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Sobre definiciones de la situación

La percepción de la complejidad en los estados sociopolíticos y su relación con lo discursivo incorporó como novedad la idea de confrontación como centro y eje: Ya no es un ejercicio político percibido en sus modos de hacer, decir o callar, sino que la confrontación es el centro mismo tematizado en el que el enemigo encarna la idea de mal absoluto. Las oposiciones al proceso político actual intentan esa cristalización absoluta sin densidad ni dinámica política superadora.

 

Por Ocar Steimberg*

(para La Tecl@ Eñe)

El diccionario de la R.A.E. provee seis significados para “situación”: el primero, absolutamente general, es “acción y efecto de situar o situarse”, pero el sentido se va acotando hasta el último, que, muy precisamente, remite al “estado sociopolítico de un grupo o partido gobernante”. Que operará influido por (es la definición inmediatamente anterior) el “conjunto de factores o circunstancias que afectan a alguien o algo en un determinado momento”.

 

Creo que puede acordarse que la percepción de la complejidad de ese “estado sociopolítico”, con sus (necesariamente cambiantes) componentes de tiempo y lugar, fue creciendo en las últimas décadas, en el conjunto de los discursos sociales, más allá de sus diferencias en cuanto al objetivo o el interés o el rigor de sus búsquedas. Ya no hay definiciones breves, universales y permanentes (si nunca las hubo para todos, al menos podía pensarse que era posible compartirlas dentro de cada facción) para nombrar esa condición diferencial adjudicable, con amor o con odio, a cada corriente o subcorriente o agrupamiento o confluencia política.

 

Exagerando un poco, pudo empezar a entenderse que la definición de un estado de situación pasaba a reconocerse como el principal referente (abarcativo, casi suficiente) de cada nominación partidaria en cada tiempo político. Y para hablar de una corriente política en términos de su estado de situación es difícil partir de inscripciones de escudo; no pueden no ingresar en el mensaje las señales de una escritura circunstancial informada por noticias y comentarios.

 

Y a veces esa escritura reciente puede agregar o aclarar algo de la palabra fundacional precedente,  pero en general sólo hace discurso para la construcción de una parada conflictiva del momento.

 

¿En otros términos, puede decirse que una novedad contemporánea del discurso político, no sólo en la Argentina pero aquí con amplio despliegue, es la de la confrontación absolutamente puesta en primer plano de unos procesamientos novedosos de la circunstancia? La política siempre puso en fase modos de hacer, de decir, de responder y de callar opuestos y asumidos en permanencia, pero ahora esos modos son tematizados, defendidos y atacados de manera explícita, como antes sólo aparentaban serlo los contenidos de la discusión. No se trataba entonces de que los estilos del discurso no contaran, pero no ocupaban el centro de la discusión (su tematización estaba, en todo caso, para el momento de distanciamiento o de burla). Hoy son ese centro porque en él se emplaza la acusación a un hacer del momento, que en el discurso de algunos políticos (records retóricos de Elisa Carrió) se articula sencilla y cotidianamente con la adjudicación al enemigo de un contenido de maldad absoluta: sobre todo, a faltas de honestidad y ansias de poder, tan sencillas de nombrar y señalar, tan olvidables cuando la acusación falló. Y tan distribuibles entre acusados diversos, atendiendo a la evidencia actual de la condición plural de cada sujeto de confrontación política.

 

Cuando se trata de atacar al otro se asume, más que nunca, la condición plural del enemigo. Para atacar a los protagonistas de un cambio nunca bastó con atacar a los jefes, pero ahora el reconocimiento de la complejidad de cada situación aumenta el número de sus protagonistas.

 

Posibilidad: y eso ocurre porque lo que pasa con los sujetos pasa también con los temas y motivos de la palabra política, y no se puede ya hacer como que se cree que lo fundamental de un proyecto político puede decirse en una frase, sino en la serie construida por la asunción, a lo largo de las dos últimas gestiones de gobierno, de otra pluralidad, la de los temas y motivos de un programa en continua profundización y renovación. Que permite al candidato Carlos Zannini señalar, en una entrevista de Horacio Verbitsky para Página 12, con una serenidad conversacional que hoy se ha hecho posible aun en el tratamiento de temas como los del discurso presidencial en su relación con los más complejos problemas de la integración social, que “Cristina deja la relación gobierno-pueblo en un muy alto estándar”.

 

Y creo que podría acordarse que en el diario la frase se lee convincente no sólo por su contenido, su tono y su contexto: además, se presenta acompañada por un notable juego de ilustración, incluyendo una foto de 1915 en la que un misionero salesiano se muestra en la fraternal compañía de un indio selknam, en el contexto de un extremo Sur argentino en el que sólo toma la escena la vivienda del aborigen. Los dos personajes se muestran especialmente serenos y, se diría, divertidos. Y uno no puede no pensar que el sacerdote se parece a Scioli y el selknam a Zannini. “La patria es el otro”.

 

7 de Julio de 2015

 

*Semiólogo y poeta

 

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