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Literatura y Peronismo: cadáveres exquisitos

La historia argentina del siglo XX tuvo brillantes momentos de creatividad e inspiración artística. La literatura supo valerse de ellos para crear las mejores páginas que tuvieron -y aún tienen- al peronismo y sus líderes fundadores – Eva Duarte, en este caso - como ineludibles protagonistas.

 

Por Rubén A. Liggera*

(para La Tecl@ Eñe)

Como hemos visto en nuestra nota anterior, la temprana muerte de Eva Perón originó gran cantidad de poemas exegéticos de su figura.[I] No nos detendremos ahora en este punto –que aún tiene mucha tela para cortar- sino en la serie literaria iniciada por Jorge Luis Borges, con su relato “El simulacro” (1960). Es conocida su concepción escenográfica e ilusionista del peronismo esa “crasa (o indisculpable) mitología”.

 

En este caso, los habitantes de un pueblo remoto de nuestro país asisten a un velorio simulado ya que el féretro es una caja de cartón con una muñeca de pelo rubio y el viudo es un vecino del lugar. Y aunque si aún así hubiera sido (de hecho ocurrió), Borges, como todos los de su clase, fueron incapaces de comprender el auténtico dolor del pueblo:

 

¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología.”[II]

 

En 1963, David Viñas publica “La señora muerta”. Narra el encuentro de un hombre -Moure- y una prostituta bajo la lluvia, en julio de 1952, en la larga cola para entrar a la capilla ardiente. Se trata del relato de un paciente “levante” que termina con la aceptación de la mujer para ir a un hotel. Pero resulta que- ante aquella conmoción social -estaban todos cerrados. Ante sucesivos fracasos, el taxista trata de calmar a un Moure cada vez más excitado y colérico:


“Hay que aguantarse-el chofer permanecía rígido, conciliador-Es por la señora.

-¿Por la muerte de…?necesitó Moure que lo precisaran.

- Sí, sí.

- ¡Es demasiado por la yegua esa!

 

Entonces, bruscamente, esa mujer dejó de reírse y empezó a decir que no, con un gesto arisco, no, no, y a buscar la manija de la puerta”. [III]

 

Fin del cuento. Algunos indicios fueron caracterizando a los personajes, de modo que la conclusión evidencia dos actitudes frente al acontecimiento que sacudió al país: el machismo clasista y antiperonista del hombre y la dignidad de una prostituta que no aceptará nunca un insulto hacia Evita.

 

Juan Carlos Onetti escribió un cuento sobre la muerte de Evita que por alguna razón permaneció inédito hasta luego de su muerte. Escribe Onetti:

 

Cuando Ella murió después de largas semanas de agonía y morfina, de esperanzas, anuncios tristes desmentidos con violencia, el barrio norte cerró sus puertas y ventanas, impuso silencio a su alegría festejada con champán. El más inteligente de ellos aventuró: ´Qué quieren que les diga. Para mí, y no suelo equivocarme, esto es como el principio del fin`.
Tantas cosas, pobres millonarios, les había hecho tragar Ella. Y lo triste era que Ella había sido infinitamente más hermosa que las gordas señoras, sus esposas, todavía con olor a bosta como dijo un argentin
o.”[iv]

 

Luego, mientras el “médico catalán” (Guillermo Ara) prepara la momificación, se conoce la noticia y el pueblo acude a despedirla:

 

Las puertas no se abrían y la multitud comenzó a porfiar y moverse. Los policías dejaron de ofrecer vasitos de café enfriado y de inmediato aparecieron vendedores de chorizos, de pasteles, de refrescos entibiados, de maníes, de frutas secas, de chocolatines. Poco ganaron porque el primer contingente comenzó a llegar a las nueve de la noche y provenía de barriadas desconocidas por los habitantes de la Gran Aldea, de villas miseria, de ranchos de lata, de cajones de automóviles, de cuevas, de la tierra misma, ya barro. Ensuciaron la ciudad silenciosos y sin inhibiciones, encendían velas en cuanta concavidad ofrecieran las paredes de la avenida, en los mármoles de ascenso a portales clausurados. A algunas llamas las respetaban las lluvias y el viento; a otras no. Allí fijaban estampas o recortes de revistas y periódicos que reproducían infieles la belleza extraordinaria de la difunta, ahora perdida para siempre.”[v]

 

Por esa época el escritor uruguayo trabaja como periodista en Buenos Aires, de modo que fue un testigo privilegiado del fervor del pueblo por su “Jefa espiritual”, mezcla de devoción, religiosidad y sincero respeto por los muertos.

 

 

 

 

Más adelante, en 1987, Néstor Perlongher publicará “Evita vive”[VI] por primera vez en Buenos Aires, en la revista “Cerdos y Peces”.

 

Son tres relatos donde Eva Perón, desde una perspectiva desprejuiciada y sacrílega, ya no será la “abanderada de los humildes” sino una mujer marginal, prostituta y drogadicta. Perlongher, militante homosexual, “...presenta un cuerpo vivo-deseante que rompe con el imaginario del cuerpo-muerto—embalsamado”[VI]

 

Así comienza el primer relato donde el personaje -dijimos-es una Eva libertina:

” Conocí a Evita en un hotel del bajo, ¡hace ya tantos años! Yo vivía, bueno, vivía, estaba con un marinero negro que me había levantado yirando por el puerto. Esa noche, recuerdo, era verano, febrero quizás, hacía mucho calor. Yo trabajaba en un bar nocturno, atendiendo la caja hasta las tres de la mañana. Pero esa noche justo me peleé, con la Lelé, ay la Lelé, una marica envidiosa que me quería sacar todos los tipos. Estábamos agarrándonos de las mechas detrás del mostrador y justo apareció el patrón: "Tres días de suspensión, por bochinchera". Qué me importaba, rapidito me volví para la pieza, abro... y me la encuentro a ella, con el negro. Claro, en el primer momento me indigné, además ya venía engranada de pelearme con la otra y casi me le tiro encima sin mirarla siquiera, pero el negro –dulcísimo– me dirigió una mirada toda sensual y me dijo algo así como: "Veníte que para vos también alcanza". Bueno, en realidad, no mentía, con el negro era yo la que abandonaba por cansancio, pero en el primer momento, qué sé yo, los celos, el hogar, la cosa que le dije: "Bueno, está bien, pero ésta ¿quién es?". El negro se mordió un labio porque vio que yo había entrado en la sofocación, y a mí, en esa época, cuando me venía una rabieta era terrible –ahora no tanto, estoy, no sé, más armoniosa–. Pero en ese tiempo era lo que podía decirse una marica mala, de temer. Ella me contestó, mirándome a los ojos (hasta ese momento tenía la cabeza metida entre las piernas del morocho y, claro, estaba en la penumbra, muy bien no la había visto): "¿Cómo? ¿No me conocés? Soy Evita". "¿Evita?"–dije, yo no lo podía creer– . "¿Evita, vos?" –y le prendí la lámpara en la cara. Y era ella nomás, inconfundible con esa piel brillosa, brillosa, y las manchitas del cáncer por abajo, que –la verdad– no le quedaban nada mal”[VIII]

 

Como Osvaldo Lamborghini, comentado en la nota anterior, estamos frente a un escritor maldito; un transgresor que hace participar a Evita del mundo prohibido de putos y travestis.

 

Tanto en la novela de Tomás Eloy Martínez, Santa Evita como en el relato magistral de Rodolfo Walsh, “Esa mujer” el tema central es la búsqueda del cadáver de Eva Perón, “desaparecido” por la “fusiladora” después de 1955.

 

La novela de Martínez reconstruye el largo y tortuoso recorrido del cadáver de Evita desde que fuera secuestrado por los militares de la sede de la CGT hasta su devolución como condición de Perón para su regreso al país en 1972. Los personajes de esta trágica historia de mentiras y ocultamiento, obsesionados por la posesión del cadáver, padecerán alucinaciones hasta llegar a la locura y la muerte. Incluso Walsh aparecerá como protagonista en el Cap.13 de la novela. 

 

En La novela de Perón (1995), Tomás Eloy Martínez, resignificará la figura de Evita en su contrafigura y mascarada trágica: Isabelita.

 

Como resultado de una investigación que luego abandonará, el autor de Operación Masacre publica “Esa mujer” en 1965.

 

El periodista y el Coronel Moori Koenig –custodio del cadáver-en todo el cuento hablan de ella aunque sin nombrarla nunca. Una elipsis genial:

 

El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está
”.[IX]

 

Pero no lo dirá, porque el cadáver le pertenecía: ”Es mía-dice simplemente. Esa mujer es mía”.

 

Sobre Eva perón en la hoguera-intervención poética de La razón de mi vida-, por Leónidas Lamborghini, y El Cadáver, poema de Néstor Perlongher, nos ocuparemos en una próxima nota. Vale la pena extenderse sobre estas obras.

 

Raúl Natalio Damonte (Copi), otro escritor camp y furibundo antiperonista, estrenará en Francia en 1970, “Eva Perón”. Una obra farsesca y macabra que trata de representar a Evita en su lecho de muerte en conversaciones con su madre, preocupada por el número de las cuentas secretas en Suiza que por la salud de su hija. Perón, por su parte, es un personaje ambiguo, ausente aunque omnipresente; cobarde y afeminado, antítesis de lo que se espera de su condición de militar.

 

En Buenos recién pudo estrenarse en la primavera democrática de 1984.

Juan Domingo Perón, de regreso a la Argentina y presidente por tercera vez en 1973 luego de la primavera camporista y gracias a las intrigas del “Brujo” López Rega, muere el 1º de Julio de 1974. Este conmocionante acontecimiento fue narrado por Rodolfo Fogwil en “La cola”, un cuento del mismo año. [X]

 

La larga fila de personas y sus vicisitudes será protagonista excluyente de este relato. El narrador testigo, un publicitario -alter ego de Fogwil-, recorre la cola, discurre sobre las personas y su variada composición social;  la observa con curiosidad, trata de determinar cuántos individuos la componen; reflexiona sobre el contexto político del momento y finalmente decide incorporarse a esa marea humana que espera bajo la lluvia para darle el último adiós al General: “…resuelvo correrme hasta el hotel con Mariana y convencerla para que comamos algo liviano y nos vengamos a hacer la cola juntos. Mientras, pediré a alguien que cuide nuestro puesto”.

 

En la novela La vida por Perón, (2004), de Daniel Guebel, un grupo comando de  Montoneros sustituye el cadáver de Perón por el del padre de un militante, Alfredo, para abortar el plan de la oligarquía de robar el cuerpo del General con fines extorsivos. Un texto satírico, irónico y absurdo sobre la militancia de los ´70 vista treinta años después.

 

Conclusiones

 

Una vez más, vemos que la historia argentina del siglo XX, castigada por prolongados momentos de inestabilidad político-institucional y social, tuvo sin embargo, brillantes momentos de creatividad e inspiración artística. Y que la literatura supo valerse de ellos para crear las mejores páginas que tuvieron -y aún tienen- al peronismo y sus líderes fundadores como ineludibles protagonistas.

 

 

Buenos Aires, 15 de noviembre de 2015

 

*Poeta, docente y periodista

 

 

[I] Minora, Gito, “Poetas depuestos”, Bs. As., 2011

[II] Borges, Jorge Luis, “El Simulacro”, en El Hacedor, Bs.As, 1960

[III] Viñas, David, “La señora muerta”, en Las malas costumbres, Bs.As., 1963

[IV] Onetti, Juan Carlos, “Ella”, incluido en Cuentos Completos, 1998

[V] Onetti, Juan Carlos, op.cit.

[VI] Néstor Perlongher fechó los tres relatos en el año 1975. Antes de conocerse en castellano, se publicó en inglés (1983) como Evita lives. Años más tarde, se publicó en Suecia y, finalmente en la Argentina, en Cerdos y peces, año 1987 y en El porteño dos años más tarde.

[VII] Ybañes, Roxana, “Evita vive de Néstor Perlongher: el cuerpo de Evita a través del cuerpo de la letra delictiva”, FFyL – UBA

[VIII] Perlongher, Néstor, op.cit.

[IX] Walsh, Rodolfo, “Esa mujer”, en Los oficios terrestres, Bs. As., 2010.

[X] Fogwil, Rodolfo, “La cola”, en Cuentos Completos, Bs.As., 2009

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