Profundizar
Definir cuánto de conflicto y cuánto de consolidación de un cierto orden se planteará a la ciudadanía en los próximos años es una de las tareas propias de la actividad política y de cualquier gobierno. También definir con qué fuerza, con qué base social se sustentará una u otra estrategia o una combinación de ambas.
Por Nicolás Tereschuk y Mariano Fraschini*
(para La Tecl@ Eñe)
“O inventamos o erramos”
Simón Rodríguez
Definir cuánto de conflicto y cuánto de consolidación de un cierto orden se planteará a la ciudadanía en los próximos años es una de las tareas propias de la actividad política y de cualquier gobierno. También definir con qué fuerza, con qué base social se sustentará una u otra estrategia o una combinación de ambas.
Arriesgamos algunas hipótesis:·
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Los niveles y tipos de conflicto, o la formulación de ellos que el kirchnerismo le planteó a la sociedad entre 2011 y 2013 no fueron fructíferos en el corto plazo en términos políticos. Las elecciones de medio término nunca fueron fáciles para el oficialismo, pero en 2013 el kirchnerismo esperaba más votos ya que partía de una marca alta en 2011 y terminó en un nivel similar al de 2009 -consolidada como primera minoría nacional pero lejos de sus expectativas iniciales-. Con una situación económica mejor que la de 2009 obtuvo un caudal similar de votos. Es claro que algún problema político se registró en la oferta del oficialismo.
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Algunos de esos conflictos del período 2011 - 2013 fueron encarados a contramano de los planteos de los principales sectores del establishment. Tomemos nota: nacionalización de YPF, reforma de la carta orgánica del Banco Central, controles en la compraventa de divisas, controles a las importaciones, restricción a la repatriación de dividendos por parte de firmas extranjeras, inclusión de directores estatales en las grandes compañías de las que Anses posee acciones, pago de deuda con reservas, obligación a bancos a disponer parte de sus préstamos a tasas preferenciales para sectores productivos, etc.
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Sin embargo, un sector de la sociedad consideró que algunos de esos conflictos significaban un peligro para su propia estabilidad. Estos sectores observaron con mucha preocupación que el aumento del conflicto colisionaba en forma directa contra las naturales posiciones en el interior de la escala social y representaban un ataque contra ese “nosotros”. Hubo también sectores que siempre fueron opositores y que entraron en pánico porque el denominado “vienen por todo” (“devuelvan el país” “¡libertad, libertad, libertad!”), se hacía carne con la acentuación económica de los pilares del modelo. Este escenario fue acompañado por el coro mediático que aún posee cierta capacidad de difundir ese “temor” a otros sectores sociales “no enojados”.
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A eso habrá que sumar dos fenómenos que se vienen dando en buena parte de Sudamérica, en los países que forman parte del territorialmente extenso “giro a la izquierda” en la región. Por un lado, las aspiraciones de aquellos que lograron “algo” y quieren “más”. Parte de esos sectores -por varias razones, entre las que están aciertos de la oposición mediática y limitaciones de los oficialismos- consideran que lo que lograron lo obtuvieron por su propio esfuerzo, sin intervención o ayuda del Gobierno. A eso podrían sumarse los temores de quienes ven que sectores de bajos ingresos “suban” en la escala social (que señalamos en el punto anterior) y consideran que eso hace peligrar sus propias posiciones de “virtual privilegio”. La comprobación de que América del Sur se convirtió en la única región del mundo que redujo sus niveles de desigualdad en la última década -lo planteó el más reciente informe del Fondo Monetario Internacional- expresa algunas de estas nuevas tensiones.
¿Y ahora, qué hacer?
Si una mayoría -o una primera minoría social, porque habrá que recordar que en la Argentina se puede acceder a la Presidencia con el 40 por ciento + 1 de los votos válidos, en algunas circunstancias- pide más “orden” y menos “conflicto” ¿qué significa eso? ¿Qué significa eso para el kirchnerismo? ¿Cuál debiera ser su posicionamiento, a un año y medio de las elecciones presidenciales?
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Una posibilidad es avanzar con un planteo “ameno”. Un “kirchnerismo cómodo” que bien podría apoyar lo antes posible al precandidato del Frente para la Victoria que mejor exprese esa opción “de centro”. Que prometa más “orden” que “cambios”. Que diga “hasta aquí llegamos”. Un planteo conservador puede así permitir “conservar” parte del poder. “Ganar”, incluso si es con consignas de otros, puede ser seductor.
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Una segunda opción podría ser no hacer nada nuevo. Hacer una defensa cerrada de lo actuado en el pasado. Se volvería así aún más central el discurso, sobre todo por fuera del Frente para la Victoria, de candidatos que postulan más “orden” que “cambios”. Que hablan más bien poco de tomar medidas para que los sectores más postergados de la población puedan mejorar (votan el proyecto de combate al trabajo en negro pero no lo tienen en su agenda, no le hablan a los precarizados, no les interesa). Y concentran su batería de planteos en los sectores más o menos incluidos y que ven a quienes logran ingresar a ciertos niveles de consumo mínimos como “vagos” o potenciales “delincuentes” (“No al Nuevo Código Penal”, “los vecinos linchan porque…”).
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La otra es hacer una revisión del pasado reciente poniendo sobre la balanza avances y limitaciones. Y hablar y actuar sobre el futuro sobre la base de reconocer que el pueblo “cuanto más tiene, más quiere”. La frase es muy bonita de decir -la pronunció la presidenta Dilma Rousseff- pero llevar adelante una estrategia en base a ella no es nada simple, sobre todo porque es una coyuntura totalmente novedosa para nuestra treintañera democracia. El gobierno brasileño, sin ir más lejos, tiene la idea como norte político pero, acosado por sectores que plantean un retroceso y por otros que llevan sus protestas a las calles el camino se le hace a veces cuesta arriba. Nadie dijo que fuera fácil. Pero vale la pena intentarlo.
En palabras de Lula:
“Tenemos que entender este momento como un momento rico de la democracia brasileña. Entonces, para esos jóvenes, que no tenían nada y que pasaron a tener acceso a alguna cosa, es normal que ellos quieran más. El que no tenía universidad, el que consiguió algo… (...) Entonces cuando se pasa de 3 a 7 millones de estudiantes, vos tenés 4 millones de personas que quieren más cosas Cuando uno percibe que las personas tienen un auto, las personas quieren más cosas. Entonces yo creo que ese es un buen problema, saber que las personas quieren más. Y las personas gritan “Fuera Lula, Fuera Diilma, Fuera no-sé-quién” ¿no? Porque posiblemente la culpa también sea nuestra. O sea, nosotros no trabajamos para la politización. Nosotros no trabajamos la cabeza. ¿Qué hace el PT hoy con la juventud?
No hace más lo que hacíamos cuando empezamos el partido. No hacemos más los debates que hacíamos. El partido precisa estar en la calle siempre, conversando con las personas, discutiendo con las personas, politizando a las personas y el gobierno informando correctamente, no tenemos más eso. Entonces ese movimiento percibe lo que la gente tiene que hacer. Lo que tenemos es un sector de la sociedad, más despolitizado y más conservador. Es así m’hijo, no es fácil. No es fácil en Brasil. Y en el mundo. Yo me acuerdo, en Buenos Aires, cuando los pobres, en la época de Perón, consiguieron tener un ritmo de vida mayor, que comenzaron a frecuentar las plazas que frecuentaba la clase media alta de Buenos Aires. (...) No es que ellos no quieren perder. Ellos no quieren que el pobre sea igual. Entonces, hijo mío, cuando una señora, el viernes se pone un perfume para ir a una cena y el lunes la empleada doméstica va a trabajar con el mismo perfume de ella, comprado en 18 cuotas en la feria paraguaya, incomoda. Cuando un ciudadano sale a trabajar en un auto de su casa y tiene frente a él un cero kilómetro del albañil que va a arreglar su casa, incomoda. Pero ¿saben? ese ascenso social yo creo que es óptimo, creo que es maravilloso que sea así. Hay gente a la que no le gusta, pero el mundo es así”.
La idea planteada por Cristina Kirchner de “empoderar” al pueblo de las conquistas de derechos logrados es también un primer paso para pensar en una nueva etapa. Habrá que buscarle más puntos de apoyo y acciones y políticas que le den forma a esa idea.
Los desafíos son enormes. Para encontrar un paralelismo, se trata de obstáculos que se parecen a los que enfrentó Sudamérica cuando comenzó a pasar de la “industrialización liviana” a la “industrialización pesada”. Cuando las principales críticas que enfrentó el proceso de industrialización provinieron de una derecha neoliberal que para acabar con esas limitaciones también propuso terminar con el proceso de industrialización.
No sea cosa que por no tener una estrategia adecuada, de cara a la sociedad, o al menos intentarla, el país tenga que enfrentar un retroceso.
*Nicolas Tereschuk es Politólogo y co-editor del sitio Artepolítica; Mariano Fraschini es Politólogo y docente UBA-UNSAM