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Volver a los 17 ó los relatos de la Argentina deseada

Las luchas colectivas no tienen descanso y se sustentan en la articulación de los relatos históricos con la visión de las luchas sociales, lo cual implica recordar que las tareas son sostenidas y sistemáticas y que no tienen descanso aún en los momentos de los festejos. Entroncar las campañas políticas en los relatos de las luchas nos permite ver que hay algún candidato más proclive que otros a realizar la sinergia con dichas luchas pero que en ningún caso nos exime de la acción

 

Por Víctor Arancibia*

(para La Tecl@ Eñe)

Andrea martins da Silva

La canción de Violeta Parra habla, entre muchas otras cosas, de la utopía de volver en el tiempo con la experiencia acumulada por los años. ‘Volver a los 17 después de vivir un siglo’ es una consigna imposible para cualquiera de nosotros pero una posibilidad cierta para pensar la historia política de una país, sobre todo en tiempos electorales. La tarea de ‘descifrar signos sin ser sabio competente’ plantea una forma de ‘peinar la historia a contrapelo’ como los sostuvo el filósofo alemán Walter Benjamin a los efectos de que los balances superen la mera enunciación de  consignas vacías que impera en estos momentos en muchas de las propuestas electorales.

 

Las elecciones que pasaron y las que vienen nos ponen de cara a lo que implica elegir usando esa capacidad de descifrar signos. El siglo veinte y el principio del veintiuno ha sido un conglomerado de experiencias que han llevado al país a innumerables procesos de fundación y refundación, de fracasos y de triunfos parciales, de momentos de esperanzas y de profundas desilusiones. La tarea de mirar el pasado y sus relatos desde el sentido que tratamos de dotar el presente necesita de una tarea extra: poner en valor cada relato de la nacionalidad y de la ciudadanía. Los relatos encadenan los acontecimientos de la cultura política en el marco del estado y en sus protagonistas, pero muchas veces se olvida de las acciones colectivas que sostienen o resisten esos procesos.

 

El repaso por los proyectos de país y por las inclusiones de grandes grupos a la visibilidad social y, más importante todavía, a los derechos fundamentales puede ser una clave posible de lectura de la historia. Esa mirada hace que armemos relatos en función de los procesos de inclusión: sectores medios, trabajadores, mujeres, diversidad sexual, son algunos de los anclajes que nos pueden ayudar a construir narrativas que hagan comunicable y realizable el país que queremos. Pero también la mirada que se construya articulando las luchas de los grupos desposeídos y vulneralizados por las hegemonías de turno es una de las tareas que pueden ser superadoras de las campañas publicitarias basadas en la ‘portación de rostro’.

 

Nos debemos como país un cruce de relatos que articule los logros y las luchas, los derechos conseguidos y los que faltan conquistar y en esa intersección lo que va a aparecer siempre es la tarea colectiva, que muchos expresan con esa entelequia que siempre cuesta definir y que se menciona como ‘el pueblo’. Cada uno de los derechos conseguidos estuvo basado claramente en la sinergia de grupos importantes que se organizaron social y políticamente articulando estrategias con las instituciones en pos de los objetivos deseados. Por tomar sólo dos ejemplos: no pudo haber voto femenino sin la construcción sólida y sostenida de miles de mujeres que habitaron las calles, los partidos políticos, los espacios laborales construyendo una presión necesaria para conseguir el derecho a elegir y ser elegida. Más recientemente la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue el producto de un trabajo sostenido de diferentes actores del campo de la comunicación que militaron por la reconfiguración del espacio comunicacional.

 

En ambos casos hubo derrotas y triunfos reconocidos pero sobre todo hubo un movimiento sostenido de grandes grupos que pelearon en pos de los objetivos que se propusieron. En un caso, la lucha ha consolidado un piso de reconocimiento que ha abierto la puerta a otros derechos políticos, sociales y sobre la preservación de la propia vida. El otro ejemplo se encuentra en pleno desarrollo, no con la velocidad ni la eficacia que quisiéramos, y avanza en el sentido soñado por los comunicadores populares, las universidades, los trabajadores de los medios, entre otros.

 

Estos dos ejemplos parecen no tener una vinculación entre sí. Pero en toda relación hay  mucho de arbitrario pero a la vez  de pasión, de razón y de ideología. La pasión tiene que ver con el compromiso por las luchas de los sectores históricamente postergados en pos de los intereses de las élites de turno. La razón es la insistencia en la creencia de que los relatos de la historia no tienen un eje privilegiado sino que se construyen en función de los saltos, los quiebres y las continuidades. Lo ideológico, en el convencimiento de que son dos ejemplos de luchas que impusieron a los estados y a las administraciones lo que grandes grupos quisieron, desearon y construyeron.

 

Ambos ejemplos están imbricados por el convencimiento de que las luchas colectivas no tienen descanso. Si nos contentamos con los cantos de sirena de las promesas de que los derechos conseguidos ya están garantizados, vamos a equivocarnos. Precisamente, articular el relato desde la visión de las luchas sociales es recordar que las tareas son sostenidas y sistemáticas y que no tienen descanso aún en los momentos de los festejos. Entroncar las campañas políticas en los relatos de las luchas nos permite ver que hay algún candidato más proclive que otros a realizar la sinergia con dichas luchas pero que en ningún caso nos exime de la acción. 

 

La acción es la tarea que no se delega con el voto. Las democracias liberales nos hacen creer que esa es la verdadera democracia: dejar en manos de otros la tarea de que ellos construyan y sostengan derechos. La democracia al estilo de las experiencias en América Latina nos enseña que es una tarea compartida y en la que cada voto implica un compromiso de sostener eso que pensamos en las acciones concretas. Pensar que las consignas solamente reifican la lucha en abstracto y sin ningún asidero en las condiciones históricas, invocando una clase a la que esos dirigentes no pertenecen o que aquellos que cambian su discurso -como el color de un globo amarillo por otro celeste- nos garantizarán los derechos adquiridos, nos va a transformar en una sociedad ‘tan frágil como un segundo’.

 

‘Volver a los 17 después de vivir un siglo’ es la tarea de la memoria y de la lucha: la fuerza siempre joven del convencimiento sostenida por la sabiduría de las experiencias compartidas. Siempre nos atraviesa la memoria en nuestros actos cotidianos pero en momentos decisivos en la cultura nos tiene que asistir la memoria de las pasiones, de las razones y de las ideas con más fuerza que nunca. Hemos aprendido con el cuerpo las injusticias, las torturas, el hambre, el desempleo, la anulación de los derechos, las múltiples formas de la violencia. Estamos en condiciones de descifrar signos porque las historias de las luchas nos han transformado en sabios competentes. En cada uno/a está la tarea de ejercer el oficio del desciframiento.

 

 

Salta, 24 de agosto de 2015

 

 

*Dr. en comunicación y docente de la ‘Teoría de la comunicación’ y ‘semiótica audiovisual’. Miembro de Comuna. Integrante del Observatorio del Sector Audiovisual de la República Argentina.   

 

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