El movimiento nacional y popular en la encrucijada
Sin la intervención de la Fuerzas Armadas, en elecciones democráticas, la derecha se ha consolidado como un partido con poder para gobernar. El correlato puede llegar a ser la derrota ampliada del movimiento nacional y popular. Un panorama que con la excepción de Bolivia, se extiende por el territorio suramericano.
Por Rubén Dri*
(para La Tecl@ Eñe)
Las elecciones nacionales que tuvieron lugar el 25 de octubre levantaron el velo que no permitía ver el nivel de desnudez en que se encuentra el movimiento nacional, popular, latinoamericanista. Por primera vez en la historia que se inicia con los albores de la democracia a mediados del siglo veinte, la derecha, la de las corporaciones nacionales y transnacionales, se encuentra con posibilidades de derrotar al movimiento popular en elecciones democráticas.
Ya no necesita de las Fuerzas Armadas y de sus tanques, cuyo lugar lo ocupan los votos de los ciudadanos. Las elecciones que tuvieron lugar el 25 de octubre la reveló con una fuerza insospechada, ganando en los distritos más importantes del país, la Ciudad de Buenos Aires y la provincia del mismo nombre, nada menos. Si nos fijamos en el mapa veremos que es prácticamente toda la pampa húmeda –Buenos Aires, Sur de Santa Fe y Entre Ríos, sureste de Córdoba- la que se pinta de amarillo.
¿Qué nos pasó? ¿Cómo no nos dimos cuenta? En realidad, tampoco ellos se habían dado cuenta. La sorpresa, con signo contrario, fue para todos. Abundan y abundarán los análisis y en ese sentido no creo poder aportar demasiado, pero igualmente me sumo a los analistas, porque sólo con las diversas miradas de los diversos movimientos o corrientes internas del movimiento podremos arrojar un poco de luz que nos permita corregir errores.
En primer lugar, es importante tener en cuenta que lo que nos pasa no es exclusivo de nuestra realidad nacional, sino que corresponde a toda el área latinoamericana. El PT brasileño se encuentra en una situación parecida o peor a la del FPV. El chavismo tiene más fuerza popular para resistir, pero sus dificultades están a la vista. De hecho, el modelo “Capriles” fue “importado” y reproducido en el modelo “Macri”. Ecuador se encuentra bajo “fuego amigo”, para utilizar una expresión de la interna bonaerense del FPV. Bolivia es la que en este concierto de países que han avanzado en sus creaciones populares, se encuentra menos debilitada.
Son diez años del “no al ALCA” y del “sí al Mercosur”, a la Unasur, a la Celac, al ALBA; diez años de crecimiento con inclusión, con transformaciones profundas, pero que no han corroído en forma suficiente las bases del capitalismo en su etapa neoliberal. Si el Mercosur avanzó, creó poder buscando alternativas a la relación Norte-Sur, también lo hizo el ALCA creando la contraparte con la cumbre del Pacífico y penetrando, asediando, golpeando, el área mercosuriana con golpes de nuevo tipo, “suaves”, “inteligentes”, con una intensa propaganda a través de todos los medios de comunicación hegemónicos: ‘O Globo, Televisa, Clarín.
El movimiento popular con proceso de construcción de lo más creativo que se ha realizado, logró hacer aprobar una “ley de Medios Audiovisuales” ejemplar, pero ¿qué pasó? Que el poder hegemónico de Clarín se impuso. Con ayuda de la Suprema Corte, que es lo mismo que decir de Lorenzetti, hizo que se respetasen las cautelares sobre cautelares que fue interponiendo a la espera del nuevo gobierno.
Lorenzetti ya husmeó que la derecha puede triunfar y se apresuró a darle una mano declarando “inconstitucional” la ley que otorgaba al Consejo de la Magistratura la facultad de nombrar a los jueces suplentes. Todo el poder a la corporación judicial, dándole la razón a Bonadío, sí, el mismo que al grito de “yo soy Nisman” marchó bajo la lluvia en el célebre 14 N para exigir que se dejase a la justicia trabajar “libremente”.
Los medios hegemónicos son la cara y la expresión de los poderes hegemónicos, que en nuestro país, desde 1930 habían tenido a su disposición el instrumento de las Fuerzas Armadas para intervenir cuando sus intereses lo requerían. Por el momento ese instrumento, al menos en nuestro país y, en la mayoría de los pueblos latinoamericanos, no funciona. Es por ello que se crearon medios alternativos que se enmascaran en la expresión “golpe blando” que no necesariamente provocan la caída de un gobierno, pero sí horadan su credibilidad y preparan a la sociedad para el denominado “cambio”, es decir, retroceso.
En ese terreno es donde crece una alternativa política de derecha que se denomina “cambiemos”. Efectivamente, desde los medios de comunicación hegemónicos lograron instalar determinados temas entre los cuales sobresale el de la “inseguridad”. Un ciudadano de determinado pueblo del interior del país, donde los niños tranquilamente juegan en la calle y las puertas de casa siguen abiertas, tiene como principal preocupación el de la “inseguridad”. Todos los días, a toda hora, ve sucederse en la pantalla asesinato tras asesinato, siendo que muchos de esos asesinatos son “uno solo” que se repite sin solución de continuidad. Escucha que no se puede salir de la casa porque no se sabe si se va a poder volver, y a Mirta Legrand diciendo que “tiene miedo”.
Empachado, sobresaturado por la repetición sin fin de este “hecho”, se encuentra preparado para escuchar y aceptar la propuesta que solucionará el problema: policía y más policía, aumento de las penas, estigmatización de supuestos culpables como los “bolitas”, los “perucas” y los “paraguas”. “Cambiemos” desembarca como el superhombre que desde las alturas se arroja sobre los culpables de tanta inseguridad y promete paz y felicidad.
Pero hay algo profundo, de difícil interpretación, que nos pasa como sociedad que hace que los ciclos se repitan en una espiral interminable y desesperante, con la particularidad que ahora el fin de un ciclo y el comienzo del otro no se realiza con las armas del ejército sino del voto, novedad en realidad “impensada”, por cuanto es razonablemente contradictorio que una parte considerable de los sectores populares, sin los cuales es imposible ganar una elección, den su aprobación a los encargados de comenzar un nuevo ciclo con la destrucción de todas las conquistas de dichos sectores.
Muchos factores juegan aquí. La realidad política, social, económica, y de eso estamos hablando, es sumamente compleja. Entre esos factores sobresalen en la etapa que estamos transitando, los símbolos, metáforas, ritos, colores, actitudes y sobre todo la utilización de los medios de comunicación hegemónicos.
A través de éstos se intenta, y muchas veces se logra, hacer que sectores populares, en una inconsciente movida masoquista, se disparen a los pies, votando en contra de sus propios intereses. Los símbolos son polisémicos y la gran prensa pugna, muchas veces con éxito, por lograr que se los interprete a favor del dominador. En ese sentido, todo símbolo, por más popular que haya sido su significación primigenia, puede ser revertido en la lucha hermenéutica que se libra por su significado. Es por ello que el más antiperonista de los antiperonistas, Mauricio Macri, se atreve a levantar un monumento a Perón y el imperio estampa la efigie del Che Guevara y te la vende para que la luzcas en el pecho.
Buenos Aires, 13 de noviembre de 2015
*Filósofo, teólogo, profesor e investigador en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.