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A propósito de la inflación

La velocidad, el impacto y la afectación de consensos

 

Las contradicciones que atraviesa la economía nacional no pueden entenderse sin observar el escenario inflacionario como consecuencia, o el estrangulamiento del sector externo, y no pueden comprenderse sin considerar el modo de acumulación de un capitalismo dependiente. El recurso de la devaluación es un instrumento de última instancia, pero de corto alcance (el de enero quedo prácticamente disuelto) sino se detiene el ritmo de precios. Para la postura neoliberal basta con fijar el tipo de cambio -apreciando la moneda- y abrir la economía para que el capitalismo nacional alcance el nivel de desarrollo de los países centrales. Pero no estamos en los ´90 porque hay una voluntad política destinada a revertir un capitalismo subordinado, sin destino nacional.

 

Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

 “En la misma semana, Hugo Moyano y el Grupo Fénix alertaron a la opinión pública tanto como al Gobierno sobre la existencia de la inflación. Lo hicieron en registros diferentes, adecuados a cada cual: el líder de la CGT, en coloquiales declaraciones a la prensa; el Fénix, en un documento conciso y medido. Ambos reiteraron su empatía con el “modelo” kirchnerista, con sobrados pergaminos. El dirigente camionero es uno de los pilares activos de la gobernabilidad. El Grupo Fénix insufla capital simbólico a la política económica oficial, a la que, en general, explica mejor que la mayoría del elenco gubernamental. Cuando aliados con tamaños pergaminos formulan un alerta, bueno es escucharlo y tomar nota.” Mario Wainfeld –Página 12 - 28 de marzo del 2010.

 

Este comentario de Wainfeld, tiene un valor adicional al contenido; y es la fecha. Hace más de 4 años que distintos actores muy diversos entre sí anticipaban un problema. Y el problema de mayor relevancia fue que no fueron atendidos. Después Moyano abandonó su alianza con el kirchnerismo y a pesar de que era considerado “pilar” de la gobernabilidad, su partida no afectó para nada la gestión del gobierno, ratificando la centralidad del kirchnerismo y el desplazamiento del eje movimientista de “columna vertebral” de la clase trabajadora. El anticipo de lo que vendría después, alejó al dirigente cegetista del oficialismo, porque pensaba que iba a ser el “pato de la boda” de una política de ajuste.

 

Hoy, comparativamente con aquella fecha, el ritmo inflacionario se ha consolidado y acrecentado y ese aumento se refleja en el creciente reclamo de la población. A pesar de esto y de la continuidad y reiteración de este problema macroeconómico, el término Inflación todavía no es nombrado en algunos discursos y en algunos análisis, aunque es admitido cada vez más, entre los economistas más cercanos, pero nada en sus funcionarios.

Hace algunos años, varios economistas progresistas, y por lo tanto opuestos al liberalismo, trataban de explicarnos a los neófitos las bondades de “alguna” inflación; alguna vez inclusive apoyados en un texto del prestigioso Mario Rapoport: “Una revisión histórica de la inflación argentina y de sus causas”, en que cuestiona el enfoque liberal sobre el tema y el dogmatismo respecto a la falsa contradicción entre el nivel general de precios y el crecimiento. No obstante, el historiador económico dice en la pag. 2 “No alcanza un traje de talla única para explicar a la inflación. No sólo porque son numerosas las causas que la pueden disparar, sino también porque los procesos inflacionarios no son neutrales; constituyen subas generales de precios pero provocan, como dijimos, transferencias de recursos de unos sectores a otros. Indagar cómo ocurren estas transferencias y cuáles son los grupos ganadores y perdedores, revela mucho acerca de la naturaleza de la inflación –o de la deflación- en las distintas etapas de la historia económica argentina.” (Aportes de la Economía Política en el Bicentenario. J.M.Vázquez Blanco y S. Franchina (comp.), Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2011,)

 

Más adelante en la pag. 14 dice “Los ciclos de crecimiento vienen de todos modos acompañados de procesos inflacionarios con reacomodamiento de precios relativos. No obstante, la inflación tiene que ser entendida en el marco de la problemática argentina particularmente sensible al tema: sus consecuencias negativas han castigado principalmente a los sectores populares y medios, con una disminución del consumo y de los salarios reales, procesos agravados en las hiperinflaciones de los años ’80 y principios de los ’90.” (ibídem)

 

En numerosos escritos del campo popular se interpela la teoría y práctica monetarista-liberal contra la inflación que siempre termina redistribuyendo ingresos en contra de los trabajadores y los pobres. Pero no vamos a encontrar una demostración de los beneficios de una inflación sostenida en el tiempo y de dos dígitos, y menos aún una inflación que provoque una redistribución progresiva. Tampoco la encontramos en la bibliografía keynesiana y marxista, y obviamente tampoco en la teoría clásica. Inclusive a veces se comete el error de extrapolar comparaciones con países desarrollados cuyo problema es, al revés, la deflación y no la inflación.

En algunas oportunidades se lo fuerza a Keynes para justificar la inflación (sobre todo cuando crece la producción y el empleo) y es oportuno recordar lo que decía en sus Essays in Persuation – Norton Co., 1963 – pag. 77: “Lenin afirmaba que la mejor forma de acabar con el sistema capitalista era mediante el envilecimiento de la moneda. A través de un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar, en secreto e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de los ciudadanos. Este método les permite no solamente confiscar, sino confiscar arbitrariamente; y, mientras este proceso empobrece a muchos, también enriquece a otros. Esta redistribución de la riqueza afecta no sólo la seguridad, sino también la confianza en la justicia del sistema de distribución de la riqueza existente”.

 

Es obvio que Keynes, miembro del Partido Liberal británico era crítico del capitalismo, pero no abogaba por su destrucción. Sin embargo, las derechas en Latinoamérica, siempre en extremo, consideraron al Lord un “agente” inconsciente del comunismo a través de las políticas de emisión y la intervención del Estado. La gran crisis de los ´90 eclosionó en el 2001/2 y significó una fuerte degradación de nuestra moneda. En estos últimos años nuestra divisa (que también es soberanía) retomó el ritmo de desvalorización; y esto ocurre no por una convicción del kirchnerismo, sino muy a pesar del gobierno nacional, que despliega una serie de estrategias anticíclicas para reordenar las variables macroeconómicas. Pero hemos actuado a destiempo, tardíamente respecto a esta calamidad de la economía. Una negatividad agravada por una crisis económica-financiera internacional del capitalismo central que viene desde el 2007/8 y por la recesión brasileña.

John Maynard Keynes

El debate entre la heterodoxia y el neoliberalismo muestra que los aspectos específicamente monetarios de la inflación no deberían obviar las cuestiones estructurales, que permanecen. Hay temas pendientes que el crecimiento económico y la estatización parcial del 2003 al 2010 han puesto más a la luz. Cuestiones como la profundización de la sustitución de importaciones, la evitación del estrangulamiento del sector externo, la desconcentración de varios mercados estratégicos, la argentinización de la producción, la necesidad de incrementar las reservas del BCRA y la inflación. La década ha sido el período preparatorio de la gran transformación que venía después y que había que cuidar. Darlo como un ciclo acabado de nuestra historia desvaloriza lo pendiente.

 

Si decimos que la concentración es la gran responsable de la inflación, eso señala un objetivo a cumplir y hay que avanzar sobre esa cuestión. Si decimos que la exportación de granos es un oligopolio que tiende a extorsionar a los gobiernos hacia la devaluación para mantener su tasa de ganancia; hay que avanzar sobre eso. Por supuesto, avanzar con realismo, fuera del infantilismo que sólo se apoya en consignas o en anacronismos

La correcta crítica al monetarismo liberal no excluye la certeza de que la economía capitalista no puede no ser monetaria. Lo decía el propio Marx en El Capital "es simplemente que la emisión de papel moneda debe limitarse a la cantidad en que tendría realmente que circular el oro simbólicamente representado por él" (página 102 traducido por Juan B. Justo - Editado por Biblioteca Nueva – Dic. 1946)

 

Marx explicaba que la cantidad de moneda que circula es igual a la suma de los precios de las mercancías sobre el número de traspasos de moneda (velocidad de circulación) (ibidem, página 95). Como en aquella época los que emitían eran bancos privados, Marx apuntaba que los banqueros robaban a la gente cuando emitían más de lo necesario para que se produjeran los intercambios de bienes y servicios en la sociedad. Es lo que ahora hacen los Bancos Centrales sino son controlados. Decía Marx: "Basta poner en circulación una cantidad determinada de billetes para echar fuera de la circulación a otros tantos, golpe artístico bien conocido por los bancos".

 

La circulación monetaria está determinada por las condiciones productivas; propiedad de los medios de producción, nivel de desarrollo de las fuerzas productivas; relaciones internacionales, matriz productiva; y relaciones sociales que interactúan con la mercancía moneda. Las alternancias de períodos de tipo de cambio alto y bajo y de períodos de alta y baja inflación de las últimas tres décadas de la economía argentina, sólo se pueden explicar teniendo en cuenta estas variables. Las repetidas devaluaciones han sido una vía para adquirir competitividad en el mercado mundial, a partir de una redistribución del ingreso favorable al capital en general (y en particular, favorable al capital volcado a la producción de bienes transables). En los últimos años, el gobierno, que desde el BCRA practica una devaluación por goteo con algún salto como en enero ppdo., por el impacto de la dinámica de precios internos y el tipo de cambio, intenta compensar la pérdida de ingresos a través de paritarias sin techo o de planes parciales de administración de precios. A pesar de esto, que es necesario, no logra evitar una pérdida del salario real y un debilitamiento de la seguridad laboral. En el mejor de los casos es un paliativo frente al conocido shock liberal del Estado o los golpes de mercado.  Estrategia heterodoxa que incluye además acciones contra la especulación financiera y que amenaza a los grandes empresarios de no excederse en la puja distributiva. Pero, esto es la política, la política por encima de la economía.

 

El problema principal de la economía argentina es la producción, y la producción autónoma, la necesidad de mayor oferta. Pero, para alcanzar este objetivo estratégico hay que limpiar de obstáculos el camino. Porque a pesar del esfuerzo de estos años, nuestra economía sigue siendo dependiente: dependiente de la innovación tecnológica que está en manos de las multinacionales, del precio internacional de productos primarios y de la energía que importamos. Esto es el marco de las hegemonías, que merecen ser nombradas en su verdadera extensión.

 

Considerando la década 2003/13, en promedio se produjo un crecimiento de la economía y una significativa disminución de la desocupación, también una recuperación del valor de la moneda; sumado a la mayor cobertura de seguridad social que el país tenga memoria. Respecto a las exportaciones, se observan dos períodos desde el 2003/2008, en que las mismas van creciendo a dos dígitos por año; y el que comienza en el 2009 hasta la fecha en el que hay un descenso en el promedio a medida que se va reiterando, año a año, una alta inflación. Hay coincidencia entre los economistas de cualquier signo que si bien la inversión pública y privada ha crecido en este período de tiempo, es indudable que para un mayor incremento y mayor distribución hace falta una captación mayor.

Argentina necesita más inversión, necesita 10 mil millones de dólares adicionales por año". Arnaldo Bocco – Página 12 – 2 de enero del 2013.

El problema no es la demanda como pregona el liberalismo sino la oferta en cantidad, y  una oferta menos concentrada y menos extranjerizada. Nuestro país, que produce más que hace diez años, produce mucho menos de lo que debería considerando sus recursos naturales y los recursos humanos de que dispone. El problema es una dificultad de organización capitalista (con sentido social y nacional) de la economía. La inflación es la fiebre, es el síntoma de la enfermedad. Pero si la fiebre es alta, el médico aconseja bajarla, aunque esa no sea la causa. Porque una inflación alta en el tiempo empieza a dañar a otras partes del cuerpo: el tipo de cambio y las exportaciones e importaciones, las tasas de interés, el nivel de consumo, la producción, el poder adquisitivo y la inversión son invadidos por la epidemia de precios. En el plano político social, la inflación desquicia la relación entre Capital y Trabajo; y frente a esto se siente la ausencia de una Mesa de Acuerdo Social, propuesta alguna vez por Néstor Kirchner. 

 

Las contradicciones que atraviesa la economía nacional, no pueden entenderse sin observar el escenario inflacionario como consecuencia, o el estrangulamiento del sector externo, y no pueden comprenderse sin considerar el modo de acumulación de un capitalismo dependiente. El recurso de la devaluación es un instrumento de última instancia, pero de corto alcance (el de enero quedo prácticamente disuelto) sino se detiene el ritmo de precios. Para la postura neoliberal, bien expuesta en los ´90, bastaba con fijar el tipo de cambio -apreciando la moneda- y abrir la economía para que el capitalismo nacional alcanzara el nivel de desarrollo de los países centrales.

 

Por supuesto, la devaluación de 2001/2 permitió reactivar la economía, a costa de una fortísima caída de los salarios y de un rápido y fuerte ajuste de las condiciones de vida de la población. No estamos en los ´90 porque hay una voluntad política destinada a revertir un capitalismo subordinado, sin destino nacional.

 

Finalmente, en otra nota trataremos de completar lo que falta en esta. El impacto de la inflación en el ciudadano de a pie; cuyos efectos replantea la relación entre el sujeto y el Estado, y el resto de la sociedad. En esta línea se afectan los consensos; el incremento general de los precios tiene un impacto negativo sobre la confianza pública. La mayoría del pueblo no entiende la conexión de la velocidad de las bolas de billar que golpean unas sobre otras en la cadena de la causalidad económica; pero sí siente que la inflación le cae como una bola maciza en la cabeza; y piensa que no lo merece. ¡¡ Y no lo merece!!

 

* Sociólogo y Analista político

 

 

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