La oportunidad para el descaro
El travestismo discursivo del Frente Renovador se ha entroncado con la existencia de un 21 % díscolo dentro del electorado tradicional, que tiene el poder de inclinar la balanza hacia uno u otro lado. No lograron con su oferta quedar instalados para el debate final, pero el daño fue mayor pues ensanchó artificialmente un lado de una de las tantas grietas en que se expresa la conflictividad social argentina.
Por Raúl Lemos*
(para La Tecl@ Eñe)
Mientras en Argentina transcurría el proceso electoral que se dirimiría el domingo 25 de octubre pasado, en los debates internos previos a la campaña presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica, el Senador demócrata por el estado de Vermont, Bernie Sanders, estaba proponiendo algo verdaderamente innovador para la cultura política norteamericana que consiste en la implementación de un seguro nacional de salud que cubra integralmente a todos los habitantes y también la transformación de la costosa universidad privada actual, toda una institución de ese país, en una de carácter público para que puedan acceder a ella de manera gratuita todos los ciudadanos. En el otro extremo, Donald Trump, simbólico contendiente por la derecha republicana, a la par de la enormidad de un muro a lo largo de la frontera con México en su afán antiinmigratorio, también propone subirle los impuestos a los ricos, siendo el mismo uno de ellos.
Cualquiera con una noción sobre el mayor imperio económico y bélico de la historia de la humanidad y aplicando la idea del inconsciente a esos imaginarios, podría especular con que ambos competidores están forzando la realidad con un acting para dar además del explicitado un mensaje subliminal. Quizá así sea, pero de lo que cuesta dudar cuando se escuchan o se leen las posturas, más allá de su improbabilidad o no, es de la convicción de esos objetivos, los que se advierte creen cumplibles. ¿Y por qué no?
Expresando el grado de liviandad que lo define a cada uno, el Pro y el Frente Renovador concibieron sus estrategias para operar sobre una base social que, conforme los resultados de las Paso recientes, se había revelado dividida en tres porciones: una oficialista que rondaba el 40 %, otra anti-oficialista con el 30 %, quedando la del medio con el 30 % restante de los ciudadanos como porción en disputa, pero cooptada en un porcentaje casi excluyente y decisivo del 20 % por la última de esas fuerzas.
El caso más grosero es el del Pro, cuyo líder la noche de las Paso modificó su rumbo en 180 grados y ante la ausencia de efecto favorable verificable estadísticamente, después de semejante volantazo, en los días previos a la primera vuelta lo profundizó con la puerilidad de un marido engañador al rogarle a la sociedad que “por favor” le crean. Y hasta ahora parece que lo logró.
Quedó claro una vez más, que la zoncera de una amplia mayoría de clase media se corresponde con la de una elite saturada sobremanera de cinismo que subestima e iguala para abajo la tironeada consciencia social de las grandes urbes, especialmente la capitalina. Y también, que al calor de esa fragua, elaboraron una estrategia que les prodigó éxitos parciales pero no menores, como la gobernación bonaerense y quedar sólo a dos puntos del ganador de la presidencial con proyección a más.
No obstante lo interesante para este análisis y que contrasta con la discusión en el país del Norte, es el caso del Frente Renovador, cuya propuesta travestida en los bordes del discurso oficial, ingresó en un terreno riesgoso tanto en lo económico como en lo político, tocando cuestiones vinculadas a derechos humanos, seguridad interior y economía que de haberse impuesto nos hubieran acercado peligrosamente al pasado, lo cuál, es diáfano, hubiera sido poco comparado con lo que puede pasar ahora si se impone el PRO.
Para muestra basta el efecto que tuvo sobre una dirigencia política opositora genuflexa, el bombardeo mediático irresponsable con el que torpedearon el proyecto de código penal, que de manera constructiva desde una perspectiva democrática había sido acordado unánimemente por las principales fuerzas políticas. Debido a ello, éste aún no pudo ver la luz, llamativamente en un país en el que la inseguridad está desde hace años en el tope de las preocupaciones de su población.
Lo significativo aquí es la composición política del Frente Renovador, que más allá del origen de derecha de su principal fundador, está integrada por hombres y mujeres mayoritariamente del peronismo, algunos de los cuales como su candidato, ocuparon importantes cargos en el elenco oficial gobernante de los últimos años a saber de, Jefatura de Gabinete de Ministros (2), Ministro de Economía y Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, por citar solo a los más destacados, y que ahora en plena lucha por el poder quedaron, especialmente los dos últimos, desencajados del molde de lo que supieron representar.
Lo que queda aún por despejar es si cabe naturalizar dentro de la lógica más amplia de la construcción o transformación del complejo fáctico y normativo que constituye un país, la práctica de proponer o prometer lo que se crea útil para conquistar el poder exclusiva y excluyentemente.
El Gobierno fue rígido y dogmático en las legislativas de hace dos años, cuando finalmente tuvo que dar el brazo a torcer con el impuesto a las ganancias. Pero no dio mucha más ventaja que esa. No obstante, y muy a pesar de los desprendimientos de dirigentes y la zozobra en que cayó esa fuerza en medio de las dudas sobre la continuidad o no de su campaña presidencial, obtuvieron un consistente 21,34 % de los votos, siendo el que por abrevar en la misma cantera electoral del oficialismo, neutralizó su triunfo en primera vuelta.
A diferencia de la labilidad política ideológica del PRO, que convencidos de que con las fuerzas del mercado y la inversión especulativa externa ya en la recta final convenientemente disimuladas, nos (les) va a permitir seguir creciendo, los Renovadores saben que concibieron el núcleo duro de su propuesta como táctica electoral, pero que era impracticable sin riesgo de desfinanciamiento del estado y un retroceso alarmante en materia de seguridad interior y Fuerzas Armadas.
Es en este punto, el de la creencia del propio discurso, en donde se aprecia la diferencia de congruencia y seriedad comparada con la que se verifica en el país del Norte, en el que hay un fuerte contraste principalmente en la moción de Sanders, con algunas instituciones que han signado la vida social y política de la mayor potencia de Occidente, y no por ello dejan de ser creíbles en su proposición.
En Argentina, el travestismo discursivo del Frente Renovador se ha entroncado con la existencia de un 21 % díscolo dentro del electorado tradicional, que tiene el poder de inclinar la balanza hacia uno u otro lado y que, o bien necesita sopesar muy bien sus opciones como un árbitro sabio y sesudo, o bien tiene intereses muy puntuales insatisfechos. Y no casualmente ese conjunto de propuestas dudosas, son propalados por una fuerza de reciente creación, integrada por un grupo de dirigentes cuyos egos les impide ser parte de un proyecto mayor y el descaro oportunista negador del conflicto de uno de ellos, que hasta ahora, en electivas, sólo triunfó para gobernar un municipio.
No lograron con su oferta quedar instalados para el debate final, pero el daño fue mayor pues ensanchó artificialmente un lado de una de las tantas grietas en que se expresa la conflictividad social argentina, que a no dudarlo y por mucho tiempo, gozará de buena salud gane quien gane. Menos mal.
Buenos Aires, 15 de noviembre de 2015
* Miembro fundador e integrante de la Mesa Provincial del Partido Solidaridad e Igualdad.