Euclides o el camino hacia la sustitución de importaciones
Horacio Rovelli plantea en este artículo la necesidad de una política industrial en la cual la sustitución de importaciones y la recuperación de la gestión estatal en sectores estratégicos ocupen un lugar relevante. El largo y ancho camino hacia la sustitución de importaciones debe contemplar estos ejes esenciales para consolidar el crecimiento, la generación de empleo y la mejora en la distribución del ingreso.
Por Horacio Rovelli*
(para La Tecl@ Eñe)
Panorama internacional y desafíos productivos
El proceso de degradación de la economía mundial provocado por una crisis estructural de sobreproducción, y amplificada por las políticas que se están adoptando como supuestos remedios a la crisis, tiene su centro en que EEUU reconvierte su economía para incrementar la productividad del trabajo, para lo cual necesita abaratar el precio de la energía y de las materias primas, por lo que ellos mismos producen más petróleo mediante el sistema de fracking (fracturación hidráulica), consolidando ese proceso la revalorización del dólar para que los insumos le salgan más barato en su moneda. La revalorización del dólar beneficia a sus empresas que pueden hacerse de activos con menor costo aunque lo deben hacer en forma planificada, y con límites, porque de otra forma no pueden administrar el déficit comercial que el año pasado fue de U$s 650.000 millones (cifra que representa el 4,6% de su PIB, y un 20% más de lo que es nuestro PIB).
Hay que agregar que el modelo productivo y comercial de China y los países asiáticos, genera que las mercancías ofrecidas inunden el mercado mundial, mientras que la demanda global se ve reducida por vía de las políticas de austeridad aplicadas. La consecuencia es un posible agravamiento de la crisis de sobreproducción. La guerra comercial (y cambiaria) es inevitable, y todo en conjunto coloca a América latina en situación de vulnerabilidad.
En ese marco debemos plantearnos crecer para adentro y seguir el apotegma “comprar a quienes nos compran”. Para ello debemos basarnos en la ventaja natural de los recursos con que contamos y potenciarlos, al mismo tiempo que se debe diversificar la matriz industrial, proceso que pone en debate un nuevo punto de partida que potencie actividades manufactureras, sector donde existen capacidades acumuladas significativas y trayectorias de aprendizaje considerables.
Es necesario plantear una política industrial en la cual la sustitución de importaciones y la recuperación de la gestión estatal en sectores estratégicos ocupen un lugar relevante; ejes esenciales para consolidar el crecimiento, la generación de empleo y la mejora en la distribución del ingreso.
El hecho de que nuestra estructura productiva cuente con la tierra más fértil del mundo, y ante el hecho de que los países asiáticos necesitan alimentar a su población y a sus animales - con los que ellos se alimentan -, constituye uno de los pocos “nichos” dinámicos de compra de la economía mundial, por lo que es indispensable que el sector primario argentino, al que también hay que industrializar agregándole valor, obtenga los dólares suficientes para financiar la actividad industrial y productiva en el más amplio sentido del vocablo.
Por lo tanto, la tarea debe abocarse a apuntalar la producción nacional de bienes y servicios que generen trabajo en nuestro país. Para ello se debe partir de la importante capacidad con la que contamos, gracias al modelo kirchnerista que dio fin al proceso de valorización financiera impuesto por la dictadura para que se genere renta en la producción, lo que permitió duplicar el PIB. Se produce y se consume el doble de automóviles, de productos de línea blanca (heladeras, cocinas, calefones) de equipos de aire acondicionado, de cemento, de hierro, de aluminio, de celulares, de arroz, de fideos, de azúcar, de yerba, de vino. Demostrando que existe la necesidad de producir más, se consume más carne vacuna mientras que la producción no aumentó en la misma magnitud, razón por la cual hubo que disminuir las exportaciones.
El problema reside en la sustitución inversa, esto es, en lugar de producir en el país, se importa, y esto no está dado por la diferencia de calidad y/o de precios, sino porque es una decisión de la empresa de comprar los insumos afuera.
Ensambles
La industria electrónica de Tierra de Fuego, con fuerte apoyo estatal (leyes promocionales, desgravaciones impositivas, créditos a tasas subsidiadas, etc.) posee sólo un 50% de sus componentes nacionales. Los dueños de las empresas allí localizadas, las cuales conforman la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas y Luminotécnicas (Caddiel), reconocen que “las fábricas que proveen estos insumos son pymes que han invertido en maquinaria, recursos humanos y han debido superar pruebas para garantizar que trabajan con estándares internacionales de calidad”. Peor es en la industria automotriz, sector en el que los componentes nacionales no alcanzan a ser el 30%, cuando la calidad y precisión de los autopartistas argentinos no tienen nada que envidiarle a las mejores compañías del mundo.
Un ejemplo claro es YPF, empresa señera si las hubo, con fuerte integración en la Argentina. Con la privatización de YPF, su controlante, Repsol S.A., bajo el pretexto de la supuesta ineficiencia, la falta de calidad y el precio de los proveedores nacionales (argumento esgrimido en todas las privatizaciones), prefirió importar todo mientras fugaba renta al exterior y la extracción disminuía año tras año. Hoy YPF ha recobrado su rol inversor y se vuelve a proveer de empresas nacionales.
Extranjerización y concentración
La fuerte extranjerización y concentración económica es más un freno a la industrialización que su apuntalamiento, y esto es así porque es verdad que existen las “cadenas globales de valor”, con las que grandes empresas trasnacionales fragmentan los sistemas productivos en todo el mundo, pero no es menos cierto que lo hacen para maximizar las ganancias de los centros de decisión en desmedro de nuestras naciones y de nuestros pueblos. Esta situación se refleja en el fuerte descenso de la elasticidad en los precios de las exportaciones de los productos generados en serie.
No es subordinándose a la estrategia de las grandes corporaciones que vamos a crecer e integrarnos, al contrario, lo único seguro es que para ser un mero eslabón de esa cadena de valor global, nos desintegremos hacia dentro como ha pasado y pasará siempre
En la economía argentina existe una relación inversamente proporcional entre el valor agregado generado localmente y el nivel de complejidad tecnológica: Usualmente se da una relación negativa entre los encadenamientos productivos que genera la fabricación de un bien “hacia atrás” y el contenido tecnológico incorporado en el producto. Como sucede en el régimen fueguino y en el automotor, las ramas que producen (ensamblan) los bienes tecnológicamente más complejos, suelen ser las menos integradas localmente (El 30 por ciento de las importaciones industriales es realizado por esos dos sectores). Por el contrario, es en la producción de bienes de bajo contenido tecnológico donde se suelen verificar mayores encadenamientos productivos.
Por lo tanto, no basta con adoptar un enfoque que busque sustituir y/o exportar bienes con alto contenido tecnológico a cualquier costo porque el resultado va a ser el fomento de la producción local de bienes finales cuyo impacto, en términos de valor agregado y empleo, es mucho menor que el de aquellos con un menor contenido tecnológico (y además perjudica nuestras cuentas externas). Esto no supone que la política industrial deba limitarse a profundizar las ventajas comparativas estáticas que posee el país, sino que es central que la producción de bienes finales de mayor contenido tecnológico vaya acompañada de políticas que apunten, en una segunda etapa, a producir localmente los componentes más importantes de los mismos y, en una tercera fase, a producir algunas de las maquinarias usadas para la fabricación de dichos productos.
Disminuir la elasticidad-producto de las importaciones supone sustituir importaciones en sectores estratégicos para así “construir encadenamientos productivos más complejos y desarrollar redes de proveedores nacionales más densas”, como sostiene Martín Schorr en su libro “Industria y Nación”. Aumentar la elasticidad producto de las exportaciones supone cambiar su composición hacia bienes con mayor valor agregado y de mayor demanda en los patrones de consumo mundiales. Ambos procesos demandan conocimiento de las capacidades tecnológicas lo cual, a su vez, tiene un fuerte impacto en la demanda en el mercado de trabajo.
Reindustrialización genuina
La necesidad de una reindustrialización genuina, desafío que involucra una multiplicidad de desafíos en el marco de políticas selectivas para los sectores industriales que se decida promover, debe ser liderado y conducido por el Estado.
En ese proceso hay dos puntos destacados: A) Promover políticas de producción de bienes de capital, es decir, máquinas y herramientas; B) Orientar la producción hacia la sustitución de importaciones.
Por lo tanto se debe plantear:
1º) Contar con un plan estratégico general, al que se le debe subordinar el plan industrial.
2º) Coordinar todas las políticas públicas y fijar metas físicas de cumplimiento. Esto es, el Estado mediante desgravaciones impositivas, protección aduanera, créditos blandos, regímenes promocionales, etc., brinda determinado apoyo pero a cambio de acordar metas de producción, creación de puestos de trabajo, innovación tecnológica. Para el caso de inversiones extranjeras, cuánto ingresa y de qué modo, y cuándo y cuánto se remite en utilidades al exterior.
3º) Identificar e invertir en tecnologías emergentes que tengan potencial para generar empleo de alta calidad y fortalecer la competitividad global de la industria Argentina junto al impulso y la concatenación con las economías regionales (el interior existe y debe tener industrias que generen valor y trabajo). En ese sentido, sirve el ejemplo de la Red Nacional para la Innovación Industrial de los EE.UU, que consiste en la creación de núcleos regionales que sean catalizadores para el desarrollo y la adopción de tecnología de punta con el fin de producir manufacturas que puedan competir a nivel global. Nosotros podríamos hacerlo asesorados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el INTI
4º) Régimen de compras públicas. Por ejemplo, si empresas como YPF logran ir desarrollando una red de proveedores de base nacional, en el mediano plazo estaremos teniendo un tejido productivo más denso.
5º) Creación de un Banco de Desarrollo para financiar a las Pymes y a largo plazo, implementando retenciones y recuperos de créditos y otros fondos que destine el Congreso de la Nación, quién deberá contar con informes de a quiénes se les presta, bajo qué condiciones y cuáles son las pautas de comportamiento esperadas.
Buenos Aires, octubre de 2015
* Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía.