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Editorial

 

Puros, impuros e impíos

 

 

Por Conrado Yasenza*

Se acercan tiempos liminares, raras magnitudes físicas, psíquicas y políticas susceptibles de cambio, profundización, derivas y desvíos; mediciones de lo puede persistir y lo que no luego de doce años de construcción de una identidad política. Este orden de acciones políticas deja establecido un pasado colmado de realidades y decisiones que cambiaron el país, lo transformaron en una comunidad estable, aún con sus conflictos, enfrentamientos y no menores manuales de operaciones desestabilizadoras; inclusiva, con recuperaciones simbólicas que consolidaron esa transformación y amalgamaron un concepto de comunidad organizada en torno a la inclusión de los más desprotegidos y vulnerables. Para ello fue necesario recuperar el rol del Estado y la importancia de las políticas públicas; poner el Estado por delante de las crueles profundidades en que la economía financiera y los mercados enterraron la luz que las sociedades necesitan para poder pasar del proceso de construcción de identidad política al de elaboración de un sujeto colectivo. Eso es lo que, en una frase potente, sintetizó la presidente: La Patria es el otro.

 

Este tiempo de construcción de identidad y sujetos colectivos no ha sido lineal, tampoco sencillo. Se ha ido desarrollando al compás de ritmos variables, sincopados, armoniosos y cismáticos. No fue magia, claro, aunque lo impredecible haya metido la cola en más de una oportunidad dando origen a medidas, proyectos y leyes impensadas.

 

Esa identidad política es lo que denominamos Kirchnerismo. Y es esta identidad, con sus sujetos colectivos adentro, la que no termina de fraguar en organización política. El kirchnerismo es una suerte de sistema de ideas que abreva en tradiciones e historias políticas de corte nacional y popular, forjado a altas temperaturas y sometido a los vaivenes de la disputa por el poder y desde el poder.  Esas disputas tampoco han sido unidimensionales. En tiempos de alusiones a lo que es puro e impuro podríamos decir que en ese proceso de formación de identidad, el kirchnerismo incorporó también, aquel carbón que añade “impurezas” al modelo identitario. Pero es que de esas impurezas está también hecha la política. ¿Sólo la política? No. El hombre y la humanidad no siempre han sido el relato épico de los cien gigantes armados dispuestos a derrotar la tiranía de Cronos. Esta afirmación no se alía a las argumentaciones expuestas por periodistas y panelistas que afirman que la política es esclava del lenguaje. En ese sentido, el barro, las impurezas, formarían parte de una campaña de desprestigio de la política. Quizás se deba a que quienes trabajamos en medios, o hacemos periodismo en la contingencia, en la coyuntura, quedamos inmersos en esa micro-esfera que crea el ejercicio de un oficio sobre el cual, por otro lado, deberíamos ahondar el debate. No siempre las expectativas y demandas de las personas responden a esa tematización que el periodismo realiza sobre la realidad. Y en demasiadas oportunidades esas periodizaciones están bien lejos de lo que sucede en el “barro” de la vida cotidiana.

 

La pureza/impureza no es sólo una condición de una derecha que ha encontrado y organizado un partido, sino un temperamento natural de las construcciones políticas salvo para aquellos puros que han transformado la teoría política revolucionaria en un dogma de perfección imposible. La impureza es el reino del impío.

 

Entonces, el problema es la orfandad de organización política del kirchnerismo. ¿Una identidad?, sí. ¿Una estructura política organizada? No.

 

Estas cuestiones forman parte del debate que desde hace tiempo, quien escribe, viene proponiendo desde sus columnas. El paraguas de Unidos y Organizados es tan amplio que no cubre de la garúa a nadie. Allí están las variadas organizaciones juveniles que responden a diversos referentes y que expresan un grado de tensión que no es alarmante pero que es parte del asunto y el debate. Está claro que la conducción del kirchnerismo tiene un liderazgo: Cristina Fernández de Kirchner. Claro está también que el proyecto era de dos, y uno ya no está.

 

Por otra parte,  esa organización que daría sustento a la identidad política generada durante el kirchnerismo, debe focalizarse en el poder popular, y ese poder debe transformarse en movimiento que encause la acción política del gobierno por venir, más allá de quien ejerza la presidencia en 2016. Allí residirán las posibilidades de potenciar a quien mejor encarne los ejes de acción expandidos durante el período 2003-2015, o de reorientar a quien muestre flaquezas y debilidades. El retroceso implicaría una experiencia dolorosa para la Nación.

 

Desde aquel pasado referido anteriormente, es que nos situamos ahora en el presente, en lo que ocurre en estos días de cierre de listas para disputar las PASO de agosto y luego las presidenciales de Octubre. Este presente pone de manifiesto las limitantes políticas de no haber podido consolidar una estructura más allá del corto y medio plazo. No es una tarea fácil. Pero las hamacas y los péndulos de un kirchnerismo/peronismo muy centrado en el pejotismo, eso que se llamaba en otras épocas liga de gobernadores e intendentes, derivó en este presente de cuello de botella y salida de emergencia. Qué es Scioli sino esa metáfora del “vuelo fantasmal del kirchnerismo”, como lo expresó Horacio González. Un vuelo pergeñado en los comienzos de lo que todavía no se llamaba kirchnerismo. Un planeo que derivó en esa identidad a la que aludíamos, pero a los ponchazos con relación a la construcción de su organicidad. De hecho Daniel Scioli fue la carta fuerte que, en 2007, Néstor Kirchner decidió jugar en la provincia de Buenos Aires para impedir que Macri incursionara en la provincia y ganara en ella, lo cual, en palabras de Néstor, significaría el fin del proyecto.

 

Hoy, esa liga de gobernadores es la que impulsa y acompaña las aspiraciones de Daniel Scioli para llegar a la presidencia de la Nación. Especialmente los gobernadores de Jujuy, Eduardo Fellner, y de San Juan, José Luis Gioja, dos hábiles componedores del pejotismo, que vienen blindando la apoyatura nacional de Scioli como futuro presidente de los argentinos. Este es el presente. Florencio Randazzo tampoco es una expresión progresista dentro del kirchnerismo, pero sí es quien ha sido bautizado como el referente de la continuidad del modelo por sectores progresistas que integran el kirchnerismo. Como escribe Ricardo Rouvier en su nota para esta edición de La Tecl@ Eñe, La opción, de Scioli lo sabemos todo, sobre Randazzo es poco lo que conocemos. Su figura cobró gran notoriedad básicamente a través de la gestión de los ferrocarriles como Ministro del Interior y Transporte. Y ello como resultado de una tragedia de la cual no podemos hacer responsable a Randazzo pero sí, en parte, al gobierno nacional.

 

El futuro es incierto. Los desafíos son aún muchos. La teoría del cerco sobre Scioli es también un imponderable de efectos no comprobables y que responde a la fuerte sospecha de que el precandidato es muy permeable a los intereses de las corporaciones nacionales y extranjeras. Los embates que se avecinan serán de una fiereza homologable a la densidad de las tranformaciones.

 

En ese sentido es que Florencio Randazzo expresa el cruce del Rubicón del kirchnerismo de pura cepa. Aunque esa cepa pueda arrastrar un pasado de corte puramente pejotista y hacer del cruce una restricción al territorio delimitado en el cual posar las tropas para el posterior acompañamiento del veredicto emitido por el voto popular.

 

Este es el presente al que llegamos luego de doce años de desarrollo de la experiencia más disruptiva, transformadora y reparadora en términos políticos y sociales que la Argentina haya vivido luego de la irrupción del peronismo.

 

Una encrucijada, para aquellos que deseamos que el rumbo del país se despliegue por el sendero de los desafíos que faltan resolver y de la conservación de los logros conquistados. Un dilema que apunta a, de consolidarse las mediciones de las diferentes encuestadoras, tener que dirimir las elecciones presidenciales de octubre entre dos expresiones de derecha. Otra vez acudo a Horacio González, citándolo libremente: Tiempos de metáforas mercantilistas, de volantazos y juegos de diferencias inhallables, de sapos y vuelos fantasmas sin más densidad histórica que la breve biografía del "estar ahí".

 

Pero la política siempre da sorpresas y confirmaciones. Allí la teoría del fogoneo positivo hacia la figura de  Mauricio Macri como el mejor antagonista al proyecto de Néstor y Cristina, hoy transformado en candidato a presidente y líder de la polarización contra el kirchnerismo. También allí, al angostamiento hasta la casi expiración, de la ancha avenida del medio-massismo (aunque ésta no es una verdadera sorpresa). El hecho ya consumado de la candidatura a diputado de Máximo Kirchner. La disminución, en las encuestas, de la brecha que distancia a Scioli de Randazzo (de nuevo, ¿espejos de leve circunsferencia que distorsionan o deforman lo percibido pero sin hallar el necesario espesor de trayectorias que no se reduzcan a mínimas expresiones del lenguaje político?)  

 

Ese vuelo fantasmal del kirchnerismo quizás pueda ser conjurado por la intensidad en el deseo de quienes no deseamos volver a cargar sobre la espalda de la Nación y su pueblo, la bóveda de un cielo castigado por la tiranía de un cronos político que castre el tiempo de los logros y las conquistas. 

 

13 de Junio de 2015

 

 

*Periodista

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