La cotidianeidad del abuso sexual
La problemática del abuso sexual se halla diluida por poderes terrenales con pretensiones celestiales y por la hipocresía conservadora. Es deber del Estado desarrollar políticas de prevención de los abusos sexuales contra la niñez y una de las principales herramientas para ello es la educación sexual en las escuelas, boicoteada por esas mismas fuerzas conservadoras.
Por Osvaldo Fernández Santos*
(para La Tecla Eñe)
Hikari Shimoda
Juan es casi un sexagenario que denota cultivar la imagen al detalle. Jovial se sienta próximo a Luna, una niña de diez años de edad. La abraza por la parte inferior de la espalda, y la atrae hacia sí. La nena se retrae con signos de incomodidad, mira a los padres con desconcierto, estos convalidan la acción con una sonrisa cómplice. Juan sujeta a Luna con firmeza y la sienta sobre su falda, le acerca el rostro y le palmea las piernas. En modo seductor le dice: Bueno, vení, ya te vas a aflojar, ya te vas a aflojar. Dominador de la situación, el hombre le ofrece un regalo, la nena sonríe con timidez. Juan la mantiene sentada sobre sus piernas, la aferra por la cintura y le acaricia la mano, Luna no puede moverse.
La escena descripta es abusiva y representativa de contingencias de la vida cotidiana. La imposibilidad de saber si en el adulto existe una intención sexual conciente, limita cualificarla dentro de la dimensión del abuso sexual. El carácter abusivo pasa socialmente inadvertido, forma parte de lo naturalizado por la ideología patriarcal dominante, y por ende es aceptado. El hombre es quien dispone de la mujer, los adultos quienes disponen de los niños.
Es lícito que se someta a caución la supuesta aceptación social de la trama propuesta: ¿quién podría admitir un hecho así sin indignarse?, ¿quién consentiría un acontecimiento de esa naturaleza sin intervenir?, ¿desde qué sustento, se pretende naturalizar esa barbaridad? Los cuestionamientos se saldan al develar que en realidad se trata del spot publicitario del PRO, donde Luna es la protagonista que hace de Sheila, y Juan es Macri que hace de Macri.
El abuso sexual propiamente dicho contra niños y niñas, se inscribe dentro de la misma lógica patriarcal, guardando análogos grados de invisibilidad, y niveles de tolerancia social que llegan a extremos alarmantes. Aquí cabe una vez más, la razonable y defensiva desconfianza de los lectores. Unos podrían preguntar: ¿será posible?, otros, directamente aseverar: este hombre derrapó. Enfrentar tales suspicacias sólo con estadísticas confiables que señalan que el 23% de las mujeres han sido abusadas sexualmente durante la infancia, y que la proporción de víctimas es de cinco niñas por cada niño (1), es insuficiente. La demasía afectiva puesta en juego con una aseveración que afecta al narcisismo, no se salda con estadísticas, menos en un momento en el cual el rigor científico ha sido destituido al lugar de simple doxa, y las diferencias entre las metodologías serias y las manipulaciones, derrumbadas por la proliferación de operaciones mediáticas. Así que recurriremos a un caso acreditado, con ribetes increíbles, ocurrido en Latinoamérica, y de fácil comprobación vía internet. Un hombre famoso fue condenado por violar a un niño. Multitudes de personas pasaron a vivarlo durante largo tiempo, creando canciones que celebraban su proceder; incluso, algunos fanáticos agredieron al niño victimizado. El presidente del país intervino para lograr su liberación, cuestión que se materializó con la intervención de la Corte Suprema de Justicia, que cambió la carátula de la causa de violación a abuso sexual. Al recuperar la libertad, el hombre incrementó la popularidad, mejoró la situación laboral previa, convirtiéndose en una especie de embajador que cada cierto período de tiempo viajaba como experto a distintos países. En la actualidad, si bien disminuyó su brillo, mantiene alta popularidad y trabaja en programas televisivos. Para facilitar el “googleo”, el país es Argentina y el famoso el Bambino Veira. El peso específico del botón de muestra, valida la aplicación del método inductivo.
En forma paralela y de apariencia paradójica con lo hasta aquí desarrollado, la sola idea de pensar en “un abuso sexual infantil” es de por sí estremecedora, conlleva a considerar la factibilidad de lo impensable, en un adulto sometiendo sexualmente a un niño. El dilema se incrementa, si analizamos el enunciado "abuso sexual infantil", que aun siendo la representación que se ha impuesto como expresión de la denuncia del padecimiento de niñas y niños, porta aristas tranquilizadoras, a saber: a) La mediación que es inherente al lenguaje frente al acto (en este caso perverso); b) El deslizamiento edulcorado y literario de la responsabilidad sobre niñas y niños, adjudicando de modo inadmisible el calificativo de “infantil” al abuso sexual, velando al adulto que lo ejerce (2); c) Encubre al incesto. El incesto paterno-filial es la forma preponderante de violencia sexual perpetrada contra niñas y niños. Lo familiar se torna repentinamente desconcertante, terrorífico, emergiendo lo siniestro. A su vez lo extraño deviene familiar, porque dentro del seno parental, el sometimiento sexual se sostiene en el tiempo, duplicando la escala de lo ominoso.
Es la dimensión de lo siniestro la que define a las vejaciones sexuales contra niñas y niños, en tanto que, en esos abusos se infringen las pautas originarias y universales que rigen a las diferentes culturas, acerca de la interdicción de la apropiación gozosa del cuerpo de los niños por parte de los adultos, como restricción reguladora de la asimetría irreductible de poderes y saberes existentes entre ambos.
La defensa psíquica predominante ante la emergencia de lo siniestro es la negación, se toma noticia pero no conciencia del acontecimiento infausto. Aquí radica parte de la explicación de la aparente contradicción entre la tolerancia y el fuerte rechazo ante los abusos sexuales contra niños y niñas, dado que, a pesar de ser manifiestos no son conscientes. La negación a su vez se facilita y adquiere sus modos, en las representaciones sociales que la ideología patriarcal produce y reproduce como instauración del sentido común. Pasado el escándalo, suele reaparecer la hipocresía.
En la actualidad se ha logrado cierta visualización de la problemática, y avanzado en leyes que implicaron un progreso ponderable para el cuidado de niñas y niños. La exposición de la temática trajo aparejado el surgimiento de un movimiento virulento y mercantilista de rechazo al develamiento de los abusos sexuales, sobre todo los incestuosos. Desde construcciones teóricas ideológicas (el SAP y la co-construcción de memorias) se desmienten las vejaciones contra niños y niñas, proponiendo que a dominancia se tratan de imposturas de madres, hijos y psicólogos. Si bien estas teorías no obtuvieron reconocimiento científico alguno, han corrido como reguero de pólvora en ámbitos judiciales. Su poder y peligrosidad radican en que ofrecen soluciones simples y tranquilizadoras ante problemáticas complejas y terroríficas, sintónicas con el imaginario social, facilitando la emergencia de la negación frente a lo siniestro. Siempre resulta aliviador pensar que se trata de una mujer despechada y no de un niño abusado.
Las personas que han sido abusadas sexualmente durante la infancia, cuando logran mitigar las consecuencias traumáticas, se convierten en sobrevivientes. No es sencillo, porque las vejaciones sexuales, principalmente las incestuosas, tienen efectos devastadores en el psiquismo. En un alto porcentaje, adquieren un posicionamiento subjetivo de indefensión que las exponen a diferentes riesgos. Se suma a su padecimiento, el mito infausto de que devendrán en abusadores (3).
Es deber del Estado desarrollar políticas de prevención de los abusos sexuales contra la niñez, una de las principales herramientas para ello, la educación sexual en las escuelas, se halla diluida por poderes terrenales con pretensiones celestiales, y por la hipocresía conservadora.
Buenos Aires, 24 de agosto de 2015
*Psicólogo, Psicoanlista. Perito Psicólogo - Poder Judicial Pcia de Buenos Aires
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“Abuso sexual infantil, en la mejores familias” - Irene Intebi (Ed. Granica, 1998) Barcelona, España
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Jorge Garaventa es quien comenzó a alertar a cerca de esta problemática. Aconsejo al respecto la película: “Río Místico”.
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Hallazgo, que entre otros tantos, le debemos a Eva Giberti.