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El mercado cambiario argentino

El economista y profesor de la UBA, Horacio Rovelli, analiza el histórico origen de nuestro mercado cambiario y sus derivaciones ligadas al poder económico local e internacional junto a las decisiones políticas de los gobiernos nacionales.

 

Por Horacio Rovelli*

(para La Tecl@ Eñe)

Nuestro mercado de cambio nació durante la Guerra del Paraguay. Recogemos un párrafo textual del periódico inglés que se editaba en nuestras pampas, "Courrier de la Plata” que en su columna de opinión del 26 de enero de 1869, cuando las tropas brasileñas y mitristas reprimían a los solados argentinos que no querían ir a pelear al Paraguay (recordemos la resistencia de batallones enteros y la proclama de Felipe Varela), sostenía: “La Guerra del Paraguay ha hecho afluir numerario a los mercados del Plata. Buenos Aires ha podido establecer un mercado de cambio gracias a las libras esterlinas que el Brasil ha enviado en pago de los productos (carne y alimento en general) que ha adquirido para su ejército en las provincias Argentinas”.

 

Rivadavia ya nos había endeudado con la Baring Brothers, y los comerciantes ingleses nos compraban carne y cuero y nos vendían todo tipo de productos desde vajillas, montura inglesa, té, etc. etc., pero la frecuencia (número de operaciones) y magnitud del financiamiento de la guerra por parte del Imperio de  Brasil y de Inglaterra en la invasión al Paraguay, es el certificado de origen de nuestro mercado cambiario. Mercado al que el presidente Maurizio Macri le otorga el valor de fijar el tipo de cambio.

 

Nuestro mercado cambiario actual tiene, por un lado, grandes empresas exportadoras - recordemos que 750 empresas, muchas de ellas conforman el mismo grupo económico, representan el 90% de las exportaciones (las principales son Minera Alumbrera, Cargill, Bunge Cerval, Aceitera Gral. Deheza, Volkswagen, ADM, Aceitera Vicenetín, Noble Argentina, Nidera, etc.) -, y por otro, grandes importadores (esencialmente las empresas automotrices, químicas y petroleras), más el ingreso de capitales, que en la nueva gestión va a ser esencialmente el blanqueo impositivo para permitir que declaren parte del capital fugado en los últimos años. En conjunto determinarán el valor del dólar (que es nuestro tipo de cambio de referencia).

 

En nuestro país se toma al peso como moneda de trueque y el dólar como moneda de ahorro. En ese marco, se debe tener en cuenta que una devaluación (dar más pesos por dólar) genera una transferencia de recursos de los que perciben ingresos fijos en moneda local a favor de los que poseen u obtienen  divisas (Ya sea los más de U$s 211.000 millones que estima el BCRA de activos en el exterior de residentes de nuestro país, pero que alcanza a los U$s 399.100 millones según estimaciones de Tax Justice Networ, o los que se suscitan por la sobre facturación de importaciones, las ventas externas, o por cualquier otro medio).

 

En la Argentina existe una relación inversamente proporcional entre el valor del tipo de cambio y el poder adquisitivo del salario, y esto es básicamente así porque al encarecerse las importaciones y las exportaciones medidas en pesos, todo aquello que tenga algún componente extranjero, total o parcial (pensemos en celulares, autos, equipos de aire acondicionado, etc.), sale mucho más caro, e igual pasa del lado de las exportaciones, porque exportamos principalmente alimentos que acrecientan sus precios en moneda local al darse más pesos por dólar en las ventas externas y los empresarios igualan precios internos y externos. Es cierto que se consume en la Argentina, y en términos relativos, poca soja, pero el cultivo de la soja sustituyó otros cultivos y la cría de animales, de manera tal que de 32 millones de hectáreas cultivables que tenemos, más de 20 millones se planta soja, dejando para los otros productos zonas menores y menos favorables, lo que hace que sea más cara la papa, el algodón, la carne, la leche, etc.

 

Sumado a lo que afirmamos, las grandes corporaciones empresarias (nacionales y extranjeras) que operan en el país tienen sus principales mercados afuera y nuestros trabajadores son vistos más como un costo que en una potencial demanda.  Pero no es así para el grueso de la población que vive y trabaja para el mercado interno. En grandes proporciones, más de las tres cuartas partes de lo que producimos se destina al mercado interno, y es a la vez la que mayor parte de la población comprende (la amplia mayoría de los trabajadores, de los pequeños y medianos emprendimientos productivos y comerciales, de los jubilados y pensionados, etc.). Todo ello explica por qué si bien el tipo de cambio tiene como  función relacionar todos los precios de nuestro país con el mundo (de los bienes y servicios, de los salarios, de la energía, de las tarifas, etc.), esa función debe subordinarse a los niveles de bienestar de la población.

 

De otro modo, si se fija el valor del dólar por la productividad, lo que se va a conseguir es una economía dual, donde solo se integra al resto del mundo las economías en que somos competitivos (soja, acero, caramelos y no mucho más), pero el resto de las producciones y comercios conformarían lo que Menem llamaba las economías inviables. No vamos a ser más competitivos por una fuerte devaluación que reduzca nuestros salarios en dólares, China y Corea del Sur ya existen y no podemos competir con ellos por ese camino. Repetimos, somos la mayoría de la población y del país geográfico, los que quedamos afuera con una política de tipo de cambio alto.

 

Por lo tanto, y al revés de lo que sostiene el presidente Maurizio Macri, definir un tipo de cambio creíble y confiable no debe ser solo para los que poseen dólares o los consiguen, sino fundamentalmente para toda la Nación Argentina. Debe ser un valor que resguarde nuestra producción de la competencia desleal (máxime cuando desde el 1 de enero de 2016 se eliminan las DJAI-Declaraciones Juradas Anticipadas de Importaciones) y que permita colocar nuestra producción en el extranjero (que también debe ser acompañado por medidas promocionales, arancelarias y paraarancelarias), pero que en primer lugar preserve el valor adquisitivo del salario, asegurando un pujante y sostenido mercado interno, base y punto de partida de las inversiones, que tienen que venir a la Argentina por el sostenido y creciente mercado interno que les asegura sostenidas y crecientes ventas y ganancias, y no que las mismas (las inversiones) se realicen por colocar en precio vil (totalmente depreciado) nuestro trabajo y nuestros activos del campo y de la ciudad.

 

En realidad, y pese a la negligencia del equipo de Kicillof, que aseguró cambio a marzo de 2016 a $ 10,80 por dólar, no se necesita una importante corrección cambiaria. Tanto el nivel de solvencia, endeudamiento y de relaciones comerciales y financieras, no indican que sea necesario una fuerte devaluación, es más, como va a pasar por la devaluación de la gestión del Presidente Maurizio Macri, la misma es contraproducente porque atenta contra el poder adquisitivo del grueso de nuestra población, cercenando nuestro presente y nuestro futuro.

 

El gobierno saliente con el fin de mantener cierta paridad en su final, permitió la compra de títulos y valores ajustados por dólar y "dollar linked" (se ajusta por el valor del dólar oficial). Solamente en el mercado cerealero de Rosario (ROFEX) existen contratos a futuro por no menos de U$s 8.500 millones, y en el Mercado Abierto Electrónico (MAE) estos contratos ascienden a por lo menos otros U$s 4.500 millones, y se infiere que el vendedor principal fue el Banco Central de la República Argentina, que lo hizo para referenciar hacia el futuro y por lo tanto “blindando” el presente que ya pasó, el valor de la divisa norteamericana. La mayoría de dichos contratos a futuro vencen en marzo de 2016 a una cotización en torno a los $ 10,80 por dólar, por ende si la devaluación de Macri es mayor al 11% (que es el acrecentamiento contra un dólar oficial de $ 9,70) a esa fecha, genera una perdida (que mayor es cuando mayor sea la devaluación) al Estado Nacional para beneficios de los “conocidos” de siempre.

 

A esa política cambiaria sumémosle que durante este año 2015 se vendieron más de U$s 5.000 millones del dólar ahorro a precio oficial,  más los dólares  turistas, etc., que no sólo permitió vender a precio vil las reservas internacionales del BCRA, sino que es el pretexto perfecto para la macro devaluación de la nueva gestión, cuyo principal objetivo es reducir el costo nacional medido en esa moneda. Para el presidente Maurizio Macri el salario es un costo y debe reducirse por debajo del de Brasil, con quién pretende competir en el ingreso de inversiones

 

Todo ese descalabro en un marco en el que luego de casi 10 años de precios relativos altamente favorables, caen fuertemente el precio de los comodities (que son los minerales –incluido el petróleo-, las materias primas, alimentos y productos en serie de bajo nivel tecnológico), a la par que se revaloriza el dólar, por ende, en épocas de vacas gordas, los gobiernos nacionales y populares dieron participación, bien o mal, mejor o peor, a su población, pero ahora con el reflujo y la caída estrepitosa de los precios de nuestras exportaciones, los grandes operadores (cambiarios, financieros, exportadores e importadores) son los que determinan las reglas de juego para que todo el costo recaiga en los sectores populares.

 

Supieron trabajar con astucia por un lado, pero por lo menos en el caso de nuestro país, con la anuencia y la estupidez de amplias franjas de trabajadores. El mismo artilugio que usaron para derrocar al "Tirano” Francisco Solano López, donde la triple alianza se presentaba como el adalid de la libertad y del libre cambio y con ese pretexto se destruyó Paraguay y se diezmó a su población, para que se enriquecieran los Lezama, los Lanús, los Lezica y demás proveedores del ejercito. Los mismos proveedores, cuya fortuna se hizo a la sombra de Mitre, le regalaron a éste la casona en que hoy está la opulenta imprenta del diario “La Nación”.

 

Cuando nuestro guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado”, Bartolomé Mitre.

 

Y vamos a transcribir tal cual, lo escrito en 1957 por el historiador Milcíades Peña sobre la guerra al Paraguay, que conserva plena vigencia: "Con ese cinismo que la hace tan particularmente insoportable, la prensa mitrista había proclamado al iniciarse la Guerra de la Triple Infamia que la República Argentina va a asumir, por fin, ante el mundo, un carácter simpático y armónico con las grandes aspiraciones del siglo XIX y va a entrar de lleno en la historia contemporánea con una misión brillante, que atraerá hacia ella las miradas del universo civilizado (La Nación 21 de abril de 1865)". Pero concluye Milcíades Peña: "Con semejante hazaña Mitre impuso el predominio indiscutido de la oligarquía porteña sobre el resto del país, y destruyó también en beneficio de la burguesía europea el primer y único intento de evolución independiente hacia el capitalismo industrial que conoció América Latina hasta hoy”.

 

Buenos Aires, 8 de diciembre de 2015

 

* Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía.

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