compromiso de contribuir al bienestar y a la información para las grandes mayorías y para el mejor desarrollo de la democracia por parte del pueblo
Por Luisa Valmaggia*
(para La Tecl@ Eñe)
Hace rato que muchos periodista advertimos que en los llamados “diarios hegemónicos” y sus consecuentes satélites (canales, radios, agencias y cuentas en las redes) se miente descaradamente.
Nada tiene que ver esto con la libertad que cada editor tiene para seleccionar qué temas colocará en la primera plana, cuál es la valoración que hacen de los materiales que la realidad proporciona. Estamos hablando aquí de la mentira, de la distorsión de datos objetivos, de la construcción de la noticia sobre datos falsos, no chequeados y con una clara intencionalidad de generar un daño sostenido al gobierno, en este caso, del Frente para la Victoria.
Este comportamiento no es solo local. Podemos observar comportamientos similares en la región y el mundo, como fenómeno de la globalización. Se viene desarrollando cada vez con mayor virulencia desde que accedieron al poder gobiernos que no solo representan a las grandes mayorías sino que han tocado intereses sustanciales del poder real y que “amenazan con ir por más, por todo y están dispuestos a no dar ni un paso atrás”.
Asimismo el gobierno de los Kirchner, a diferencia de sus antecesores, ayudó a correr el velo de lo que estaba oculto utilizando un estilo que confronta directamente con el poder y hablando con el pueblo sin la utilización de intermediarios a través de la cadena nacional.
La mentira, como herramienta comunicacional del poder real y de los medios no es nueva. Sólo basta recordar cuando se informaba en la década del 70, durante la última dictadura militar, que habían sido abatidos en un enfrentamiento equis cantidad de terroristas, cuando en verdad se trataba de fusilamientos y asesinatos perpetrados por las fuerzas armadas, por citar sólo un ejemplo de los más terribles.
Hoy no existe la posibilidad de un golpe armado pero sí de golpes blandos y aquí ya sabemos que los medios de comunicación cumplen un rol central a la hora de ir generando las condiciones de malestar, miedo, descontento, sensación de inseguridad en el sentido más amplio de la palabra.
Este año en particular –por ser un año electoral- ha comenzado plagado de mentiras sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman –cuya muerte sigue siendo investigada y sobre la cual hay más probabilidades de que se trate de un suicidio y no de un homicidio-, le siguió la denuncia de supuestas cuentas en el exterior de Máximo Kirchner y Nilda Garré, luego con ganancias que el Ministro de Economía Axel Kicillof obtendría por las acciones en empresas y en estos últimos meses con la noticias de que el Jefe de Gabinete y actual candidato a Gobernador bonaerense, Aníbal Fernández, es el narcotraficante número uno de la Argentina, quien habría ordenado el Triple Crimen de General Rodríguez, sin dejar de mencionar la última mentira sobre fraude en los comicios de Tucumán, y antes el robo de más de 150 mil votos que denunció Felipe Solá.
Todas estas denuncias en general se hacen en los medios pero nunca van a la justicia y cuando llegan a los estrados judiciales nunca pueden probarse, como la de la bóveda de Lázaro Báez en el sur y las valijas llenas de dólares que habría visto una mujer que se autodeclaró secretaria de Néstor Kirchner cuando éste vivía.
¿Cuál es el rol que debemos asumir los periodistas que no estamos en relación de dependencia en los medios hegemónicos?
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Comprometernos a denunciar y marcar la mentira publicada.
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Ser claros a la hora de exponer, desde qué lugar hablamos y cuál es nuestra posición.
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Seguir bregando por la aplicación plena de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para que la ampliación y
democratización de voces y contenidos termine definitivamente con el monopolio que tiene un grado superlativo de instalación.
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Dejar de lado egos y comportamientos elitistas y hacer una amplia convocatoria a todos aquellos colegas que entienden que hay que unificar fuerzas en un combate que es absolutamente desigual, porque ellos tienen décadas de tiempo de estar en el aire, en el papel, y en el imaginario como “independientes”. La batalla es despareja porque ellos tienen el poder económico que los sostiene, el desarrollo tecnológico y son parte activa y herramienta del poder real.
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A los colegas que trabajan en relación de dependencia pedirles solidaridad y que denuncien los aprietes y manipulaciones que hacen sus superiores del material que ellos entregan para su publicación.
Ya sabemos a esta altura que el supuesto periodismo objetivo no existe. Es necesario un periodismo militante, que transcurra entre no ser funcional a las corporaciones, sean estas económicas, políticas, judiciales, militares, etc., y que pueda guardar distancia de los gobiernos, pero que apunte a sostener la democracia y contribuya a garantizar el libre ejercicio de la profesión. Pero eso no alcanza de por sí. La tarea profesional debe estar inserta en el compromiso de contribuir al bienestar y a la información para las grandes mayorías, en síntesis, para el mejor ejercicio de la democracia por parte del pueblo. Ese es uno de los grandes desafíos que tenemos por delante, dejando de ser funcionales o herramientas del poder, que intenta preservar sus privilegios y prerrogativas.
Buenos Aires, 21 de agosto de 2015
*Periodista. Conductora del programa radial “Atando Cabos” AM Cooperativa