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Recuerdos de campaña

Una elección implica dirimir entre lo que puede suponerse que tenderá  a hacer cada alianza o cada corriente con  un enunciador múltiple que, a veces por un largo momento, puede asumir la palabra del conjunto. Hay modos, estados de conversación precomiciales, que presentan profundas diferencias, y allí los desafíos de no ceñir esa conversación a enfoques conservadores.

 

Por Oscar Steimberg*

(para La Tecl@ Eñe)

Hay actos que para uno son representativos de lo nuevo o lo distinto de cada tiempo de campaña en cada elección. De esta campaña, recordaré especialmente algunas cosas, y entre ellas, el acto convocado un domingo en Parque Centenario en apoyo a la candidatura de Scioli con la consigna Amor sí, Macri no.

 

El acto arrancó con la lectura de un ejercicio de toma plural de la palabra de Marta Dillon que empezaba, sólo empezaba: “Nosotros y nosotras, artistas, trabajadores, artesanas, estudiantes, varones, lesbianas, travas, putos, jóvenes, viejas, cuentapropistas, docentes, viejos, mujeres, migrantes…”

 

Interrumpo ahora la frase para comentar algo, y mientras lo hago me doy

cuenta de que lo que lo que dejo sin citar es tan importante como lo que incluí: la asunción de ese enunciador múltiple no parece tener repeticiones internas. Y la dificultad se me presenta algo así como natural. Perdón por la obviedad que uno no quiere no decir: en ese acto, con su convocatoria, por ahí se pudo ver más que en los otros lo que le está pasando a los actos políticos, artísticos, científicos, deportivos y jurídicos. Lo que cuesta es asumirlo, y la posibilidad de esa asunción es política y su efecto también.

 

Trato de continuar aquí una charla al pasar que los tiempos no permitieron fijar del todo en texto, y que pido se vea sólo como parte de esas conversaciones que el breve período precomicial dejó en esa condición. Al final de aquel encuentro pensé que a otros actos se va para sentirse parte del conjunto de los que se le parecen (y no está mal, claro…), pero que ahora ha cobrado importancia la posibilidad de esos actos-otros en que los demás pueden no parecérsele, salvo en detalles como el de que estarán buscando, ellos también, eso que uno no puede dejar de definir como sus objetivos –por ejemplo, políticos- del momento.

 

Y que puede extenderse la reflexión abarcando las razones por las que, además de asistir a un acto, se elige un candidato en vez de otro: entre esas razones no estarán únicamente las que suelen elegirse para referir al sentido de lo que se sabe sobre la historia y el discurso de ese individuo político sino también, y especialmente, a lo que puede esperarse de sus prácticas de asociación con los que comparten o pueden compartir sus objetivos en la etapa que empieza.

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Cuando se vota por un individuo se vota también por un grupo, o por una alianza, o por una corriente. Es lo que pasa desde siempre cuando se vota a un individuo, pero ahora la evidencia es mayor. No se elige entre lo que promete un candidato y lo que promete otro. Se elige entre lo que puede suponerse que tenderá  a hacer cada alianza o cada corriente, con ese operador que, a veces por un largo momento, puede asumir la palabra del conjunto.

 

Porque no hay quien pueda –ni quiera- hacer un proyecto político en soledad. No hay tiempos ni saberes ni poderes que alcancen. Es lo que seguirá pasando con el candidato que gane.

 

Y en unos casos eso será más perceptible y en otros menos. Pero no dejará de pasar, porque no hay nada que mantenga en su lugar al que no puede apelar cada día a la confirmación de su estado de conversación.

 

Y las diferencias entre los modos de acceder e insistir en esos estados de conversación son profundas. Se los puede vivir como la inveterada asociación con los semejantes, y, opuestamente, como la asociación con los diferentes con los que se quiere acordar y convivir, como se muestra ahora en algunos actos públicos. Se tratará de la asociación con los diferentes con los que, hoy, se pueden compartir ideas, prácticas y expectativas.

 

Para muchos, lo contrario sería intolerable, porque el que espera reunirse sólo con los que serán siempre como él ha decidido no buscar: ser conservador no es solamente defender el mantenimiento de lo que es y de lo que se tiene; también es rechazar, por principio, la decisión de compartir con el otro el procesamiento del riesgo y de la necesidad. Y hay tiempos en que la opción por una u otra entrada en la plaza es como si tomara la escena.

 

Buenos Aires, 20 de noviembre

 

*Semiólogo y poeta

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