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Uruguay: la operación Amodio

 

El tiro que salió por la culata

El viernes 7 de agosto Héctor Amodio Pérez regresó al Uruguay, 42 años después de haber abandonado el país con una identidad falsa que le proporcionaron los militares golpistas. En la década del ’60 había sido uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN) Detenido, comenzó a colaborar con los represores, proporcionó información estratégica valiosa, marcó a compañeros en la calle y fue visto dentro de vehículos de la represión vistiendo uniforme militar; presenció torturas y, a cambio, logró los salvaconductos para abandonar el país en 1973 y establecerse en España, tras un acuerdo entre la dictadura uruguaya y la de Francisco Franco.

 

Por William Puente*

 

Desde Montevideo, Uruguay, para La Tecl@ Eñe

El viernes 7 de agosto Héctor Amodio Pérez regresó al Uruguay, 42 años después de haber abandonado el país con una identidad falsa que le proporcionaron los militares golpistas. En la década del ’60 había sido uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN), en el que ocupó cargos de dirección, pero en algún momento de su vida –desmoralizado y a punto de ser expulsado de la organización clandestina por conductas sospechosas- comenzó a colaborar con los represores mientras estaba detenido. Proporcionó información estratégica valiosa, marcó a compañeros en la calle y fue visto dentro de vehículos de la represión vistiendo uniforme militar, presenció torturas y, a cambio, logró los salvaconductos para que él y su compañera de entonces, Alicia Rey Morales, pudieran abandonar el país en 1973 y establecerse en España, tras un acuerdo entre la dictadura uruguaya y la de Francisco Franco.

 

Durante cuatro décadas Amodio fue un fantasma. Nada se supo de su destino o apenas se conocieron algunas versiones, como la de que ex compañeros suyos lo habían visto en Madrid aunque le perdieron la pista. Pero los traidores, los colaboradores, los “testigos protegidos” siempre quedan  enganchados con sus mandantes y tarde o temprano terminan participando en operaciones de inteligencia. Alguien que dijo ser Amodio reapareció sorpresivamente en 1973 a través de cartas enviadas a medios de prensa uruguayos en las que negaba ser un “traidor” y hacía acusaciones contra sus antiguos compañeros del MLN. Un periodista de El Observador –diario conservador vinculado al Opus Dei- viajó a Madrid y lo entrevistó. Si, se trataba de Amodio. Y el entrevistado repitió lo dicho en las misivas y se preocupó por asegurar que los “traidores” fueron otros y que legendarios dirigentes del MLN, como Raúl Sendic, Julio Marenales o Jorge Zabalza habían sido los responsables de llevar a la Orga al despeñadero y a su derrota de 1972, cuando quedó sin capacidad operativa, con los máximos líderes muertos o encarcelados y ya sin locales y sin talleres.

  

Finalmente, el pasado viernes 7 de agosto Amodio en persona llegó al aeropuerto internacional de Carrasco. Ingresó con un pasaporte español a nombre de Walter Salvador Correa Barboza –la nueva identidad que le regalaron los militares y con la que vivió en todos esos últimos años- y se dirigió al Hotel Sheraton para participar de una conferencia de prensa y promocionar la aparición del libro Palabra de Amodio, la otra historia de los Tupamaros, escrito por el periodista Jorge Marius. El corto viaje, que iba a finalizar al día siguiente con su retorno a Madrid, tuvo todos los ingredientes necesarios para sospechar que se trataba de una operación política del diario El País y la derecha uruguaya en contra del MLN, sus dirigentes históricos y el Frente Amplio.

 

El libro presentado es de Ediciones de la Plaza, perteneciente a El País, y fue El País el que pagó el viaje a Montevideo de Amodio y su actual pareja –la española Celia Del Bosque-, el alojamiento en el Sheraton, el servicio de los cinco o seis guardaespaldas que lo acompañaron a todas partes y los honorarios del abogado que lo representa en las causas judiciales que se le abrieron e impidieron que abandonara el Uruguay con la premura que tenía prevista.

 

   ¿Qué interés podría tener El País -vocero del Partido Blanco, baluarte del establishment y sostén mediático de la dictadura (1973-1985)- en publicar un libro que ni siquiera tiene asegurado el éxito editorial y en repatriar a Amodio para que repita lo que ya ha dicho, como no sea el de tratar de remover el avispero e intentar desprestigiar a sus viejos adversarios en tiempos en que el centroizquierdista Frente Amplio se afianza e ingresa en su tercer periodo de gobierno?

 

   Para establecer un perfil del diario es interesante reproducir fragmentos de algunas de sus editoriales centrales en tiempos de la dictadura:

 

   "El concepto de seguridad y de visión de lo ocurrido entre nosotros a lo largo de muchos años es lo que justifica, jurídica e históricamente, la participación que hoy tienen las Fuerzas Armadas en la vida nacional y sus nobles y elevados objetivos (…)".

   (El País, 21 de julio de 1974).

 

   "¿Cómo convencer a nuestros jóvenes que las Fuerzas Armadas no salieron a la calle para dar su cuartelazo sino como último recurso, reclamado por la ciudadanía sana del país para salvar la esencia misma de nuestro sistema? (…)"

   (El País, 24 de junio de 1976).

 

Adelantándose a la posibilidad de que la OEA condenara a Uruguay por graves violaciones a los derechos humanos, El País escribió:

  

"En caso de que prospere en la Asamblea de la OEA la tendencia a juzgar la pureza, desde el punto de los Derechos Humanos, de los regímenes que más contribuyeron a la proscripción del totalitarismo marxista en América, se habrá consumado una de las mayores sinrazones en la historia de la organización como instrumento de unidad y de promoción de la democracia en el continente".

   (El País, 23 de junio de 1978)

 

   "Han surgido las versiones de que en el Uruguay soportamos una de las dictaduras más crueles y repugnantes de América Latina, burda especie a la que se procura dar patente de verdad en el exterior por medio de datos estadísticos ridículos sobre uruguayos asesinados, presos, torturados o forzados a abandonar el territorio nacional (…)".

   (El País, 27 de junio de 1978, al cumplirse cinco años del golpe militar)

 

   "Las Fuerzas Armadas abandonaron los cuarteles, no impulsadas por bastardas ambiciones de poder, sino cediendo al imperativo de librar a la Nación de la inminente amenaza del caos y de la ruina (…)".

   (El País, 21 de agosto de 1979).

 

 El País también ha justificado las dictaduras en países vecinos y en una nota editorial del 27 de agosto de 1976, cinco meses después del golpe de Estado en la Argentina, podía leerse: "Se explica y justifica que el gobierno del general Videla no haya establecido fecha ni plazo para dar por terminada su misión. No se puede abandonar la tarea emprendida sin antes estar absolutamente seguro que los profundos males que carcomen a la sociedad han sido radicalmente extirpados. De no actuar así se estaría ante un caso de irresponsabilidad histórica y de pusilanimidad personal. Y por cierto que en la Argentina aún no se han dado, ni siquiera remotamente, las condiciones que permitan esperar un futuro de estabilidad, de orden y de paz. Mal puede entonces abandonarse el timón de la nave y entregarla a quienes la pueden llevar a cualquier puerto. La hora para el descanso no ha llegado todavía".

  

Desde luego que el diario recibió su premio monetario por su comportamiento durante el régimen de facto, como lo señalaron viejos y recordados periodistas uruguayos como Guillermo Waksman. En los últimos meses de la dictadura, el directorio interventor del Banco República (BROU) aprobó la circular número 1.457, que estableció una línea de créditos especiales para "empresas periodísticas en actividad, con marcada tradición, antigüedad y permanencia en el quehacer periodístico", destinada al pago de deudas en moneda extranjera que mantuvieran esas empresas con instituciones financieras privadas o cualquier otro tipo de acreedores. Se trató de una norma con nombres y apellidos, que favoreció exclusivamente a El País, El Día, La Mañana y El Diario. La primera línea de crédito fue concedida a El País el 8 de noviembre de 1984 y fue por el equivalente a 3 millones y medio de dólares, pero el 7 de marzo siguiente -seis días después de que asumiera por primera vez Julio María Sanguinetti, pero cuando todavía actuaba el directorio designado por los militares de la dictadura- esa línea fue aumentada a 4 millones 900 mil dólares. Los principales acreedores de El País, a los cuales subrogó el BROU, fueron Surinvest Casa Bancaria y el Banco Holandés Unido. Fue de ese modo que El País, durante la dictadura, logró licuar y reducir sustancialmente sus deudas en moneda extranjera con acreedores privados y que la diferencia fue cubierta generosamente por el BROU.

 

LA BATALLA CULTURAL

 

Luego de la primera ronda electoral de 2014 –que hizo vislumbrar que en el balotaje fatalmente triunfaría el Frente por tercera vez consecutiva- los columnistas de El País se dedicaron a analizar lo motivos de su nueva derrota y algunos coincidieron en que su problema no era meramente coyuntural. Joaquín Secco García, docente de la Universidad Católica, el 29 de octubre escribió una columna bajo el título “Ideología y cultura” y explicó: “Se vota más que por ninguna otra cosa por un sistema que reúne a las tribus a través de sus hábitos y relaciones. Se suele decir que para descifrarnos, basta saber quiénes son nuestros amigos. La sociedad cambió mucho más allá de la política. Hoy, la llamada izquierda y el FA son parte de la cultura y de los valores mayoritarios como antes lo fue el batllismo (NdR: seguidores de José Batlle y Ordoñez). Se necesitaron muchos años para llegar a esto”. 

 

En la misma página, bajo el titular “Razones para una nueva mayoría”, la nota central editorial se sinceró y en ella se manifestó que “la explicación más fácil para esta hegemonía política (de la izquierda) es la evolución de la economía. Hemos vivido un ciclo de crecimiento excepcional: ha crecido el salario real; ha bajado el desempleo a tasas históricas; y se ha multiplicado el crédito que facilita un aumento formidable del consumo” en la era frenteamplista. Sin embargo, aclaró, la explicación no está “solamente en la economía o en el candidato. Hay algo más profundo y duradero que permite mantener en el tiempo semejantes mayorías. Se trata de la hegemonía cultural: la generación de un relato, de una identidad, de un deber ser, de un universo simbólico que, todos juntos, producen sentido común ciudadano y aseguran los cimientos para mayorías de izquierda sólidas y duraderas. Hay que entender que la inmensa mayoría de las decisiones de voto en nuestro país no se definen faltando pocos meses o semanas para las elecciones. Aquí hay cultura política de larga duración. Y ella está afirmada en una socialización cultural y ciudadana que legitima las opciones de izquierda, y en particular al Frente Amplio”.

 

Las reflexiones de El País parecieron ser un alerta dirigido a la derecha partidaria y al sector económico y mediático dominantes, diciéndoles que enfrentaban un problema más estructural que coyuntural.

 

Y que era tiempo de prepararse para cambiar esta situación.

 

El retorno de Amodio forma parte de la batalla contra la hegemonía cultural de la izquierda. Como un segmento de su cruzada, la derecha necesita destruir el mito tupamaro en el que se cimentaron algunas de las agrupaciones que hoy conforman el Frente Amplio y que - aunque la Historia reciente pueda flotar en la niebla para muchos jóvenes- mantiene su vigencia en la sociedad a medio siglo de distancia. Un viejo militante tupamaro fue Presidente de la República hasta febrero último y con su discurso sedujo a hermanos de la Patria Grande y hasta a europeos, africanos y asiáticos. Además de Pepe Mujica, otro tupa histórico, Eleuterio El Ñato Fernández Huidobro, es el actual ministro de Defensa Nacional, y otro más, Eduardo El Bicho Bonomi, de Interior, y el Movimiento de Participación Popular (MPP) –creado entre otros por el MLN- tiene fuerte influencia en el FA.

 

En esa tarea de destrucción ha estadio Amodio al menos desde que en 1972 –estando preso en las instalaciones del Batallón Florida de Infantería Nº 1, en Montevideo- le entregó al periodista y editor Federico Fasano un borrador que le sirviera de base para escribir un libro con la “historia” de los tupamaros. La entrevista fue organizada por el ejército y Amodio recibió a Fasano en una habitación del cuartel con máquina de escribir, mesa, biblioteca y las comodidades que necesitaba el detenido.

 

Fasano y Amodio se habían conocido a principios de los ’60 trabajando en el diario BP Color –continuador del católico El Bien Público, fundado en 1878-, donde el primero era redactor y el segundo un obrero gráfico especializado integrante de la comisión gremial interna.  EnBP Color hizo su debut en América latina el sistema offset de impresión bajo la dirección de Edgardo Sajón, un argentino que luego integró la redacción de Clarín, fue Secretario de Prensa y Difusión del gobierno de facto de Alejandro Lanusse, trabajó junto a Jacobo Timerman en La Opinión y fue secuestrado el 1º de abril de 1977 en Buenos Aires. Hoy permanece desaparecido.

  

Según señaló ahora Fasano a la revista montevideana Caras y Caretas, la reunión en el cuartel “se llevó a cabo en la medianoche del lunes 2 de octubre de 1972 y duró hasta las 7 y 30 de la mañana del martes 3. Me llevó el capitán Luis Eduardo González. Al entrar al Florida conmigo, la guardia se cuadró ante él. González me presentó a los capitanes Calcagno y Aguirregaray y luego me dejaron a solas con Amodio durante casi 8 horas”.

 

Federico Fasano –quien luego viviría su exilio en México, donde llegó a ser director de Comunicación Social de la Presidencia- salió espantado de la entrevista en el Florida. Relató que Amodio le entregó “los originales de las 61 carillas de cincuenta líneas y ochenta espacios cada una, que debían ser transformadas por mí en un libro de trescientas páginas”. Explicó que con “sólo hojear esas carillas me bastó para comprender que se trataba de un texto cuya difusión implicaba el desafuero y la prisión de varios legisladores del Frente Amplio y de parlamentarios antigolpistas del Partido Nacional e, incluso, aunque en menor proporción, legisladores del Partido Colorado; gran excusa para hacer florecer las condiciones subjetivas para un golpe de Estado”.

 

El borrador contenía graves acusaciones contra sus compañeros del MLN y “revelaba” reales o supuestos contactos mantenidos por la Orgacon legisladores y dirigentes partidarios como Enrique Erro, Wilson Ferreira Aldunate, Liber Seregni, Mario Heber, Juan Pablo Terra, Amílcar Vasconcellos, Manuel Flores Mora, Jorge Batlle, Glauco Segovia, Héctor Gutierrez Ruiz y Zelmar Michelini, estos dos últimos asesinados como parte del Plan Cóndor en 1976 en Buenos Aires, donde estaban refugiados.

  

El periodista se reunió rápidamente con algunos de estos legisladores y les mostró los originales. En el recinto parlamentario se denunció entonces que estaba en marcha un complot golpista. Fasano entendió que en aquella larga reunión “la confesión (de Amodio) era clara” y que “la moneda de cambio de su libertad y la de su mujer” no era “la señalización de lugares o la entrega de compañeros: era la edición de ese libro, buscando el desafuero de gran parte de la clase política, para legitimar el golpe de Estado”.

  

Amodio, funcional a los intereses de los oficiales del Florida, también intentó desde aquellos tiempos, con resentimiento, la destrucción del MLN y, en especial, de la Columna 15 que alguna vez comandó, y mellar el prestigio de los viejos tupas. ¿Qué mejor aliado de El País en la batalla cultural?

  

Durante la conferencia de prensa en el Sheraton dijo que en el libro que se presentaba quiso contar la verdad para contrastarla con una supuesta “historia oficial” de los tupamaros. Por momentos se mostró incoherente. Dedicó comentarios despreciativos a sus ex compañeros y, por ejemplo, aseguró que el actual ministro Fernández Huidobro “imaginaba cosas, pero en su larga trayectoria no ha tenido capacidad organizativa”. Sobre Sendic –fallecido en 1989, quien impulsó los sindicatos de los trabajadores remolacheros de Paysandú y de los cañeros azucareros de Bella Unión, fue fundador del MLN y, durante su prisión, “rehén” de la dictadura durante 13 años en los que fue permanentemente atormentado- sólo resaltó que “tuvo cama caliente. Se le permitió tener muchas relaciones cuando a otros compañeros se les dio la baja". Repitió que el Bebe fue el “culpable” de la derrota tupamara por su supuesta incapacidad organizativa. Y para que su canallada fuera completa Amodio aseguró que la detención de Sendic por la Marina en agosto de 1972, durante un tiroteo en la Ciudad Vieja en el que fue baleado en la boca y perdió parte de su lengua, en realidad se trató de una “rendición pactada” anteriormente.

Amodio y Fasano en los 70

LA OPERACIÓN FRUSTRADA

 

La usina de la derecha de inmediato se mostró en los medios para señalar que con la versión del resucitado Amodio Pérez se derrumbaba la “historia oficial” tejida por los tupamaros y su “leyenda de heroísmo”. En realidad jamás existió tal relato oficial –a no ser varios tomos escritos por Fernández Huidobro a título personal y alguna otra publicación- sino más bien numerosos libros de historiadores y periodistas o ex militantes cuestionadores de la estrategia, los métodos, la oportunidad histórica de su aparición o hasta la ideología del MLN.

 

Gabriel Pereyra, el periodista de El Observador que entrevistó a Amodio en Madrid en 1973, escribió ahora una nota en la que manifestó su “vergüenza y frustración” después de aquel encuentro porque antes “había comprado a unos presuntos revolucionarios que terminaron siendo una banda de irresponsables cuyo accionar costó la vida a decenas, sin sentido ni razón.  Para justificar eso ¿valía cargarle las tintas a un traidor aunque la imagen de ese traidor fuera por momentos más legendaria que las presuntas historias luminosas de la revolución? Me avergüenza no haberlo visto antes”.

 

La “operación Amodio”, sin embargo, pareció venirse abajo 24 horas después cuando la jueza Marcela Vargas convocó al viajero a su despacho para que explicara porqué circulaba con un documento a nombre de otra persona. “Yo no soy Amodio, soy Walter Salvador Correa Barboza”, les dijo a los policías que fueron a buscarlo a su habitación de hotel. Igualmente tuvo que explicarle a Su Señoría que en 1973 recibió del general Esteban Cristi una cédula de identidad, una partida de nacimiento y un pasaporte uruguayos con su nuevo nombre y explicó que nunca regularizó su situación en España porque "temía por mi vida". A instancias del Ministerio del Interior le fue retirado el pasaporte español y se le dijo que tendría que gestionar su documentación uruguaya a nombre de Amodio para poder salir del país.

 

Pero no será tan sencillo el regreso a Europa. Como si con su presencia en Montevideo hubiera abierto una caja de Pandora, su llegada reavivó viejos juicios que se tramitan en los tribunales e inició otros que lo vinculan a crímenes de lesa humanidad.

  

Amodio fue llevado a declarar ante la jueza María Mainard por una denuncia presentada por el director de la revista Caras y Caretas, Alberto Grille, por su reponsabilidad en la detención de personas que luego fueron torturadas.

  

Al día siguiente declaró ante la jueza Julia Starico y fue sometido a un careo con dos militares procesados, el capitán Asencio Lucero –quien ha admitido su participación en torturas y dijo que acompañó a Amodio hasta su salida hacia España, supuestamente a través de Brasil- y el mayor Orosmán Pereira, que revistó en el Batallón Florida. Ambos afirmaron que Amodio Pérez les entregó información valiosa que permitió la “detención de subversivos”. Los militares son investigados en denuncias por torturas, violaciones y abusos sexuales presentadas en 2011 por un grupo de 28 expresas políticas.

  

Una de esas mujeres fue Alba Antúnez, importante dirigente del MLN, quien luego de su detención fue mantenida varios años en condición de “rehén” por los militares, y que presentó una denuncia penal contra Amodio el mismo día en que éste descendió en el aeropuerto de Carrasco. Antunez relató que cuando fue detenida y estaba siendo interrogada, en un momento se cayó la venda que cubría sus ojos y pudo identificar a algunos de los participantes en la sesión de suplicio. Entre los torturadores, un poco atrás y recostado al marco de una puerta, vestido con uniforme militar, descubrió a un compañero de su organización que observaba la escena. Era Amodio Pérez.

 

También declararon ante la jueza Staricco el ex presidente José Mujica, el ministro Fernández Huidobro y Julio Marenales. El Viejo Julio,un dirigente tupa histórico y ahora militante de base en Paysandú donde modela la piedra, contó cómo fue detenido la última vez en el año 1972. Caminaba junto a una compañera rumbo a un contacto cuando lo vio a Amodio, vestido de milico en el interior de un camello, un vehículo de la represión. “Èl también me vio, van a dar la vuelta; ándate que yo lo voy a encarar”, le dijo a la compañera. Cuando el camello se acercó, el Viejo avanzó decidido y lanzó una granada en dirección a Amodio. El artefacto no estalló y Marenales cayó herido de dos balazos.

 

Al desfile por el Juzgado de viejos militantes tupamaros fueron también Julio Listre, Pascual Quartiani y Carlos Martell, y estos dos últimos fueron careados con Amodio.

 

“Pregunté cómo se podía hacer para evitar la situación de enfrentarse a alguien por quien uno siente asco, repugnancia”, dijo Listre a La Diaria. Le explicó a la jueza que fue un día de agosto de 1972 cuando se topó con Amodio en la parada de ómnibus de la esquina de la avenida General Flores y la calle Domingo Aramburú. “Primero no creía en la posibilidad de que él hubiera traicionado. Pero aquel día veo a un camello que venía detrás de un ómnibus. El compañero que estaba conmigo me dice ‘ahí viene Amodio’. Me subo al ómnibus y a las dos cuadras veo que el camello viene atrás. Rodean al ómnibus y empiezan a hacer bajar a la gente, y cuando bajo veo a Amodio frente a la puerta. Decía: ‘Éste sí, éste no’, y cuando yo me bajé, me señaló afirmativamente”.

   

Martell contó: “A mí me levantó en la calle, en General Flores y Pedernal, cuando iba a hacer un contacto con la Tronca (Lucía Topolansky). Era inconfundible: un negrito con ojos grandes. Pasaron dos veces con el camello, me tomé el ómnibus, y cuando me bajaron, el teniente me dijo: Carlos Martell”. A Pascual Cuartiani también lo levantaron en una de las redadas conducidas en la calle por Amodio, quien antes había sido su compañero de celda en el penal de Punta Carretas.

  

¿Desde cuándo “colaboraba” Amodio? El comisario Alejandro Otero, durante años director de Inteligencia y Enlace de la Policía, y uno de los primeros en perseguir a los tupamaros en la década del ’60, contó en 2013 en una entrevista de la televisión que su reemplazante en aquel Departamento, el comisario Pablo Fontana, le dijo que tras su detención “el señor Amodio Pérez entregó información que ayudó enormemente a identificar y a generar posibilidades de detención, de entrega de muchos locales y de identificación de figuras que tenían contacto con el movimiento o que participaban del movimiento”,

   

“Además, le ofreció a Fontana su colaboración absoluta y, a cambio, le pidió documentación y dinero para salir del país junto con su compañera Alicia Rey Morales. Fontana entendió entonces que no tenía medios para acceder a los requerimientos de Amodio”, relató Otero. Esto ocurrió durante su primera detención por la Policía, antes de ser trasladado a la cárcel de Punta Carretas de donde se escapó durante la Operación Abuso, la fuga a través de un túnel de 105 tupamaros y seis presos comunes el 6 de septiembre de 1971. Al año siguiente sería capturado nuevamente, pero esta vez por el ejército.

  

Ante el inesperado giro judicial que tomó la “operación Amodio”, salieron a jugar sus cartas viejos conocidos, como el ex presidente Julio María Sanguinetti, mentor de la “pacificación nacional” a través de la impunidad para los represores mediante la Ley de Caducidad. Sanguinetti escribió que los tupamaros buscan “venganza” y quieren “demostrar que este hombre tuvo la intención deliberada (el dolo) de entregar gente para ser torturada. Lo que claramente es difícil de demostrar, cuando lo que estaba tratando era de salvarse él o aliviar su condición de prisionero de las FFAA”. Sanguinetti incluso intentó defender a Amodio de las acusaciones que lo apuntan como quien entregó la Cárcel del Pueblo que se ocultaba en el subsuelo de una casa cercana al Parque Rodó, allanada por el ejército el 27 de mayo de 1972. El ex presidente escribió que “el principal responsable” de la delación “fue Adolfo Wassen Alaniz, pero él nunca figuró en la historia oficial tupamara”.

   

El Nepo Wassen, detenido en 1972, fue un combatiente tupamaro muerto debido a un cáncer en 1984, a los 37 años, mientras cumplía una condena de 30 años de prisión. En sus últimos tiempos, ya muy debilitado,  había hecho una huelga de hambre, no para reclamar por su situación sino por sus compañeros “rehenes” y aislados. Durante la visita de una Comisión de la Cruz Roja, un teniente de apellido Herrera lo acusó de “farsante” y explicó que “él no come porque tiene cáncer en la garganta”. Entonces el ayunante levantó por un instante su medida de protesta y se comió una milanesa, puré de papas y galletas, y demostró al oficial y a los visitantes que si quería, podía. El régimen no accedió a los numerosos pedidos para que el prisionero fuera liberado y pudiera morir rodeado por su familia, junto a su madre. El Nepo murió en soledad y quien sabe que habrá pensado entonces Sanguinetti, porque al día siguiente el acompañamiento hasta el cementerio fue multitudinario.

 

El País a su vez defendió la publicación del libro de Marius y en un comentario en su página editorial del 10 de agosto señaló que algunas personas se indignaron porque “se le diera voz a un ‘traidor’. ¿Traidor a quién? ¿A gente que se alzó contra una democracia en 1963 creyendo que iban a lograr el paraíso en la tierra a balazos e inyecciones de pentotal? Viendo los efectos que eso dejó en el país, y en otros donde movimientos similares triunfaron, ¿hay alguien que en 2015 pueda ver esa causa con simpatía?”

 

El columnista también se mostró preocupado porque la permanencia de Amodio en Montevideo se había prolongado más de lo esperable y reprochó que ahora “la Justicia uruguaya encuentra tiempo para retener a un viejo de 80 años que vuelve a su país a intentar dar vuelta una historia, laudada y manipulada por todos los que la vivieron”.

  

Claro, es mejor que la Justicia no se entrometa y el viajero regrese cuanto antes a Corbeña, la pequeña población a 15 kilómetros del aeropuerto madrileño de Barajas donde ha residido en los últimos tiempos. Y que retome sus tareas de imprentero o haga los trámites para recuperar su jubilación ahora que no es Correa Barboza sino Amodio Pérez, y que su mujer actual -concejala de Izquierda Unida- vuelva a sus ocupaciones en el Municipio de la localidad. Es mejor que se vaya pronto, no sea cosa que el riesgo del procesamiento en causas de delitos de lesa humanidad vuelva a asustar a Amodio y el hombre se ponga a hablar imprevisiblemente, y cuente inconveniencias sobre su viaje a Montevideo o revele que fue de su vida en Europa en estos cuarenta años.

  

El vicepresidente uruguayo Sendic Rodríguez, hijo de Raúl Sendic, cree que Amodio Pérez fue un "traidor protegido por un programa de testigos", pero aclaró que "ese tipo de programa te puede proteger de todos los demás, de lo único que no te puede proteger es de vos mismo. Creo que este señor con el transcurso de los años necesitó reivindicarse porque no pudo con él mismo”.

  

Federico Fasano cree a su vez que Amodio “aún tiene espacio y tiempo para expiar sus culpas” y que debería aprovechar su regreso “para ponerse al servicio de la Justicia, demandada a gritos por veintiocho mujeres dignas, ultrajadas por esa cobarde pandilla de bribones armados”

  

“Si es verdad, como afirma una de las denunciantes, que estaba presente en la tortura, obligado o no, si es verdad que presenció cómo violaban a sus compañeras, delito estatal imprescriptible, que agradezca al destino haber retornado, para denunciar con nombres y apellidos a esas lacras humanas”, añadió Fasano. Y reflexionó que “quizás este sea el momento más importante en el presente de Amodio. El momento de mirarse al espejo queriendo encontrar la imagen de su juventud perdida, comprometida antaño con el mejor humanismo, y quizás, ¿por qué no?, se anime a zambullirse en ese gesto que le propongo. Quizás un gesto que cambie el rumbo de su desdichada vida. Y así, podría morir en paz consigo mismo”.

 

 

Uruguay, 28 de agosto de 2015

 

*William Puente nació en Pintado, departamento de Florida, Uruguay. Desde 1960 fue redactor en los diarios El País, Hechos y La Idea y en el semanario Marcha, de Montevideo. Entre 1967 y 1971 estuvo en las mesas de edición latinoamericana de Inter Press Service, en Santiago de Chile y en Montevideo. Desde 1973 en Buenos Aires, en los diarios Noticias, El Mundo, La Razón y Sur, las revistas Análisis, El Periodista y El Ciudadano, las agencias EFE y ANSA y el noticiero del Canal 7 de televisión donde también fue realizador de El Latinoamericano. Entre 2004 y 2007 a cargo de la oficina de ANSA en la capital uruguaya.

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